Si hay de algo de lo que realmente me he llegado a especializar es en la conexión existente entre la satisfacción y el cálculo. Esto es, en qué medida tener que cubrir unas condiciones en realidad es una manera de calcular. Todo esto se puede entender mejor mediante una interfaz adecuada, y precisamente comprendiendo la interfaz es como se entiende el papel que interconecta mente y cerebro.
Sin ganas de ponerme a hacerlo estoy preparando una red social, red que dudo que acabe haciendo ¿A santo de qué voy a diseñar red social alguna si es imposible que entable amistad con nadie? Me pongo a tocar unos temas, otros... Creo que es factible, pero la depresión es una realidad.
¿Acaso podré usarlo para ganar dinero, para ganarme la vida?
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Ayer mismo un hombre se puso a pedir en la puerta de un banco. Mientras esperábamos fuera, por eso de la nueva normalidad y el oligopolio de los servicios bancarios que el estado no quiere asumir, un supuesto indigente se puso a pedir dinero. Una señora rehusó de darle nada, al fin y al cabo, ¿para qué sería ese dinero? Se duda mucho de que sea para comer, y lo entiendo.
Esa misma señora me explicó cómo ella en una ocasión se dignó a darle de comer a uno de estos señores; pero no dándole dinero, sino entrando en un bar para pedir directamente la comida - que es lo que debería de hacerse.
Un clásico es cuando te vienen y te piden dinero para el autobús - recuerdo cómo uno me asaltó mientras apreciaba los últimos mordiscos de mi bocadillo, sólo quedaba una minucia. Me molestó para pedirme un dinero y yo, por quitármelo de encima le di algo muy a regañadientes. Pero quiso hacerse el comprensivo conmigo diciéndome que para lo que quedaba de bocadillo que me lo comiera... ¡qué poco entiende esta gente de lo que significa ganarse el pan! Ya no le dejan ni comer las pocas migajas en paz. Así que le di esas monedas para "el autobús", esperando que le pesara su egoísmo y, para cuando se alejó un poco terminé mi último bocado. Yo no cojo el autobús porque no me llega; la gente es muy burguesa y no sabe apreciar lo que tiene.
Así que esa señora me contó cómo ese muchacho al que ayudó un tiempo después se lo volvió a encontrar: ella tuvo un percance con otro indigente que, según me contó, se puso violento con ella porque no le fue a dar dinero - pero como el buen indigente casualmente pasaba por ahí con solo decir unas buenas palabras la salvó del percance. Toda una historia llena de nostalgias, y moralinas. Contada desde las fases de una fábula, según mi teoría del cuento. Para así dejar la sorpresa al final, como ocurre en el primer capítulo de Expediente X: una serie que intenta implantar una moralina.
Al entrar al banco me fueron despachando medio mal, porque nunca tienen monedas, nunca tienen líquido preparado..., así es muy difícil llevar un negocio - ni aun avisando por teléfono. Ya digo, la economía iría bien si los ciudadanos recuperáramos el poder, y no los bancos - que tienen los beneficios secuestrados. Y ocurrió que la señora se puso a vociferar que, por favor, que le dieran cuatrocientos euros, que necesitaba ese dinero para pagar el alquiler, que si no entonces la echaban... La del banco diciéndole que nada, que no hay dinero, que tiene una deuda que todavía tendría que suplir...
Y es en ese punto cuando yo podría haber tomado una decisión: darle dinero a esa desconocida que me estuvo contando fábulas sobre indigentes o hacer como si nada. En vista de que era imposible para mí determinar cuál era la posición más razonable, lo lógico siempre es lo más conservador. Pero claro, en ocasiones se suele demandar actos heroicos: como el que yo me dirigiera al del banco y le dijera que le prestaba sin intereses esa cantidad.
Pero así no es como se forman los héroes: el héroe primero debe negarse a emprenderse; esto es, el acto de valentía consiste en superar la cobardía, no en lanzarse cobardemente hacia adelante - pues sería un acto temerario. En estado se shock no hay que abalanzarse, pues no se tiene controlada la situación. Esa señora podría ser una estafadora, podría aprovecharse de la buena fe de la gente contando historias fantasiosas y, acto seguido, sería como la zorra de los cuentos - para quedarse con el queso.
Siempre hay un animal que vive a su favor un acto heroico, mientras que el cazado experimenta la moralina.
Es decir, si realmente voy a tener que convertirme en héroe antes deberé de haber pasado por esta misma vivencia dos veces: la primera no habré ayudado, y me arrepentiría por ello; la segunda es cuando comprendo que debo afrontar el desafío.
Y eso, ¿qué quiere decir? ¿Que la segunda vez que me encuentre con esa señora con más deudas automaticamente abriré mi cuenta a su favor? No. Porque pensado en frío algo me sigue escamando: puede que sea mala persona y no deba, pero también puede que sea buena persona y mala gestora... Para revolucionar hay que tomar decisiones importantes: el tren que podría arrasar a cinco turistas suicidas o desviarlo para arrasar con un trabajador con futuro. Si le ha llegado la hora a esa señora y a los suyos entonces no debo desviar el tren y que acabe con mi trabajo.
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Cuando se ven las cosas desde una interfaz se puede observar todas las decisiones que se toman como si fuera una película. En este caso, las películas del futuro será como conducir un ordenador que juega al ajedrez - donde tocando unos comandos el jugador le sugiere aperturas, rupturas, etc... Así un jugador podrá enfrentarse contra una máquina en el futuro.
La interfaz, en definitiva separa las decisiones mundanas y aconglomeradas para condensarlas en los tramos específicos que hacen que la historia sea emocionante. Quien mejor sepa montarte esta clase de historias más fácilmente llegará hasta tu alma; la cual no tendrá que hacer nada más que operar bajo unos criterios de un peculiar azar sintiente. Recuerdo cuando hace tantos y tantos años se me ocurrió el modelo..., para crear una jerarquía celestial y, de ahí, la conformación de superestructuras que justificarían las historias más cotidianas.
De pequeño abandoné el proyecto, porque era muy pretencioso. Pero, a nivel teórico, sé cómo se puede llevar a cabo; además de tener ciertas partes fundamentales para que evolucione la interfaz hacia algo más polimorfo.
En cualquier caso, me quedaré por aquí, intentando descubrir cómo me llevo el pan a la boca.
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