jueves, 11 de abril de 2019

Relevancia y Trascendencia

Ayer la ONU se jugó el tipo ante cualquier civilización que pise este planeta. Los diplomáticos tenían una oportunidad de oro para demostrar que en la Tierra no somos más que un puñado de salvajes.




Antes de continuar y ofrecer la regla del oro que aparece en cualquier Revolución, quería ponerme en plan..., idealista. La siguiente entrada, ya si eso, la hago más pragmática. Por otro lado, estoy pensando en trasmigrar mis pensamientos a otra plataforma..., ya iré mirando.

También me fijo en que la gente, por regla general, sigue con sus ideas claramente erróneas y no se da cuenta de cuáles son las consecuencias. Yo pude observar las consecuencias cuando vi a un muchacho desnutrido en Cartagena con un alto nivel cultural y candidez en la mirada pidiéndome para comer. Se trata de una realidad que nos intentan ocultar, de la misma manera que se intenta ocultar las cifras de muertos en Europa vinculados con el Hambre.

Pero hoy toca hablar de Venezuela, porque todos estamos de acuerdo no conque ese sea un país relevante por su drama, sino que es el país donde los políticos se juegan su imagen a la hora de demostrar que son capaces de evaluar lo que ocurre. De hecho, en estos momentos, han aparecido círculos de las cosechas en Venezuela..., quizá vaya siendo hora de explicar según qué cosas..., pero hoy no será ese día.

Hoy quería hablar de un estudio de filología, la pragmática y, concretamente, la relevancia. Y cuándo tal relevancia se hace Trascendente: su conexión con lo fonético.

Y para ello desarrollaré una teoría que tengo en pañales..., con un poco de música.

Cuando tuve la oportunidad de escuchar a los diplomáticos de la ONU una enorme decepción me recorrió las entrañas y enorme vergüenza ajena ¿Qué dirán nuestras futuras generaciones ante la connivencia en la que están tantos señores sumidos? Y claro, ¿qué me dirán los de la ONU? ¡Para connivencia la de los propios políticos españoles! Su discurso en la ONU habría sido incluso más servicial a las órdenes del ordenador.

Sumidos en la más absoluta miseria sucumben a los pecados más básicos en los que puede sucumbir un ser humano: rivalidad, avaricia, vanidad o amor por el poder. Son los cuatro vicios del ser humano que rechaza el mundo social. Son los vicios que son controlados por una criatura que va marcando la pauta de una moral que es fácil de controlar; pero sólo por ella misma.

Sometidos a los designios de un enorme basilisco, que es el sistema financiero, crean patentes, destruyen mundos y, todo ello, por dinero. No por valores, no por personas, no por nada..., por algo tan efímero y tan absurdo que, por no valer, no vale ni para comer. Lo fiduciario tiene el detalle escabroso de que en sí el objeto que se usa para el intercambio no tiene valor alguno, sólo el valor que especulamos que representa.

Por eso mismo, locura es sucumbir a que todo lo demás dependa de lo que no tiene valor alguno.

Ya escribí un artículo hace tiempo sobre las cuatro evaluaciones a las que debería de someterse un sistema de información (que coincide con cómo evaluar a alumnos que aprenden un idioma) a través del cual hablaba del amoral, antisocial, inmoral y el peligroso. Son los cuatro pecados que comete el que no acepta la ley, el que no se atiene a la ética.

Y hasta aquí lo que os diría un ateo..., pero porque todos aceptamos ese lenguaje como propio: el lenguaje de lo correcto. Y esa es la razón por la cual existe una asamblea que se supone que debería de dirigir a todas las naciones. No hemos puesto una máquina que decida por las personas; hemos puesto personas. Y eso tiene una responsabilidad. De ser mejor poner máquinas para adoptar las mismas decisiones entonces no tendría sentido ninguna ONU. Y los discursos que oí fueron previsibles, vergonzosos y tristes.

Quisiera hacer incapié en una palabra: demagogia. La demagogia es como un comodín del que lo único que sabemos de él es que es malo. Cuando un político, en ejercicio de su representación, nos hace perder el tiempo haciendo mercadeo de las palabras sabemos que eso es demagogia. De la misma manera, cuando el periodista se ocupa de prolongar la mercadotecnia del entrevistado sólo consigue alimentar la propaganda de su demagogia. Cuando el humorista olvida su función sarcástica y se dedica a hacerle el trabajo a la demagogia política, en el fondo, todas las risas que resuenan son una extensión fonémica de una campaña que hace distinción entre los que piensan de una manera y quienes lo hacen de otra: una manera mejor o peor intencionada de fomentar la separación, el odio, lo peor del ser humano. Es como si lo único que importara fuera el pensamiento de nuestro amado líder.

En unas condiciones extrañas y difíciles, con tantos cortes que está sufriendo mi conexión, quisiera hacer incapié en cómo es el lenguaje diplomático y cómo en un curso de unas pocas horas cualquier hijo de vecina podría convertirse en embajador de cualquier país, dado el nivel que se observa.

Todo discurso político posee tres grandes aspectos a estudiar: la cosa del sistema, la cosa del agente y la cosa de la acción. El uso de las palabras etic hace que sea imposible evaluar qué es lo que se debe hacer o de qué manera evalúa el diplomático una situación.

Por ejemplo, podemos aseverar que todos estamos contra la violencia. Porque violencia es un término negativo, signifique lo que signifique. Sólo cuando una persona incorpora en su discurso político un término etic (como violencia) catalogándola como relativa (en este caso positiva) podemos considerar que su visión del término es o emic (no es la definición que tenemos todos, sino algo cultural que no tiene nada que ver) o es sectario, antisistema, satánico, totalitario..., caótico (violento). 


Cuando un periodista habla con su entrevistado le puede hacer la pregunta trampa: ¿está Vd. en contra de la violencia? ¡Todos estamos contra la violencia! La pregunta Relevante es: defíname violencia (dentro de nuestros términos culturales). Esto es, los términos etic no son suficientes como para definirse en nuestro mundo y nuestra civilización..., necesitamos términos moralistas, relativos, circunstanciales..., por lo que las definiciones se quedan en la inopia cuando pretendemos limitarlas a nuestro sistema de leyes.

Y lo vemos así en los discursos lo que tiene que ver con el sistema: palabras como educación, salud, abastecimiento, verdad, cultura, paz, democracia, estado de derecho, igualdad..., y las malas: opresión, unilateralidad, violencia, perversión... Crear un discurso político es muy fácil y no exige complicaciones. Traducir un discurso en otro, por tanto, también es muy sencillo.

Para cuando toca hablar del aparato del sistema,el agente es catalogado: imparcial, independiente, ejemplar, par, neutral,..., en oposición a ser, por ejemplo, totalitario. Y aquí colocaremos los adjetivos, como antes elegimos a los sustantivos, para enlazarlos entre ellos. Y observamos que, en un discurso que trascienda, no podemos combinar los de un grupo con los del otro.

Entonces es cuando pasamos a la acción: restablecer, impulsar, crecer, encontrar soluciones, dialogar, dar apoyo, evitar, permitir, agradecer, pretender negar,... Más y más palabras sin significado, como alpiste para los poyos. Palabras que podrían tener algún sentido si se saben usar más allá de para mentir, de para ocultar la verdad, de para conquistar y someter o dejarse llevar por la inventiva.

Y, como notas musicales, el diplomático busca con cautela entonar un
  • DO: Agradecemos a la audiencia su presencia aquí...
  • RE: El debate se encuentra en esta situación, según observamos...
  • MI: El contexto en el que se encuentra el mundo y la cosa por la que nos reunimos...
  • FA: Y observamos cómo todo esto es responsabilidad de un villano...
  • SOL: Esto nos empuja a llevar a cabo una serie de acciones...
Como si fueran las cinco notas de la escala japonesa, el diplomático más cauto se preocupa de lanzar una melodía DO-RE-DO-RE-MI-DO-RE-MI-FA-DO-RE-MI-FA-SOL-RE-MI-FA-SOL...

Pero esas notas suenan cobardes, sobretodo cuando al llegar a las agudas eligen tiempos más rápidos, como si no se atrevieran, para luego repetir con intensidad en todo el discurso para dar a entender que no es posible terminarlo de otra manera. Como si en todo momento hubiera estado haciendo más énfasis en do-SOL-do-SOL-do-SOL-do-SOL

Hemos visto discursos más valientes, con un tono muy diferente, ¿recordamos al Che? Cuando en la ONU decía abiertamente que habían ejecutado y que volverán a hacerlo: los discursos valientes se saltan las notas que pesan demasiado... DO-RE-SOL-MI-FA-RE-SOL-MI-FA... Para usar pausas, silencios, allá donde algo sea difícil de asumir..., porque no hay música sin silencios. Todo cuenta.

Pero no, no cojáis ahora un piano y probar a ver cómo suena. No sonará interesante. Habría que perfilar muy bien para que denotara los sentimientos del contenido del discurso.

En realidad los discursos asamblearios deberían de estar compuestos por plantillas en los que los siguientes en leer su comunicado vayan apuntando los aspectos que hayan sido dichos por los anteriores y así, usando checkbox, rellenar la respuesta preparada que se tenía por si hubiera sido mencionada en el discurso.

De la misma manera, mediante radiobox, tener un conjunto de plantillas de respuesta a partir de quién fue el anterior en decir qué cosa, como diciendo que la primera opción tiene una respuesta más contundente, dada la circunstancia del discurso.

Eso nos traería un discurso un poco más inteligente, más de escucha: al menos como si fuéramos autómatas. Es decir, un robot leería de manera más inteligente y debatiría de forma más contundente que un embajador de la ONU. Sería más humano.

Aún así, hubo miraditas en aquella reunión. Hubo fallos a los que un robot no habría sucumbido. Él habría sido aséptico. C3P0 podría haber sido buen diplomático, en virtud de la poca humanidad que nos queda en esa sala.

Sin embargo, ¿por qué no debatieron sobre la responsabilidad de los cortes eléctricos en Venezuela? ¿Por qué asumieron imposible ese debate? ¿Demasiado circunstancial? Ahí estaban para ganarse el sueldo, no para debatir. La ONU está para alimentar la avaricia de sus embajadores, no está al servicio de los países.


Vamos con una parábola o ejercicio mental:
Estamos en lo alto de un puente con un desconocido y vemos justo debajo un tren. Ese tren va a arrollar a unos cinco transeuntes que están sobre la vía. Pero si empujas al que está en lo alto del puente dará tiempo a esos cinco a salvarse.

No existe doble-respuesta posible, ni relativismo cultural: ¡quién se arroga en la posición de decidir por la vida ajena! Cinco personas que no deberían de estar ahí no merecen la vida de aquel que no ha elegido acabar así. No hay dilema.

Un policía apunta con un arma a un asesino reincidente que amenaza con matar a una víctima con un cuchillo. Si el policía tiene la oportunidad de condenar a muerte al reincidente pegándole un tiro en la cabeza, así no tendría que asumir el riesgo de que, en un último momento, le dé por abrirle el cuello o no a la víctima ¿Es esto otro dilema? Si lo fuera: ¿para qué tienen esos hombres un arma de fuego?

Por eso, una y otra vez volvemos a lo mismo: límites en el humor. Lo que marque la ley. Claro: ¿y dónde debe marcar la ley los límites? ¿Qué pasaría si mediante tus chistes fomentas el suicidio o impulsas al asesino a matar? El humor es un concepto etic, pero los límites siempre se definen a partir de las circunstancias..., y entonces es cuando toca interpretar. Y ahí no puede encontrarse una máquina. Un juicio humano hecho por una asamblea humana.

Cuando vemos que una máquina podría haberlo hecho mejor entonces eso es que algo falla.






Creo que ya he sido suficientemente trascendente
toca volver al lado pragmático


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