viernes, 10 de mayo de 2019

No sé medir el tiempo

En ocasiones la teoría de números me hipnotiza y me invita a sumergirme en su mar angosto. Entonces me pierdo en la noche y el cuerpo implora que abandone ese vicio.




Me va a dar por escribir por escribir porque, en el fondo, sé lo que tengo que divulgar y sé que voy a fracasar como un cerdo en su San Martín... Pero aún así lo voy a hacer.

De pequeños nos enseñaron que pensar, estudiar, etc. era bueno. Era un valor que estaba incluso por encima de todos nosotros, las personas; porque las personas perecen, pero las ideas no. Y, es cierto, aún siendo niño bien podía haber escupido el veneno de esas enseñanzas pero, como es lógico, eran venenosas porque esconden en parte una gran verdad.

Cualquier cosa que se haga con el fin de favorecer a la vida no puede mermarla. El científico no puede vivir bajo la promesa de un mundo mejor, sin la certeza de que realmente se podría dar algo así. Esos grandes amantes del tiempo y su aprovechamiento sucumben en lo más básico: quien se obsesiona por dar más y más es como el que se obsesiona por quitar más y más..., es la misma ausencia de identidad. Se trata de un proceso insaciable - porque en cuanto paras sientes pena por todo aquello que perdiste, que donaste por un motivo que se vuelve futil en cuanto paras de hacerlo.

Si te aferras a algo muy pequeño para que sea tuyo, podrás darle valor a las cosas que das para que deje de ser de tu propiedad para siempre. Si te aferras a dar alguna insignificancia, podrás darle un sentido a todas las cosas que arrebatas, a tus corrupciones. Pero tan pronto como se hace eso, algo en tu interior te empuja a una sensación de vacío: la idea de que se haga lo que se haga todo estará mal, porque siempre será relativo.

Es aquí donde el dogma del capital adquiere su fortaleza: siempre nos quedará el dinero. Tanto tienes tanto vales. Es puramente objetivo. Y el pobre, el indeseable..., que se muera. Se trata de un código ético muy simple.

Igual de simple sería el dogma del asesino: siempre nos quedará darte caza. Tanto matas tanto vales. Es puramente objetivo. Y a la víctima, la indeseable..., que se muera. Se trata de un código ético muy simple.

Ciertamente esos principios, que son equivalentes, tienen flaquezas y fortalezas: la flaqueza de la ética del asesino es que no puede ser aceptado en la sociedad, salvo que se vuelva una secta asesina. La fortaleza de la ética del asesino es que infunde un respeto a los compromisos en la vida individual de cada uno.

Por otro lado, el capitalismo es análogo a la ética del asesino en sus fortalezas y flaquezas. Por eso considero que allá donde haya capitalismo siempre habrá asesinos, y viceversa: son principios incompletos y duales. La prevalencia de un principio hace revivir de sus cenizas al otro: son promotores de un trilema que, ante la victoria ética de uno de los dos principios, automáticamente se alimentarán las desigualdades.

Como en una multitudinaria partida de ajedrez, pero donde todos los jugadores pueden elegir la ficha que quieren mover en cada turno, el jugador que mueva la ficha que haya sido comida se quedará sin poder mover en el próximo turno, el jugador que haga el jaque mate ganará la partida - ya sea para las negras o para las blancas, poco importa.

Puedes elegir el bando que quieras, puedes elegir mover siempre las mismas fichas, la mayoría siempre mueve para no ser eliminada..., pero para que blancas o negras puedan ganar esa partida antes hace falta que, al menos, todos los de un bando se pongan de acuerdo con una estrategia conjunta: protección o apocalipsis.  Negras o blancas.

Se puede elegir el capitalismo para desbancarlo y revolucionar su mundo.
Se puede elegir la revolución para que descanse y capitalice su mundo.

Pero tienen que alzarse victoriosas y absolutas, o la rueda seguirá dando vueltas aplastando al que mueva una pieza en falso.

Tal vez me haya tocado a mí ser esa pieza, ya que no sé ni puedo saber cómo parar de hacer cuanto hago. Es en esto en lo que me he convertido: el clásico matemático loco, el inventor que resucita a los muertos, el ciéntífico que defiende cosas raras..., no, no me van a hacer caso. Y menos aún en cuanto exponga el trabajo de un sir... Puede que hasta pierda la única alianza que he encontrado en mi primera semana como divulgador. Pero tengo que hacerlo.

Debo saber en qué equipo juego.


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