martes, 10 de septiembre de 2019

Heme ahí la duda

Me lo pide el cuerpo, me vuelve a tirar hacia una dirección la duda... Querer avanzar, no querer frustrarme con la ausencia de apoyos, querer aconsejar, resolver...




Sí, la investigación es mi fuerte y me lo dice el instinto. Me duermo y de mala manera viendo una película y me despierto y me excito cuando leo ensayos.

Es posible que me convenga dejar un tiempo mi suscripción a Netflix y pasarme al National Geographic..., sin embargo si le damos a un indigente dos opciones: ¿quieres una suscripción a Netflix o al National Geographic? Automáticamente éste preguntará: ¿viene la tablet y conexión a Internet gratis?

Mi realidad es al margen de la divulgación científica. Debo quitarme el mono. No me sirve de nada y, lo que es peor, me hace peor persona. Cada vez que divulgo una fórmula que resuelve cosas hago que un intruso mejore su posición, alguien que no agradecerá ni pagará al autor por lo que se ha hecho. Es cuestión de pensarlo, no es buen plan dada la realidad que nos toca vivir.

Recuerdo la vez que mandé un correo a Stephen Cook porque me veía sorprendido de que los colegas informáticos no quisieran observar las discrepancias de su teorema en mi trabajo. No veía la manera de hacer conocer lo que se hacía evidente por los propios resultados: cuando se tiene un teorema y los pares responden de manera irrisoria, ¿qué se debe pensar? 

Entonces sir Stephen Cook, premio Princesa de Asturias, no me respondió ¡Qué fácil habría sido devolver un gruñido por correo! Lo que sí hizo fue decirle a los periodistas que en cuanto uno le hizo una pregunta por el estilo le respondió que ya que tiene correo electrónico, que se valiera de él para dar a conocer su resultado..., pero a mí esa tontería no me lo dijo.

Debe ser que a este señor le vienen cientos de informáticos que descubren un error en su trabajo y que lo hacen público en un open journal y, al verse saturado de tantas demostraciones, sólo responde a unos pocos... O eso o, simplemente, miente. Se marca el farol de que si el españolito que tiene una contrademostración de lo que él dice entonces asegura que le respondería, como cualquier persona honesta que ha recibido un premio sustancioso de un país extranjero.

Está claro que en este mundo falta honestidad, y los más deshonestos son los que reciben las mayores menciones.

Para poder soportar las películas suelo coger unas hojas en sucio y resolver problemas algebraicos..., ahora mismo estoy viendo una disertación famosa planteada por Chomsky, para el que iba a usar un tipo de landa cálculo específico..., de primeras me viene la impresión de que será imposible resolverlo, luego lo resolveré y pensaré: ¿y ahora qué con esto que tengo aquí? No puedo expresarlo, me servirá para hacer cosas que nadie creerá que son posibles hacer, me echarán en cara que ni querrán testearlas porque teóricamente no era posible..., y volveré a vivir la misma historia.

Frustración por culpa de lo de siempre ¿Cuántas personas tienen que vivir lo mismo?

Escucho de fondo la música de una mente maravillosa..., es oscura, muy tétrica..., como los pensamientos que se deben quedar en la mente de cada uno. Como si fueran producto de un brote esquizofrénico, algo que crece para crearse un mundo completo en el interior, muy profundo..., más allá del entendimiento de cualquiera.

En el camino de la simplicidad tenemos el hecho innegable de que nada de eso sirve para gran cosa. La mente se puede entrenar para no necesitar ser tan útil para la tecnología, la informática, las matemáticas..., hacerla más útil para que la persona sea como más..., feliz. Aunque sea en la más absurda de las soledades.

Igual que se puede entrenar el cuerpo para convertirlo en una máquina de matar también se puede readaptar uno para olvidar esos puzzles y convertirlos en meros pasatiempos, despreciar el mundo académico, los avances tecnológicos..., porque, al fin y al cabo, ellos desprecian mis resultados ¿Por qué voy a tener que considerar interesantes unos productos que usan un lenguaje tan pesimista sobre lo que se puede hacer?

Allá se quedarán las promesas que vienen de la universidad..., o lo que me empuje a hacer mis propios estudios ¿Para qué? Una y otra vez vuelve de nuevo lo mismo ¡Para qué! La realidad es que otro se llevará el mérito y no obtendré ni una sola compensación. Ya me traicionaron en el '94 con la filosofía cliente-servidor y, desde entonces, siempre ha sido otro el que se ha atribuido sin ninguna clase de consideración a su autor original la tecnología. 

Me parece triste que no haya ninguna manera de compensar al visionario.

O, más bien, una demostración continua de lo que seguiría pasando porque nunca acepté la clase a la que pertenecía: la clase de esas personas que defienden con honestidad su trabajo. Si me hubiera prostituido sé que habría llegado lejos..., me consta. Pero nunca lo hice, y me siento orgulloso. Ahora sólo queda terminar de zanjar con orgullo lo que me corresponde hacer.
 

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