sábado, 28 de noviembre de 2020

Amor a la emoción

Ha caído la noche y mi cuerpo no quiere dormir. Así que decido entrar en un letargo obligado, razón por la cual acabo teniendo un sueño fiscalizador de las motivaciones que me empujaban hacia el incomodo constante. Sueño que estoy en casa, como en el trabajo, sometido por los vituperios de a lo que está sometido el que trabaja y vive sin mayor autonomía que la oficialmente reconocida. 

Así que el sueño me ofrece la posibilidad de vivir la sociedad, justo cuando salgo del trabajo o de casa, para pararme en el kiosko de un café. Por alguna peculiar razón siempre pedía un tipo de café para aliviar la carga de la ausencia de vida social y, ante la barman, ésta empieza a comentarme cosas..., como si la conociera de antes. Por supuesto, se referiría a algo complejo, pero veo que menciona el nombre específico que tiene el café que me gusta pedir. Todo eso en sus diatribas...

Poco a poco me voy dando cuenta: a esta barman le había pedido ese café hacía años. Veía imposible que se acordara de mí, razón por la cual abandoné el intentar mantener conversación social alguna. Pero, poco a poco fui dándome cuenta: sí se acordaba de mí, razón por la cual me tuve que disculpar.

- No sabía que te acordarías..., ¡es increíble! Ahora entiendo lo que querías decir antes...

Me preguntó que qué quería. A lo que me limité a pedirle el café en cuestión, más unos donetes. Que cómo de grandes, y le hago el gesto de un agugerito minúsculo. Tras darle a conocer mis espectativas, ella me señala dónde espera que me siente - y es cuando se abre paso a la peculiar pesadilla.

Me da unas cuantas señas que no sería yo capaz de recordar con exactitud debido a mis problemas con la memoria temporal. Buscaba un sitio donde sentarme solo, y así por un rato desarrollar código o retomar alguna lectura. Sin embargo, como todo buen sueño que se precie, se abrió un portal hacia una dimensión donde de la calle se acabó a un recinto cerrado.

Al atravesar el umbral para entrar en el interior de la gran ballena, observé que todas las mesas eran de varios, algunas habían sido bien atendidas y estaban servidas para muchas personas, las cuales disfrutaban muy cordialmente. Sin embargo, la única mesa que podía ser para una persona sola se encontraba al fondo, cada vez más oscuro, donde se movían figuras como claramente achacosas o leprosas; tal vez incluso enfermas mentalmente. Eran entidades que nos impelía a no querer sentarnos ahí cerca. Pero formaban parte del ambiente, casi hasta parecían formar parte del servicio.

Como empujado por la emoción del reto que me habían brindado, mi aire de progreso me obligó a adentrarme en el umbral en vez de elegir cualquier sitio por la calle. Era como si esa barman me hubiera querido poner a prueba, como si no fuera a aceptar el sentarme donde a ella le pareciera más cómodo ¿Acaso unos seres pobremente sociales me iban a impedir disfrutar de mi café con donetes?

Tras sentarme en el lugar donde consideraba, la barman me hizo señas para abrir un umbral mucho más profundo: allá donde sólo veía pared se convirtió en puerta, y más allá de la puerta otra estancia llena de sitios. 

- Me refería a que tenías que meterte por la puerta 45.

Efectivamente, distinguía ya dos puertas con sus respectivos números. Y adentrarse aún más adentro te llevaba hacia los confines del caos social, y la sensación de que el orden y la distancia de seguridad podría ya perderse. Ese mundo no lo quiere nadie, pero es el que se me fue asignado. Y yo acepté de buen grado porque ése es mi carácter belicoso.

Así que al recoger las cosas que abandoné en mi sitio observé que habían sido tiradas por los suelos por esos engendros. Asímismo, se desperdigaban todos los elementos de viaje con los que me movía; incluido alimentos. Uno de ellos me mostró uno de esos alimentos mordido para, acto seguido, volverlo a envolver y decirme lo que había hecho..., razón por la cual no podía quejarme si realmente quería entrar por esa última puerta.

Esos animales se habían agenciado hasta los trapos más sucios provenientes de mis trabajos más verecundos, quizá para penetrar así en mi naturaleza más humana. Criaturas evidentemente malogradas que disfrutaban de una suerte de socialidad a la que aspiraba - pero que en el fondo no la quería. 

La razón por la cual estaba dispuesto a esto y más era para entablar un entendimiento con la barman. Pues desprenderme de ese mundo no sería lo más sacrificado para mí, más que perder la oportunidad de que pudiera vivir la propuesta de ese bar, beber y comer de ahí. Aunque, por mucho que esperaba, seguían sin ser servidos los ansiados donetes en este juego de permanencia y sociabilidad.


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