Había estado pensando en todas esas cosas que nos pasan por la mente, las que rompen nuestro espíritu y nuestro día a día. La cosa es que no tiene sentido enfadarse cuando el objeto del enfado no está ante ti. Esa persona a la que increpar y motivar en la dirección correcta puede que ni actúe de la manera debida. Es un instinto que tenemos arraigado, pero que hay que dejar en ocasiones explotar, sin mayores razones, salvo el hecho de que debe expresarse de vez en cuando cada uno como cada uno se sienta.
Y es el caso, que había estado pensando que no había persona ante la que dirigirme que, de manera literal, no había forma de pagar todas las sandeces y situaciones escatológicas que vivo de manera que la persona a la que habría que exortar fuera, a su misma vez, la víctima de su propia torpeza y así quitarme un peso moral de encima. La cosa es, que según mi caso, no hay manera de que me libre de la losa que continuamente reaparece y, al mismo tiempo, observo que tal losa en realidad no existe porque se puede reducir a un problema de dinero. De cochino dinero.
Y sí. Me harán perder dinero. Y eso se resume en horas y horas de trabajo que se volverán improductivas. Pero, al mismo tiempo, he tenido la suerte de recibir un enorme colchón debido a mi arraigo familiar. Y eso es lo que realmente me pesa y me daña aún más. Porque ya no es que me roben a mí, sino que la sensación que me producen es que me obligan a atarme más y más a mi familia. Que nunca podré despegar. Que nunca podré escapar y fundar mi propia comunidad.
Y eso era lo que me hacía desesperar, más allá de los acosos continuos hacia mi máquina. Porque, al fin y al cabo, ¿por qué no comprar otro equipo más? ¿Por qué no asumir que el equipo no va a ser mío y que voy a ser continuamente vigilado y acosado? Llega el punto en el que debo jugar la baza de mis decisiones partiendo del supuesto de que eso va a tener que suceder quiera o no. Y si eso supone invertir un poco más de dinero, pues mala suerte. En algún momento dado, todas esas inversiones que haces darán su fruto. Porque, al fin y al cabo, sabes que puedes reconvertir todo eso en algo grande, que puedes sacarle provecho.
Así que el enorme miedo a convertirme en alguien que invierte debe desvanecerse. Poco a poco me veo obligado a cablearme más y más, debo aceptar mi destino. O lo que quiera que sea eso que podamos llamar mi objeto ante un nicho de mercado que aún no he dado con él.
Sé que en cuanto empiece a producir en masa veré a mi mercado. O no. Habría estado bien el haberme convertido en escritor, pero ninguna editorial vio mi proyecto ¿Sería inteligente intentarlo de nuevo pero con ese libro por detrás? Podría adelantar unos cuatro o cinco capítulos para ver si me animan a escribirlo, y bajo qué condiciones.
La verdad es que habría molado que me pagaran por escribir. Creo que el oficio de escritor, y por encargos, es uno de los oficios más cómodos del mundo.
Incluso con la excusa podría verme obligado a querer recorrer el mundo. Porque hay que decirlo: en cuanto veo un gran paisaje la función poética se me dispara. Quizá haya escrito mi primera novela porque mi celda de cristal apunta a un gran paisaje. Quizá esas ventanas que salen de mi kiosko apunten a una manera de ver la libertad que necesito. Aunque esas ventanas son el cruel recuerdo de que estoy plenamente encasillado. No puedo avanzar ni veo la inversión en ningún proyecto.
Sea como fuere, crear mundos es sencillo. Tan sencillo como establecer normas y razones para querer vivir en ellos. En eso me he convertido en un pequeño experto. Podría terminar de escribir ese manual: es de sabios el saber/divertirse. Es un buen proyecto. Y también podría llevarlo a la práctica creando videojuegos...
Sin ir más lejos me he descubierto a mí mismo pasando muy bien la tarde escribiendo especificaciones para la creación de un videojuego con reglas de metajuego (para que sea igual que los survival) y potenciar así el Shenmue a unos esquemas más modernos. El juego que han sacado se ve hermoso y viejo a la vez. Se podría hacer retro e innovador si se incluyeran algunos aspectos... Me ha divertido jugarlos en mi mente, escribirlos..., como si los fuera a programar yo mismo. He pensado el tamaño de ese proyecto: ¿una veintena de buenos programadores? Nada de indi, para lo que estaba manipulando. Pero los tenía bien definidos, uno haciendo esto, otro haciendo lo otro...
Puede que estas divagaciones ordenadas me permitan seguir mirando las cosas del color adecuado, me permitan abrirme ventanas hacia direcciones que no sospechaba que albergaran paisajes. En este mundo baldío, la inspiración es un recurso que se encuentra por todas partes; pero si no has sido capaz de darte cuenta de las cosas es posible que la inspiración que has estado teniendo no sea todo lo fructífera que debiera para lo que realmente consideres importante.
Mucha producción de inspiración, pero poca productividad.
Y eso es en lo que me he dado cuenta. Que me he estado agrietando por no querer asumir unos costes. Costes que, en cierta manera, es cosa del tiempo: al fin al cabo, ¿qué gasto yo? Soy el tipo más áustero que conozco. Peor viven los indigentes y, por el temor que me suponen esas personas, por eso no he querido pasar por ahí... No he querido deshacerme de mis ingresos. Sigo buscando la manera de invertir en una casa, o de imaginarme un ingreso mensual constante para algún alquiler. Pero la cosa sigue dando vueltas..., trabajar más me sirve de poco.
La idea de invertir en ensanchar mi propio mercado es algo que me aburre, porque al final es echarle horas para luego descubrir que posiblemente se convierta en una innovación que no llega. Cuanto menos dinero tienes y mayor es la crisis de las grandes fortunas más necesidad tienes de innovar y, al mismo tiempo, más probabilidades hay de que tal innovación no llegue a buen puerto. Pero esto último nadie te lo dice. Porque quieren que seas tú el que pongas el dinero.
Yo creo que quienes tienen que poner el dinero son los que tienen capacidad de riesgo, no la gente que no tiene ningún futuro escrito - que viven bajo una severa pobreza. Proletarios como yo.
Pero al menos me he dado cuenta y, sospecho, si me rodeo de herramientas de trabajo tarde o temprano acabaré por usarlas. Da igual que los proyectos se queden a medias: en cuanto vea una luz clara al final del túnel sabré que ése es el proyecto innovador, que es en esa dirección a la que hay que ir.
Es como cuando me compré un piano. Se ha quedado arrinconado. Pero he descubierto que habían facultades que se escondieron. La clave está en volver a reordenarlo todo: el kiosko y mis horarios. Es como si volviera a rehacerlo todo. Sólo tengo que ser un poco listo para saber cómo organizarme un poco.
Creo que lo haré...
Éste es un blog pensado como último reducto para la fusión entre lo más humano y lo más tecnológico sin perder ni humanidad ni eficiencia.
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