viernes, 12 de abril de 2019

Una de relleno

Como no soy influencer quisiera escribir algo de relleno, como cuando escribía en mi otro blog: el inercial. Pero sin perder la visión de la realidad y el futuro tan desolador que me espera.




Tono musical.

Hace años me encontré con unas personas que me irrumpieron en un pasillo de la facultad de matemáticas. Eran un cuarentón y un par de veinteañeros, o alguno más. Me dijeron que venían del futuro, que yo en el futuro lo clavaría y que era un crack. Por supuesto, les pregunté, si eso era cierto, en qué año conocería la felicidad. Y el cuarentón me dijo que a los 41 años, la chica dijo que no: que a los 42. Él estaba más con los 41...

La verdad es que la broma era rarita. En aquellos tiempos es un hecho que tenía un grupo de colegas que gastábamos bromas y, en fin, la jugada (que nunca se desbarató ni nunca supe quién la organizó) fue curiosa. Entre otras cosas porque predijeron una tecnología y unos libros que al final sí acabé escribiendo. Cosas del directo..., supongo.

Pero aquel que me conozca sabrá que es imposible por mi parte sucumbir en errores de hacer lo oportuno: Imaginad que tuvierais a unos viajeros en el tiempo (profesor y alumnos), ¿qué intentaríais aprovechar para preguntar? Por supuesto, me decían, que el Hawkins no les era tan interesante como hablar conmigo... "Claro XD...", hay que sacar conversación para pillarles y quedar tú como un dios pero, ¿qué preguntar?

Quizá fuera la sugestión, pero las distintas visitas que recibí se fueron convirtiendo en consejos para que me conformara con lo que acabaré por descubrir. Y ese tipo de conversaciones es algo que ya me intriga: si yo usara arquetipos para tomarle el pelo a la gente está claro que usaría esos esquemas, quienes quiera que lo hicieran se lo montaron de putísima madre.

Actualmente soy un experto en arquetipos, estudié lenguas extranjeras - como me predijeron, y si se atrevieran a estas alturas a pillarme es más que probable que les acabara pillando yo. He tratado con tarotistas, con adivinos de muchos tipos..., para estudiar sus arquetipos, me ha interesado descubrir qué esquemas usan para ser convincentes. El resultado de mi obsesión por decubrir la broma ha sido especializarme en lo que se está viendo en este blog.

Y el asunto es: ¿qué ocurrirá de aquí al próximo mes de noviembre?

Suena divertido pensar que la broma esté aún en el aire..., pero el castañazo me lo podría dar si le doy demasiada importancia. Y claro, también está esa otra posibilidad, ¿por qué no? (me pregunto con sorna).

Cuando escribí el libro "Luces y Espectros" mi intención fue revelar una serie de realiades que se ocultaban en nuestras intenciones negacionistas. Quería aprovechar para hacer acopio del buen camino del escéptico incluso en un mundo donde la fantasía y lo paranormal fuera lo predominante; en un mundo donde todo es conspiración y los personajes se mueven bajo un hálito de luces y sombras.

Todos los personajes los conocí, tienen algo de mí y de la gente en la que estaban basados. Los caricaturicé para atribuirles historias reales en un entorno completamente fantasioso. Mezclé todos los géneros literarios en una novela pensada para jovencitas con ganas de leer un Crepúsculo, una saga romántica. Está claro que mi llamada no me salió bien. Sobretodo porque sí me vino una madre pidiéndome una continuación del libro, pero que no se lo dejaba a su niña treceañera.

Escribir puede ser fácil. Hacerlo de forma orgánica es trabajoso. Preocuparse en que el mensaje le sirva para alguien es lo difícil. Que el mensaje trascienda a nuestra cultura es ya lo que casinadie consigue. Al menos, eso sí, lo intenté. Me decían esos tipos que mi novela alcanzó (alcanzará) el éxito..., bueno, menos referencias da la crítica que he conocido.

No puedo evitar preocuparme por todas las traiciones que he vivido. En el fondo he estado ayudando a los que tenían más, y mi influencia ha servido de muy poco. Me paro a pensar..., y supongo que no puedo quejarme. Puede que para mi próximo cumpleaños descubra que debo perderme por ahí, por el mundo, antes de desaparecer; o puede que sea otro año en el que gano lo que pierdo a la espera de que una desgracia me impida levantar la cabeza.

Pero antes debo renovarme el pasaporte.

¿Renovarse el pasaporte sería signo de adquirir la fe de quienes creyeron en mí? Se podría convertir en un pequeño ejercicio para alimentar mi indolencia antes de tener que volver a practicar el fatalismo que me esperará en el día a día.





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