martes, 17 de diciembre de 2019

La ética del esclavo y la conspiración iluminati

Uno de los actos de tortura que suponen un esfuerzo sobrehumano es el de percibir llamadas de aspiraciones liberales cuando eres un indigente, clamores de libertad cuando eres un preso, palabras milagreras cuando lo tuyo es terminal... El clamor de un ganador exige comportarse como si hubieras ganado, pero el esclavo es el que asume lo que es.

Nadie es un vencedor. La victoria es objeto de la interpretación de unas reglas que sólo son un modelo simplificador de la vida. Por eso, la ética del vencedor, del ganador, no es una ética que tenga que ver con lo que sea cierto, sino hacia dónde debemos enfocar la mirada. A la hora de la verdad debemos asumir la realidad estructural en la que nos encontramos, y reconocer el papel que debemos cumplir en virtud del ambiente que se vive.

Ser realista es ser un esclavo de la realidad. Ya no importa los clamores de buscar un mundo mejor, existe un invariante - una fórmula que no verás cambiar, ni te lo permitirán. Siempre puedes buscar valerte de tu poder para alcanzar victorias pero, una vez conseguidas, observarás la clase de sociedad en la que te encuentras. Cuando ya te hayas consagrado como profesional, la reacción social ante tus logros delimitan también tus ambiciones. Es entonces cuando procede aplicar la ética del esclavo. Envejecer, tranquilizarse y aceptar la realidad como viene.

¡Tantas personas a las que no pude ayudar siendo yo joven! Se sintieron esclavos de que mis actos desinteresados no fueran tan efectivos hacia ellos. Recuerdo tantas y tantas denuncias ante jueces, a los que tuve que dar explicaciones. Ya sea por mi parte o por parte de terceros. Nos trataban como si fuéramos una secta, unos iluminati, o algo así ¡Menuda farsa! Pero eso es lo que tiene cuando utilizas demasiado pronto la ética del esclavo: has abandonado antes de tiempo, antes de ofrecer lo mejor de ti. O eso o puede que sí dieras con alguna secta. Pero muchas veces ocurre que la gente quiere que le reconozcan productos y servicios que no son para tanto: para los propios autores lo que hacen es siempre lo más maravilloso, para los demás no es así.

Pero no voy a clamar por una conspiración iluminati. Lo mío es fáctico. El hecho de que la empresa Seur se toma mi dirección con mucha calma es un hecho objetivo, no es una impresión personal. Que Windows 10 ubica su malware no en el ordenador, sino en la cuenta del usuario, que es necesaria para encender la máquina, eso no es una interpretación tan subjetiva como parece - pues quien lo considera así es un informático experimentado. Es decir, tengo motivos objetivos para quejarme de cómo se me ha respondido.

Un ejemplo claro, por ser significativo, fue cuando descubrí una estructura de utilidad innegable para el mundo de la informática teórica - que serviría para plantear los problemas de computación de una manera mucho más directa con su solución (bajo nivel). Para ello, sabiendo los problemas que tenían los americanos con reconocer un resultado extranjero sin referencias, decidí publicar sólo la equivalencia entre los formalismos matemáticos y mis formalismos - demostrando que resolvían los mismos problemas y que el traspaso era polinomial.

El ejemplo es que, con tal de no publicarme el hayazgo, me dijo un par que no entendía el ensayo, que suponía que intentaba demostrar que NP = P, pero que como no había puesto en ninguna parte que NP = P entonces el artículo estaba incompleto... ¡Ése es el nivel! Sesgo Chewaca. Es una representación perfecta de cómo es imposible pensar que un redactor jefe copiara y pegara ese argumento para transmitírselo al autor de la obra. Es imposible, salvo que hablemos de una pandilla de completos imbéciles, o de gente que cree que el autor es un completo imbécil.

Y esta gente son los del ACM.

Claro, visto lo visto: ¿para qué divulgar? ¿Para qué presentar documentos gratuitos? Si querían acabar con mi defensa del software libre lo habían conseguido a la rajatabla: sin meritocracia trabajar gratis es doblemente penoso. No creo que ningún imbécil esté leyéndome como para que tenga que explicar algo tan obvio.

Tras el absurdo con ACM acabé teniendo una discusión infructuosa con Stallman por correo. Con este hombre yo estaba en crisis, y con sus ideas. No era para menos. La conclusión final era que su ética no era compatible con la mía. Y..., hay que decirlo, ha acabado dimitiendo precisamente por su falta de ética..., las cosas como se preveen.

Así que sí estoy autorizado para activar mi ética del esclavo. Tengo derecho a asentarme y renunciar a toda forma de motivación externa que me regale utopías que me dañen al oído.

¿Tiene sentido decirle a una víctima de abusos sexuales que tiene que hacer las paces con su acosador?

La ética del esclavo establece que no puedes obligar nunca a un esclavo a que sea condescendiente con su amo. El visitante que viene de fuera y ve esa relación vertical automáticamente adquiere dos tipos de éticas: la del ganador o la del esclavo. Y debe elegir. O está ante algo que no puede cambiar, en cuyo caso debe alentar al esclavo a partir de su realidad, o está ante algo que es interpretable y debe asumir su papel dentro del sistema para que la cosa cambie. No hay más.

Ayer mismo, probando experimentos con el café, la leche condensada y el microondas descubrí una ley previsible del calor específico de los cuerpos cuando se les introduce calor; traducido a los que no tienen cultura de la física: que tuve un accidente.

Ese accidente se resolvió haciendo lo que debería de hacer más a menudo: limpiar el microondas. Y entonces me percaté de lo importante que es ser resilente en lo que no es importante y cómo esa palabra está haciendo tanto daño a la sociedad.

La resilencia como valor positivo es un concepto incompatible con la idea de reprender los comportamientos neuróticos de las víctimas. Es un grave error no ser críticos allá donde nos corresponde serlo.

¿Que mi microondas se ensucia? Pues lo limpio ¿Se me debe recompensar por actuar como es debido? No. De hecho, se me debería de reprender por no tomar las medidas de seguridad oportunas, o por no limpiarlo más a menudo.

Ante situaciones imprevisibles, como que ves un accidente, el resilente actúa en consecuencia - mejor que el neurótico que, en ocasiones, quiere llamar aún más la atención negándose a comportarse como el héroe que se espera que sea. Disculpar las ansiedades y neurosis, entre otros, es lo que hace que nuestra sociedad siempre esté necesitada de aspirinas y sucedáneos de soluciones externas.

Es la esperanza psiquiátrica: llenarlo todo de pastillas estimulantes y retardantes de la única manera que saben hacer las cosas, fundiendo fusibles.

La ética del esclavo consiste en un rechazo al Ser y la Nada de Sartre y una vuelta a la realidad para reconocer la realidad que vivimos. Lo que somos en-sí también está determinado por nuestras circunstancias, en las que con la sugestión de nuestros carceleros éstos se hacen los protagonistas. Escapar y sucumbir al mal moral ante ellos, hacer lo debido aunque no se comprenda, y ser sometidos a un juicio redentor en la sociedad..., es lo que tocará a los que necesitan la ética del esclavo.

Ya hemos sido y no debería de alentarse al falso héroe, pues el héroe es el que se escapa de la cárcel; aunque no es fácil distinguirlo del temerario, quien no asume la clase de futuro que le espera por ello. La crueldad de la sociedad puede pretender que todos debamos ser héroes, como una obligación a tener que cumplir. Cuando los carceleros puede que seamos nosotros mismos.

Una de las cosas que la resilencia, la sociopatía, no puede soportar en sus modelos es el valor de la apreciación de lo que es bello. Y de darle un sentido con el uso del lenguaje, el de la razón. El candor de quien ofrece su compañía sólo se vive desde la percepción de la necesidad de quererla. Si nos volvemos sociópatas esa motivación desaparece: nos hacemos héroes de unos gestos que nos separan, nos congelan como sociedad. Visto de otra manera, es como si en ocasiones los neuróticos tuvieran razón. Pero no, el problema es que la resilencia es la palabra que sobra. No se debe motivar a quien actúa como debe, sino reprepender las acciones que se salen de lo adecuado aunque sea lo normal. Es a eso a lo que podríamos hablar un pensamiento progresista.

- Hiciste bien en ayudar a esa persona.

- Bueno, es lo que habríamos hecho todos.

- Yo no.

- Eso está mal.

- No. Lo que pasa es que tú eres resilente, yo sólo soy humano.

- Tú lo que pasa es que eres gilipoyas. Y si es normal ser gilipoyas yo seré el único que no lo soy.

Todo esto me indica, poco a poco, que ya debo abandonar todos los programas de televisión. Pues corro el riesgo de recibir mensajes equívocos, que me lleven por un camino equivocado. Puede que me metan ideas en la cabeza de progresar como empresa, de emprender, de futuro, de que hay esperanza..., y eso está mal. Muy mal. Porque mi realidad es otra. Si quiero pasar mi tiempo de alguna manera debe ser reconociendo la realidad sin equívocos. A quien le funcione ese mundo lleno de mentiras..., mejor para él. Para mí es una tortura, como me dice mi experiencia.

...
Un ejemplo de aplicación de la ética del esclavo fue cuando, aun teniendo mis derechos de mi lado, me apunté en esa farsa que es la lista Robinson (una lista donde cedes tus datos para que puedan localizarte con la excusa extorsionadora de que no te enviarán publicidad) y ayer mismo Jazztel me informó que dejará de enviarme publicidad. Es una farsa, si la agencia de protección de datos hiciera su cometido no sería falta una lista Robinson, pero la realidad es terriblemente triste. Y hay que asumir los acosos y extorsiones continuas a las que son sometidas siempre las mismas personas cuyos datos aún no tienen del todo confirmados...

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