viernes, 23 de agosto de 2019

Toca ser humildes

Iba a emperifollarme con otro panfletito..., pero ha pasado algo que, muy raramente, puede pasar, o ha llegado a pasar... Me equivoqué. Me ha tenido que pasar...



Puede ser producto de esta degradante forma de vida que tengo... Una manera de vivir que no te demanda de ti nada nuevo - todo es muy repetitivo.

Se me ocurre opinar sobre lo ocurrido en Telepizza en Twitter, le dices a alguien X, te acusa de no haber leído bien, le respondo que lo leeré mejor y descubro al final que ha sido él quien no lo leyó bien - o que tampoco le importaba. Viene un médico a apoyarme sobre lo que decía, y entonces cargo contra él... Porque no lo leí bien...

Bueno, ¿qué pasó con Telepizza? De eso iba a hablar, y combinarlo con los Open Arms, y ponerme en plan superguay explicando porqué encaja todo, para luego hacer propaganda de la renta básica debido a que así se entienden mejor las cosas. Pero claro, luego me paro a pensar: todo esto, ¿para qué? Mi siguiente panfletito iba a ir sobre la capacidad que se tiene de movilizar a quien es capaz de ser movido, pero también sobre la imposibilidad de encauzar a quien se abalanza hacia el inmovilismo. Para el siguiente puede que hable de la disidencia controlada..., ¡claro que sí!

Pero volvamos a lo evidente: ni tengo un claro sentido del humor ni tampoco se entienden mis ironías. Entonces cuando hablo con la gente no espero tampoco que me apoyen, o que hablen de manera irónica..., ni nada. 

Pongo un cartelito en mi tienda que dice: "No hay prensa en el hospital ni en toda Santa Lucía" y resulta que nadie lee el cartel. Todos me lo acaban preguntando. Pero el cartel está a la vista. Además de que el cartel tiene suficiente inquina para dar a entender de que insistir con la pregunta no hará posible, en este caso, de que los distribuidores quieran venir por esta zona. Pero aún así siguen preguntando. Como si dependiera de mí.
Lo que depende de ellos es comprarme cosas, y me dejan aislado...

Pero luego aparece el caso de Telepizza: una persona entra en un establecimiento hace un pedido y, dentro de la ambigüedad del twitt, parece que espera o no a recibir la pizza, para cuando le dicen que van a cerrar el local y no podrán comerse la pizza en el local. Manifesté que lo que ponga un cartel no era relevante: es el pizzero el que tiene que advertir si era para llevar o para tomar en el local, si no hace la pregunta entonces tiene que hacerse responsable del malentendido..., pues nada, ahí estaba la polémica; Telepizza pidió más información y eso armó un revuelo en Cuñadolandia. Y yo metido.
 
El mundo es repetitivo, falto de inteligencia, aparece entonces un médico dándome la razón: que la gente no lee los carteles, que hay que estar encima de ellos..., ¿cómo habré leído su Twitt que creía que era una de la veintena de notificaciones que me atacaba? 

¡Ay...! Y ahora, ¿cómo puedo quejarme de que la gente no lee? ¿Con qué rostro dirijo al mundo hacia un lugar lleno de esperanzas y alegrías en la idílica Utopía? ¡Acompáñenme a los Pazos de Ulloa! Dejen ahí vuestro zurrón, no lo necesitaréis, allá donde vamos los perros están atados con longaniza...

Es cierto, me ha dado un mal sabor de boca. Muy de ocasión en ocasión siento de que fallo: de que tengo que rectificar. No es como cuando el compilador te dice: "pedazo tonto que has escrito X y no Y", esto es como cuando te quejas de que la gente debería ser de una manera y es de otra..., es como tú mismo. Y deberías de ser de esa manera, y lo sabes. Pero no puedes encomendarte a nadie, porque miras a tu alrededor y lo ves exactamente igual.

Hay quienes lo tienen muy fácil. Sólo tienen que crearse un amigo imaginario y hablar con él. Sólo tienen que incorporar en su lenguaje un pozo donde colocar sus fallos y tirarlo todo allí. Sólo tienen que escribir un libro de recetas que seguir a modo de invocación para acabar con los problemas que surjan, y asunto resuelto.

Lo tienen tan fácil que, al final, es como cuando te diriges a un niño pequeño y le montas una historia cualquiera para que se consuele..., esperando a que de mayor madure su experiencia y se dé cuenta de que ni lo que sentía era importante ni tampoco la historia que le contaron para que se sintiera mejor.

La cosa es: ¿qué hacemos los que no tenemos mentalidad infantil cuando pasa algo propio de adultos? 

Nuestro síndrome de Peter Pan vuelve una y otra vez: no hay ningún referente, no hay lema alguno, ni apoyo..., toca aguantarse colega. Toca borrar el Twitt y decirle al médico eso porqué lo has hecho. Otra cosa no hay. Pero todo sigue igual.

El mundo no se ha vuelto rosa, la gente no se ha vuelto más inteligente, ni tampoco creo que Telepizza mejore sus servicios por esto..., las cosas siguen su curso, nada cambia, todo vuelve a ser repetitivo con colores marraneados de unos principios que  no esperan nada de la gente mientras se revuelcan en el dolor ignorado por los necios que rechazan cualquier aportación que no salga de ellos al tener un carácter demasiado mágico... Algo como lo que hago..., poco interés, ninguno..., sobretodo si erro cuando no debo. Sobretodo si no leo y me quejo de los que no leen.






 
 

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