jueves, 11 de abril de 2019

Los ocho tíos

En este momento voy a explicar una actividad liberal que permitirá hackear el sistema financiero y económico mediante una forma de apalancamiento que no esclaviza al primer sector.



Estoy altamente decepcionado con la clase política, creía que la ONU servía para evitar las tomaduras de pelo de las corporaciones que intentan invadir países..., pero ya se ve que no, que se sigue manteniendo una idea bastante marrullera de para qué usar las instituciones públicas. Y los periodistas les siguen el juego porque, en el fondo, quieren ver derrocado a Maduro: hay muy poca honestidad al respecto.


El Panfleto XII

Quisiera exponer cómo cobré mi primer trabajo fuera de mi entorno familiar. Y esto es algo que nos servirá de ejemplo de cómo se puede crear una moneda democrática al margen del sistema:

El librero dijo que iba a extenderme un efecto y, para ello, se sentó en su silla y empezó a rellenar la letra. La idea es que la podría cobrar a final de mes, como quedó acordado desde el principio. Efectivamente se puso a rellenar la letra: tal cantidad, en número, en letra, por duplicado en el lateral, su nombre como librador y la cuenta bancaria desde donde se extraería el dinero, firmó y me preguntó:

- ¿A nombre de quién?

- Escriba en mayúsculas "AL PORTADOR".

- Bien, ¿seguro?

- Por supuesto.

- ¿Firmas?

Entonces me acerqué y le dije: "da lo mismo". Y, efectivamente, así me dio el papelito. Como que se lo acepté. Al llegar al banco, se lo entregué tal cual al del banco haciéndome el despistado, y me pidió que lo firmara, bien, lo firmé y me dio el dinero según las reglas del vencimiento de la fecha.

Bien, ¿qué ha pasado aquí? Algo muy simple: en vez de pagarme directamente lo que hizo mi jefe fue darme un dinero a pagar más adelante. Ahora bien, lo que tenía entre manos era algo más que un mero efecto, el efecto no era nominal: podía entregárselo a otra persona y así hacerlo efectivo en cualquier momento, siempre y cuando encontrara a otra persona que quisiera aceptar ese efecto.

Esto es, nos podemos quejar de cómo se especula contra los recursos, y no nos faltará razones para ello. Cuanto más gana el sector comercial menos vale el tiempo de quien no es capaz de especular: el sector terciario es capaz de hacerlo gracias a los rappels, amontonando grandes cantidades se descuenta el valor unitario por ser buen cliente. El sector secundario, con el tiempo, puede mejorar debido a que la industria se ve beneficiada gracias al I+D. La investigación y la ciencia a quienes más beneficia es al sector secundario, haciendo que sus costes de producción sean cada vez menores.

Todo eso es un truco que ha estado funcionando hasta ahora. Pero que no va a poder seguir funcionando siempre. Ahora bien, ¿qué pasa con el sector primario? El tiempo que necesite una patata en germinar no va a reducirse ni por la especulación, ni tampoco porque un matemático descubra un teorema. Por eso los países más desarrollados en el primer sector son los principales afectados por la estafa neoliberal: justo los países con recursos son los que trabajan para los países que especulan con ellos.

Ocho son las personas que poseen la mitad de los recursos del planeta.

Y no hablo de justicia: hablo de futuro. Este tipo de reparto no tiene futuro - no hay absolutamente nadie con cordura suficiente como para aseverar lo contrario.

Como se sabe que aparecerá otra crisis, se procederá a reinventar los apalancamientos: técnicas a través de las cuales el valor de las cosas se multiplican - aunque no existan. Se trata de estafas políticas a las fórmulas financieras: ¿es cierto que cada vez el mundo está mejor organizado en recursos económicos? ¿es esta manera de organizarse la que nos está llevando a un mundo que fomenta los mejores proyectos?

Más bien parece que los únicos proyectos viables son los de esos ocho tíos.

La cosa es que, como bien se entiende, estos ocho no son capaces de comprender nada: aunque erren todos los segundos de su vida serán incapaces de quedarse sin dinero. Pero su DEMENCIA les impide verlo. Viven un infierno eterno y no lo ven.

La solución que planteo es bastante evidente: el problema está en usar la moneda de esa gente. Si el número de personas fuera lo suficientemente significativo, no sería de extrañar que un efecto al portador siguiera pasándose de mano en mano, sin llegar a cobrarse..., o sólo hasta que estuviera demasiado desgastado.

Es la misma idea de la presión que pueden observar las eléctricas: si somos demasiados, sólo con apagar las luces a una hora determinada (las 21'00 horas) ya serviría de suficiente presión como para dar miedo..., mucho mucho miedo.

Pero claro, antes tienen que meterse varias personas en un mismo recinto y acordar qué es lo que van a hacer..., y aún se pueden hacer muchas más cosas.





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