Pues el caso es que anoche volví a tener ese sueño pesadumbroso que suelo tener con las estaciones de autobús, y el servicio a medio gas que ofrecen y que tienen en exclusividad.
Esta maravillosa región en el que se frecuenta el hacer las cosas a medias, y no me refiero a compartir trabajo sino a dejar las cosas por la mitad, me ha traido de cabeza ya en varias ocasiones debido, entre otras cosas, por cómo se conceden los concursos de las líneas de autobús.
El hecho de que las líneas de autobús se concedan a una empresa es algo que no me parece mal, me sigue pareciendo absurdo que exista el lucro en una entidad jurídica y que una persona pueda acceder a los bienes de la empresa de manera diferente a un sueldo o participación; pero claro, es muy sencillo mentir y engañar (ya lo vimos con las SICAV) donde incluso las sociedades anónimas pueden engañar a los auditores externos. Bueno..., quien se crea esta mierda que se lo haga mirar, yo ahora no iba a hablar de eso en concreto.
El asunto... ¿Qué música pongo ahora?
Quería hablar de que en ocasiones las administraciones se quitan sus cometidos, delegan sus ocupaciones, para dárselos a otros. Es decir, si resulta que vienen unos inmigrantes pues las embajadas se quejan porque prefieren vivir del cuento, los funcionarios de inmigración irán a su ritmo, los policías preferirán hacer de las suyas, el político colará alguna ley contra los tratados internacionales..., ¿y qué ocurre? Que todo funcionará a medio gas.
A medio gas se piensa que es como funcionan las cosas. Que hay que dar ayudas, se las dan a unos cuantos, unas cuantas ayudas, en una parte condicionada a una parte de los que lo necesitan y en parte porque soy un perdonavidas y me lo tienes que agradecer. Ese es el modelo que no funciona. Sabemos que la política de ayudas basadas en condiciones no funciona: encargarse de un cometido a medio gas no funciona.
Puedo poner como ejemplo los autobuses que van entre Cartagena y Murcia. La línea está ocupada por una única empresa, hasta ahí normal. Ahora bien, esa empresa, debido a que ambas ciudades suelen ser muy turísticas, de hostelería, por la noche acumulan borrachos y problemas. Por eso no ofrecen un servicio nocturno. De hecho, más allá de las 21'00 horas no hay autobús que comunique ambas ciudades.
Visto así, ¿no sería lógico que otra compañía se encargue de ese servicio? Pues ante situaciones extremas lo propio habría sido entrar en papeleo, particionar servicios..., nada: los políticos son demasiado inútiles. Se dejan las cosas tal como estén.
Así es como funciona la socialdemocracia. El político no sabe/no entiende. Y deja las cosas a medio gas.
Hace años, cuando iba a la universidad, a la hora de coger un autobús (el 39, la línea de autobús más conflictiva, lucrativa y vinculada a la corrupción de la historia de la región) nos percatamos de que estábamos esperando demasiado. Entonces una chica se percató de que había un cartel que avisaba de que en esas fechas la línea cambiaba su ruta y que, por tanto, había que coger el autobús en dos paradas específicas en la universidad.
Pues bien, en cuanto la chica me usó de par para comprobar que eso era realmente lo que decía el cartel, yo me encargué, junto a ella, de explicarle a los demás en la parada lo que sucedía: ¡menuda odisea! Eso de explicarle a un universitario de bien que si se queda esperando ahí seguirán pasando las horas, como hasta entonces, y no pasará ningún autobús fue realmente complicado.
Hay quien diría que es posible que les hablara yo con demasiada contundencia y claridad, pero la verdad es que no habría sido necesario si no practicaran la indiferencia ante los gestos más triviales como "oye, que al parecer hay un cartel que dice que el autobús no va a pasar", tan simple como o ponerlo en cuestión o asentir..., pero ¿mostrar indiferencia? Además de que teníamos como argumento adicional el hecho de que estábamos esperando demasiado tiempo ya.
La gracia de esta anécdota es que muy pocos fueron a la parada más cercana, la mayoría prefirió coger otra que estaba tres o cuatro veces más lejos (con el riesgo de que pierdan el siguiente autobús en el camino), y para gracia el hecho de que el autobús acabó pasando por la parada en la que estábamos (el conductor había adoptado la decisión para ese viaje de dar vueltas de más, a saber cómo sería la comunicación entre conductores y empresario). Y algunos se quedaron mirando cómo el autobús pasaba de ellos (al estar todavía de camino a la parada lejana).
Se estaba haciendo entonces tarde, algunos tendrían que ir a pueblos lejanos y la estación de autobuses no ofrecía un servicio nocturno. Llegar hasta el centro de la ciudad suponían varios kilómetros como para querer hacerlo a pie. Habían motivos como para tomarse en serio no equivocarse en algo así. Pero los servicios de autobús son un caos.
¿Y qué pasa cuando cuando los servicios públicos son un caos? Que emerge la cultura del consumo individualista. De ahí el titulito que le he puesto: una sociedad que no entiende y no comprende que es SOCIEDAD está abocada a su autodestrucción. No puede vivir de forma tan autónoma hasta el punto de que desprecie al colectivo, a los que vengan después, a los que viven lejos, tus vecinos...
No se trata de ver las cosas como si fuéramos de una Hermandad, sometidos por los intereses de un colectivo. Ya he denunciado esos comportamientos. Pero claro, anoche volví a tener uno de esos sueños: un centro comercial, un tiempo para llegar a la estación de autobuses antes de que sea tarde..., mi vida ha sido asaltada por los temores más inexorables, los que marca el minutero de un reloj a la hora de plantearme irme de la ciudad. No poder controlar para cuándo ocurrirá la siguiente eventualidad, y que ésta pueda provocar que me quede en la ciudad hasta la llegada de la mañana.
No me gustan las políticas a medio gas. Nos hace depender de nosotros mismos por encima de nuestras posibilidades.
Éste es un blog pensado como último reducto para la fusión entre lo más humano y lo más tecnológico sin perder ni humanidad ni eficiencia.
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