martes, 3 de septiembre de 2019

En ocasiones los espejismos cansan

Muchos mensajes negativos, mucha ofuscación de mente, mucha historia..., aun teniendo razón, lo mejor es enfocar el mismo discurso pero en positivo ¿Seré capaz?


 
Poco importa lo que aporte o deje de aportar. La ayuda que requiera la sociedad en la que formo parte, o la falta de ayuda. La indiferencia es una monstruosidad, pero vivir en la decadente visión de que hacer cosas sirve de algo... Reenfocar la vida en torno al absurdo, bien, pero no hay que olvidar el gran error que cometió Nietzsche: cuando se abalanzó a salvar un caballo de los azotes de su amo.

A ver si le doy un poco de tono...

La preocupación de vivir en un mundo mejor no es lícito por parte de una sociedad que, a la hora de la verdad, sólo se preocupa de lo que tiene inmediatamente delante. Pensar a largo plazo, pararse a pensar qué es verdad y qué no lo es... Ése habría sido el papel de una consciencia colectiva, de una moralidad que se enseñe en la escuela para cegarnos de nuestros sesgos, con un lenguaje que, de adultos, desecharemos por ser falso.

Me sabe tan impropio explicar hacia la nada, para que nadie me entienda... Es como si ahora me da por desarrollar los 400 conceptos de ese lenguaje, sus kanjis..., si incorporo realmente la programación para aprender a hablarlo. Me sabe gracioso, absurdo.

Por eso quizá lo haga. O no. Al fin y al cabo es completamente irrisorio.

Tan irrisorio como plantearse la solución a todos los problemas más importantes que nos conciernen como sociedad - los asuntos matemáticos más relevantes ¿De qué serviría insinuar siquiera lo que tengo en mis manos? Me sabe absurdo, en especial, pensar que la imagen que dé sea compatible con lo que esperan encontrar.

Pero no soy un outsider de la ciencia. Sé que la imagen real debería corresponder a la tolerancia expuesta por Popper y que, aún es más, habría sido realmente hilarante esperar que la ciencia se comportara como estableció su sucesor Lákatos. Se ha dado que la ciencia en teoría debía ser de una manera, pero en la práctica no se ha sancionado ese proceso. Todo es pura propaganda. Nepotismo, diría yo. Distintas formas de conservadurismo científico.

Aún así, quería darle un toque positivo a esta redacción. Hace años, recuerdo cuando tuve 8 años, mi idea era conseguir un premio Nóbel - para que fuera reconocida mi evidente claridad de pensamientos y así encontrar mi lugar entre las personas más brillantes, para evitar tener que sufrir tantos acosos... No me di cuenta entonces: eran mis miedos los que hablaban por mí. Era el asco que sentía a la vida que me había impuesto mi medio ambiente el que clamaba por alguna mención.

Por eso no me di cuenta: ¿querer desarrollar tu vocación y encontrar tu lugar entre los científicos es un acto de miedo? No lo parecía. Pero la vocación no es sino otro meme: forma parte del engaño cultural que te enseñan de pequeño para que seas productivo. De adulto se te quitará esa idea de la cabeza y te volverás más..., hippie.

Ayer mismo vendí un juguete que era una furgoneta hippie. Siempre he detestado esa manera de vivir: sin ofrecer nada a la sociedad, dejándose llevar por el tiempo y aceptando las inclemencias del tiempo. Me ha parecido irresponsable. Pero claro, ¿acaso no es peor vivir en una sociedad de parásitos y trabajar para ellos porque no quieres verte a ti mismo como otro parásito? ¿Consigues dar ejemplo haciendo lo que haces?

De pequeño estaba convencido: podía dar ejemplo a todos con mi comportamiento, y empecé a recibir apoyos para que siguiera dando ejemplo. Sin embargo, ¿cuál ha sido el resultado? Quizá que se rieran los que aprovechaban esa clase donaciones.

En el mismo instante en el que Nietzsche se despertó tras abrazar al caballo se debió percatar de que desde ese día en adelante ya nada será igual - ya nadie le respetaría como a un maestro y no volvería a emerger o resurgir con sus ideas.

Cuando una persona consigue los mejores resultados posibles, incluso muy superiores a lo que especule el enunciado original, llega un punto en el que poco importa lo que hagas después. Pero, es más, tampoco importará lo que no hagas.

En el instituto tenía la creencia de que si eras capaz de hacer cosas extraordinarias, al menos, obtendrías alguna clase de reconocimiento. Que siempre había una forma de salir de cualquier circunstancia. Que en todos existía siempre una llave para salir adelante. El discurso del clásico libro de autoayuda. Tuve que llegar hasta la universidad para cuando maduré que esa idea aún era demasiado infantil.

En la universidad creía que vivía en una sociedad donde la meritocracia se podía imponer a base de aportaciones, que la presión de las buenas ideas podían arrasar con las presas conservaduristas, las mafias... Creía que existía la tormenta perfecta, una insufrible forma perfecta que ningún invento humano sería capaz de contener: el talento humano está por encima del hombre mismo. Por eso lo mío era arrasar con mis aportaciones, y ayudando a todo aquel que se me acercaba. Más que mesianismo era puro mesionismo, puro comunismo.

Pero desde la caída de las torres gemelas, y el remate de la guerra de Iraq, todo se me desmoronó..., las presas aguantarán por muchos años. Más de lo que muchas personas jamás vivirán.

¿Entonces? ¿Importa tanto? La mayoría de las personas desean vivir en una socialdemocracia. La mayoría de las personas se corromperían nada más llegar al poder poniendo a sus familiares y amigos... Es algo evidente. Y también es evidente que la mayoría de las personas, de tener una renta básica que les resuelva la vida, seguirían trabajando - porque todas las personas somos ambiciosas por naturaleza.

Cuando el padre le compró al niño la furgoneta, tras enseñar un fajo descomunal de billetes que me demostraba que no se fiaba ni un pelo de los bancos, dijo algo así como que ese mundo tenía algo que le gustaba y el resto no..., que ya se lo dirá para cuando sea mayor. 

Cuando una persona le dice a su hijo que del mundo hippie sólo había una cosa que le gustaba exclusivamente, a mi juicio, sólo podía ser la maría: vivir del parasitismo es ser irresponsable. Todas las personas, en el fondo, mirando a su naturaleza tienen la ambición de seguir adelante: de mejorar el mundo de cara a los que les sucedan.

Por mi parte no voy a tener descendencia. Así que no me toca plantearme absolutamente nada. Lo dejaré todo más o menos limpito, y adiós.

Esta vida que me ha tocado se ha convertido en una auténtica F. Y claro, en el fondo, como pasa cuando probamos algo y no sale bien: es muy en el fondo cuando nos damos cuenta de que el que pueda salir una F es también divertido.

Se reparten varios palos y el más largo es el que le toca el trabajo sucio. El hecho de que a uno le toque el palo más largo forma parte de la diversión. Así que sólo puedo quejarme dentro de los parámetros culturales de que no lo vea justo; pero en realidad no debería significar nada - y, bien pensado, como ya no creo en la meritocracia o la autenticidad de esta sociedad, pues no significa ya nada.

Se trata de la última etapa de la madurez por la que tiene que pasar el alma: cuando es capaz de abandonar todos los arcontes para atravesar las puertas doradas que me convierta en un haz de luz, en eternidad (que no vida eterna, que los cristianitos no se confundan). 

Como ocurría con un sueño recurrente de mi infancia: Llegaba ante una valla dorada y, detrás, un castillo (que, en realidad, era el castillo de Disneylandia - castillo que, dicho sea de paso, no he visitado nunca, a pesar de que en el instituto tuve la oportunidad gratuita de hacerlo tras ganar un concurso de instituto sobre hacer un comentario de texto del "Rey león", no fui por una cuestión de principios muy largo de contar). Entonces una especie de alter ego como de barro se enfrentaba contra mí, sobre el barro. Como el sueño era recurrente lo resolví de todas las formas posibles, pero siempre me generaba una sensación de pesadilla, como si algo se me escapara.

Siempre quise pensar que ese sueño sería que no encontré alguna clase de amor, o lo que sea. Sin embargo la realidad es bien distinta: ese castillo era el referente cultural que tenía de lo que significaba crecer. Había una barrera que me había autoimpuesto para conseguir superar el mismo reto que tuvo que superar Luke Skywalker al entrar en la caverna. Pero daba igual que no quisiera enfrentarme contra el alter ego, o que acabara con él para observar que tenía mi rostro..., o lo que sea. Había construido la puerta, no lo que había detrás de ella. Nuestro constructo no tiene existencia, es sólo un constructo cultural que sustituye una necesidad de consciencia.

Cuando eliminas ese dolor puesto por alguna clase de miedo, entonces el arconte se libera y deja de recurrir en tus sueños.

¿Entonces? ¿Qué haré si algún artista me pide consejo? ¿Y si lo hace un científico? ¿Y si vuelve un juez para consultarme un peritaje informático?

 
Creo que lo mejor es perder amigos a perder la cabeza agarrándome ese puto caballo, es una droga mala sentirse mejor con gente que no conoces. Me conectaré a las series Netflix de nuevo y me dejaré llevar por mis pequeñas dosis de soledad. En realidad no tengo envidias ni ansias. El mayor de mis temores, que me convierta en el fantasma de la ópera, lo tengo más que superado. Y eso es esencial. Mi caballo son esos amigos que en realidad no tengo y juego a que los tengo. Por la misma razón dejé de conectarme a Facebook.

No cobrar por lo que hago o no viajar donde repercuto es mi caballo.


Tuve que terminar con eso desde hace mucho tiempo.





 

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