martes, 16 de julio de 2019

La Ética en estado Puro

Las civilizaciones y sus culturas son elementos efímeros, sin significancia propia. Son los entes vivos los que le damos sentido a su existencia, dicha existencia perdurará por los años cuando cada uno de esos mismos entes sean olvidados.




De todos los dibujos de animación de Disney una de las mayores rarezas, si no la mayor: podría ser Coco. Coco es una película de animación que afronta la idea de la muerte y, para ello, plantea incluso algo que va más allá de la propia muerte: el Olvido.

Tenía un profesor en la escuela que nos decía que si bien nada es verdad o mentira, la única realidad es la muerte. Sin embargo, la muerte no es más que un resultado fisiológico: es otra verdad de tantas - pierde su autenticidad porque es inexorable, simple. No podemos confeccionar nuestra muerte, sólo cómo vivimos para morir o para sobrevivir. La muerte, por tanto, es un concepto inerte - sin fuerza.

Es más interesante plantearse la propia inexistencia del ser a través del Olvido. En alguna ocasión lo llegué a plantear en la universidad, estando algunos cuantos rodeando una mesa donde algunos tomaban un café...

- Esa cuestión que planteas es irrelevante - le decía a mi viejo amigo Alfonso - piensa dentro de 10 años, seremos más viejos y puede que algunos de esos planteamientos sean olvidados. Esas cosas que eran tan importantes ahora las veremos más lejanas, perderán importancia. Incluso muchas cosas que parecían importantes las veremos con vergüenza, porque con la perspectiva de los años perderán su sentido. Pero es que dentro de 50 años poco nos importará todo lo que nos pareció importante en su momento. Puede que incluso veamos las cosas como ya acabadas, el pescado vendido, las cosas ya hechas. Puede que nos arrepintamos de no haber concluido viejos proyectos o de no haberle dicho a alguien algo que creíamos que era importante. Sin embargo, dentro de 100 años raro será creer que alguno siga vivo - puede que alguno o, puede, que la mayoría por algún motivo que se me escape. No es de esperar que esta clase de monos viva tanto tiempo, entonces la cabeza la tendremos medio seca y nada nos importará en absoluto. Lo mejor que nos pasará es que nuestros familiares se acuerden de nosotros. Puede que alguno deje alguna impronta en la cultura o, puede que incluso en la ciencia ¿Y qué ocurrirá dentro de 200 años? Entonces ningún familiar se acordará de nosotros, raro será encontrar alguno. Puede que alguna melodía invoque nuestra existencia en los arbores del tiempo pero, ¡qué efímera es la autoría si es en lo único en lo que debe aferrarse nuestra alma para alcanzar un halo de inmortalidad! Pero claro, dentro de 2000 años raro será que algún historiador se plantee algún autor de entre los que estemos aquí de algo que haya perdurado..., quizá escondido entre archivadores de autores entre el siglo XV y el XXV se tuvieran apilados a los más representativos clasificados por áreas del saber. Y claro, ¿cuántos de nosotros estaría en esa peculiar selección? Entonces miramos para dentro de 20.000 años y nos repetimos la misma pregunta: ¿quedará algo de nuestra cultura? ¿De su música, sus ropas, sus estilos, su lenguaje, la literatura...?

Así les hablaba a mis compañeros en detrimento de aquellos profesores que abogaban por el vicio de no hacer su cometido. Habían profesores que decidían no corregir los exámenes, que tenían una lista de alumnos a los que castigar..., por motivos tan futiles como olvidables. La gente se da mucha importancia por cosas completamente irrelevantes. La gente considera muchas cosas importantes, cuando en realidad no lo son. Tiene más peso compartir que marcarse autorías. Tiene más peso cumplir cometidos que castigar impunemente movidos por la venganza. Tiene más peso la valoración fría y objetiva que la pasión por el mantenimiento del orgullo y el liderazgo.

Algunas cosas se pierden antes que otras. Algunas cosas permanecen por mucho más tiempo. Lo que aparece como muy intenso suele engañarle al alma, haciendo creer que es lo que perdura - cuando el dolor o el placer es de las primeras cosas en desvanecerse. El asco y el estilo es de las cosas que menos perduran. La cultura se vuelve efímera, una mera convención de lo vivido; una manera de vestir a la propia moralidad para que nos podamos entender.

La civilización queda definida como la parte que persiste dentro de todas las formas culturales que contiene. Una unidad familiar, dentro de un clan, posee una manera de ver el mundo dentro de su espacio social y cultural: el espacio social es el entorno que conoce dicho clan, su relación con el resto de los clanes. Pero la conexión cultural es cómo se distinguen entre ellos. La civilización establece un vínculo educativo a la hora de criar a las criaturas que la hace incompatible con otras civilizaciones: sólo se puede educar de alguna manera; pero se elija la manera que se elija, la mezcla no es posible.

Cuando el niño se hace adulto, las historias que se han montado conforman su visión del mundo y una cultura que se mantendrá mientras se repita por sí misma; para darle vida a una nueva criatura dentro del mundo de la cultura. Ese animal es como una criatura doméstica; yo lo llamo egregor, pero si perdemos el sentido frío de la palabra prefiero llamarlo meme - y así no le incorporamos dogmas extraños.

Los egrégores no son ángeles de la guarda. Tampoco están muertos. Tampoco están lo que se dice vivos. Sin embargo interactúan con nosotros en virtud de cómo les permitamos interactuar con nosotros. Sólo hay una cosa que son capaces de hacer: contar historias. Y eso lo hace mientras exista la cultura. Si no hay cultura ellos desaparecen.

¿Qué sería del alpinista si no supiera de la existencia de los serpas? Entonces el día en el que se quede a solas consigo mismo no será capaz de comprender dónde está la salida..., una luz le guiará, pero ese instinto proveniente de su inteligencia más capaz no podrá transmitirle a tu consciencia bajo ninguna clase de truco qué es lo que pretende..., porque tu parte consciente no tiene la cultura necesaria para decodificar el mensaje.

La civilización a la que perteneces marca la raíz del conocimiento que se va a replicar. La cultura que tienes son las ramas. Entonces algo sale a la vista. Vemos la cultura en forma de obras, de historias..., cuentas la vez que te salvaste de la montaña, y el egregor sobrevive e inspira al siguiente montañero experto que podrá decodificar su experiencia en algo que le sirva.

Cuando en informática mis compañeros no saben lo que es la consciencia, poco importa que les diga que antes se debe definir los ladrillos de la misma. Pues bien, los ladrillos se encuentran conformados por esos seres vigilantes que son las hojas del árbol de la civilización. Las hojas es lo que le da vida al árbol y, al mismo tiempo, pueden ser o no caducas. Las estaciones doran las hojas de los árboles dependiendo del eón: los eones son marcas de tiempo y son independientes de cualquier cultura o civilización. Si no somos capaces de entender este concepto al margen de dogmas preferiré llamarlos memes.

Poco a poco las definiciones se complican, porque el Olvido también arrasa a los árboles de las civilizaciones. No es tan difícil de entender. Pero esos árboles se sostienen por principios biológicos que establecen el comportamiento de cualquier civilización. Existe una manera constructiva y una manera destructiva de ocupar un papel dentro de la cultura, de los ramajes del árbol. Cada individuo, como si fuera una célula del árbol, tiene la oportunidad de ayudarlo a crecer o, simplemente, de no ayudarlo.

A esos principios biológicos los llamo arcontes. Son como microorganismos que ayudan o parasitan en el árbol. Dependen de cada civilización, pues son su comportamiento y, de ahí, que se conviertan en la idiosincrasia de cada civilización. O, dicho de otra manera, que podamos encontrar los parecidos y las oposiciones de dos civilizaciones por tales arcontes. Ahora bien, si no se es capaz de comprender esto en ausencia de dogmas prefiero llamarlos memes.

A veces no nos damos cuenta de que el sistema al completo tiene por objeto limpiarse de sus parásitos. Aquellos que hayan adoptado un rol parásito tenderán a ser desprendidos hasta las hojas, éstas se volverán caducas y, con el tiempo, serán olvidados cuanto antes. De eso también se encargan los eones, son las herramientas de las que se vale el árbol para que los comportamientos ejerzan su función.

Sin embargo, esta clase de cosas es algo que nunca he conseguido explicar ni al que decía interesarle; porque nunca he conocido a nadie que le interese. Me da la impresión de que esta clase de cosas no encajan con una idea científica, para muchos. Pero entonces, ¿cómo abordar temas que son como los que son?

En informática existen los sistemas de información (árbol), éstos tienen un comportamiento en forma de métodos y funciones (arcontes), las interfaces representan los datos que se observan (egrégores), y la lógica (eones) que se usa para diseñar el sistema es algo del que se valdrán los programadores para justificar su existencia - su uso.

La civilización occidental ha sido la que más ha avanzado y se ha conseguido vincular mejor con el mundo de la consciencia de los eones (zodíacos) a través de la cultura griega. La percepción de todas las culturas más allá del dogma religioso permite observar la insignificancia del ser humano y adoptar una postura estoica. Con las mismas, puede que algún dogma (cristianismo) arrase con una cultura que esconda la autoconsciencia de la civilización, su manera de explicar algunos eventos y de afrontar la confrontación con otras civilizaciones, que son las cuatro edades de la evolución del homo sapiens, pero a través de las tradiciones aún se mantendrán las historias, seguirán evolucionando y reemergerán como ciencia (posiblemente las barajas de cartas y tarot) para recuperar la autoconsciencia de la construcción de historias.

Igual que los cristianos se valían de los mosaicos en las iglesias para enseñarles a sus feligreses qué ponían los Evangelios, siempre existe una manera de rescatar un conocimiento ya adquirido cuando éste se resiste a ser olvidado. Cuando éste da motivos para ser recuperado del caparazón que lo ocultó como superstición. Y sí, seguro que eran supersticiones..., porque si fueran ciencia habrían sido perseguidos tales científicos y éstos habrían perecido. Pero lo que yo defiendo es que son los dogmas los que parasitan en el árbol de la civilización occidental. Y, como lo que defiendo está ausente de dogmas, es innegable que debe haber un debate falsable detrás de mis conclusiones.

Cuando un niño nace en la África negra, es posible que deba asumir valores que le sean inherentes a su mundo: el mundo de la magia negra, la mezcla de lo muerto con lo vivo. El mundo donde se puede enterrar a niños vivos y donde matar puede ser un signo de madurez. Este tipo de árbol no podría crecer demasiado.

Cuando un niño nace en el Extremo oriente, es posible que descubra el valor del dolor y comprenda el verdadero significado de la autenticidad por encima de los occidentales, pero maduraron sus ideas sin ayuda de ningún caparazón. La insignificancia les llegó demasiado pronto, y el dogma les fue invadiendo poco a poco. Somatizaron el significado del Olvido y lo olvidaron. Lo convirtieron en enseñanza obligatoria, dando golpecitos en la cabeza a los niños que no eran capaces de comprenderlo. Así no se aprende. Así no se enseña. Así se olvida.

Es curioso que los Polinesios aprendieran el valor del renacimiento del Olvido a través de la magia blanca, el tabú... Pero no perdieron la crueldad, se lo tomaron demasiado en serio. El miedo les invadió hasta el punto de que si alguien tocaba sin comprender perdía la mano. Era imposible cometer fallos, era imposible probar a experimentar. Olvidaron igualmente. O eso creo, nadie sabe: son herméticos y no creo en ellos; demasiado crueles.

Aún así las historias vuelven a emerger con más consistencia que las propias personas y su realidad física. Y esas historias son efímeras, pues son producto de nuestra propia idea de lo que es una buena historia.

La cosa es: de vez en cuando debe suceder algo que nos transmute, que nos pervierta, que nos sorprenda, que haga crecer a nuestra civilización..., como producto de una casualidad se hace tangible e inexplicable, salvo por el detalle de que si nuestra civilización no fuera lo que es todos sucumbiríamos al Olvido, que es peor que la muerte. Por eso existen esos memes que, por un afán de supervivencia, han conseguido mantenerse dentro de una extructura que no les es propia: porque somos el cuerpo, somos su carne..., y ellos dependen de nosotros como las células de nuestro cuerpo nosotros dependemos de ellas.

Como ocurre que en ocasiones aparece un callo y nos molesta..., entonces lo eliminamos. Así es el mundo al que pertenecemos desde el ámbito cultural con sus exigencias y aportaciones peculiares que, según me dice la experiencia, a nadie le importa porque, en el fondo, el caparazón del dogma tiene mucha más fuerza y es más jugoso..., y más perecedero.




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