El círculo de la compasión lo que nos dice es que las personas nos sentimos afines e imponemos unos derechos y reglas sociales más privilegiadas o laxas a individuos que más se nos parece. Un mismo acto llevado a cabo por un desconocido estará peor visto que si lo hubiera hecho un familiar, que comparte genes con nosotros.
Esta teoría, nada desconocida por los biólogos, está en especial mejor explicada y desarrollada por Dawkins en El gen egoísta, donde incluso propone modelos biológicos simplificados que pueden ayudar a entender cómo se proporcionan las distintas especies en un mismo ecosistema, dando a entender que cada especie adquirirá un rol específico para mantener el equilibrio.
Es un tema de especial interés, porque el propio Dawkins pudo insinuar que la procedencia del egoísmo o el altruismo debía provenir del afán replicatorio de los propios genes; obviamente, en biología, cuando se dice que tienen alguna clase de intención no es tal, lo que pasa es que puede darse tal confusión debido a la enorme correlación entre la configuración azarosa y los resultados conseguidos.
El asunto más importante es que Darwing se planteó: ¿hasta dónde debe llegar nuestra compasión? Y Jesús Mosterín, que para algo ha escrito un libro, responde que todo ser sintiente es susceptible de agradecer o aprecibir tal com-pasión. Por tanto, en sus esquemas simples plantea excluir a las plantas el sentir alguna clase de cariño o aprecio hasta el punto de que si a los animales no habría que ir a cazarlos, los árboles no tendrían derecho a reclamar el no ser talados.
Tan pronto como encontramos animales que parasitan nuestro entorno, o una forma de vida que se nos haría tremendamente complicada de seguir - como el veganismo, al menos sí habría un conjunto de pautas que nos serían evidentes y, por tanto, sí serían susceptibles de seguir con sencillez debido a su obviedad.
Es tan simple como pensar que una granja no puede especular contra los instintos animales y su propia vida, y que, por otro lado, el individuo civilizado tiene capacidad más que suficiente dentro de su cosmovisión de no tener a un lobo como rival - pues hace años que abandonamos las aldeas y las lanzas. Ahora somos capaces de levantar distintas clases de muros, y de elevarnos por encima de los límites naturales.
No voy a negar que este tema me apasiona. De hecho, el círculo de la compasión me gusta llevarlo al límite para saber cómo damos explicación a cada hecho para ver si somos capaces de explicar y adelantarnos a la paradoja en sí.
Para empezar tenemos el tema del aborto: negar que es un tema candente me parecería deshonesto. Así que surge la duda: ¿tiene derecho a alguna compasión el embrión, el feto, el cigoto fertilizado?
La iglesia dice que tiene derecho a la compasión el propio esperma. Y la feminazi de turno nos dice que hasta que no supere el umbral de su c*** el ente no existe.
Bien, para resolver esa duda yo utilizo dos ejercicios mentales: uno para estudiar el umbral y otro para estudiar la coherencia del acto a llevar a cabo.
Ejercicio mental 1.
Una pareja bien avenida, con mucha pasta, decide tener un niño. Con los meses, al final consiguen embarazarse. Preparan todo para el bebé; le han comprado su cunita y ya tienen preparado hasta el nombre. Pasa el tiempo y, justo cuando llega el niño al umbral en cuestión el ginecólogo Mengele decide destruir al niño.
Si el umbral fuera que el niño existe nada más salir de la vagina, entonces diríamos que, después de romper aguas, la mujer en pleno parto asiste al comportamiento espontáneo del médico para frustarle el sueño de tener un hijo, pero justo antes de que naciera.
La cosa en sí es que, después de llevar a cabo esa atrocidad, dr. Mengele decide tirar un puñado de billetes a la pareja - a modo de compensación ¿Es justo acaso? ¿Acaso no ha hecho algo atroz que no es posible pagar con dinero?
Ejercicio mental 2.
Himler es un hombre muy adinerado y ha recogido a un indeseable de la calle para pactar con él un juego donde podría ganar un billón de marcos alemanes. Le explica las reglas con perfecta trasparencia y honestidad, y los dos se aseguran que realmente pueda ganar ese dinero bajo esas reglas. Entonces te llama y te pide que entres a una habitación. En la habitación hay dos tinajas y te explica con honestidad lo que pactó con el indigente: "Si coges esta espada y atraviesas una de las dos tinajas entonces le pagaré al indigente tal cantidad, ahora bien: en una de las dos está el y he pactado que no pueda darte ninguna clase de pista". El dilema es: si crees que podrías matar a un ser vivo, ¿jugarías? Si es que sí, ¿bajo qué reglas?
Fin.
Cuando hablamos de ética lo que hacemos es usar un lenguaje que trasciende a lo impreciso de la filosofía, pues de él sólo puede trascender lo que se consolida como un hecho. La ética se rige por una lógica modal que le obliga a definirse de manera puramente digital: por ceros y unos. Esto es, o algo se debe hacer o no se debe hacer. Lo deóntico bien puede marcarse con modelos incompletos, pero al final los actos o se hacen o no se hacen.
Nada que ver con la moralidad, donde hemos visto ciudadanos que destrozan tales conceptos con el fin de justificar sus chovinismos. Las tradiciones, los memes, los aspectos que se reiteran..., no tienen nada que ver con la ética y, por supuesto, tales costumbres son susceptibles de ser replicados con suma sencillez por una computadora de manera mucho más representativa que por cómo lo haría cualquier ser vivo en la tierra. Nuestros estadísticos, gracias a las matemáticas aplicadas, ofrecen una gama de resultados capaces de ganar al más experto jugador de ajedrez y, poco a poco, ante esa clase de decisiones que sólo exigen un leve conocimiento literario de un lenguaje digitalizable, su moralidad siempre será más fácilmente absorvida en una máquina.
Pero la cosa es que, antes de tocar el aspecto de las máquinas, quería incidir en que si no somos capaces de asumir los juegos mentales entonces no podremos darle lecciones a las máquinas, sino que más bien será al contrario - y muy probablemente no seamos mejores que los propios nazis.
Y esta última acusación no lo he dicho para que encajaran las cosas..., viene muy a cuento: cuando se tiene una apreciación conspirativa y conservadurista como la que tenía Hitler con respecto a su religiosidad y la raza aria, observamos que el vicio al que se sometió la socialdemocracia que él defendía consistió, entre otras cosas, en anteponer (como bien dice Jesús Mosterín) lo irreal a lo real. Darle importancia a cosas que no existen. Anteponer ideas sacadas de ninguna parte para darle cuerpo y forma dentro de su mundo.
Tan pronto como Hitler era vegetariano, comía salchichas de Frankfurt y calcinaba judíos. Intento decir que el pensamiento lateral y la lógica dudo que fueran su fuerte. Y que nadie me diga que este hombre no mató o tal..., el que teniendo poder consiente es responsable y, por tanto, diga lo que digan las leyes, la ética sólo entiende de ceros o unos, vacío o lleno. No hay disculpas posibles.
Volviendo al tema que más me ocupa, me imagino que lo que jamás admitiríamos es que una máquina nos atropeye saliéndose del carril sólo porque en el interior había un bebé ario. La moralidad es de lo que suelen llenar a las máquinas, y la discriminación es el primer elemento que aparece junto con la moralidad: es simplemente inaceptable someter la ética a la moralidad. El derecho natural, que es la materia de la que está hecha la ONU, impide tal trasvaloración.
Por otro lado, ¡cuánta compasión a repartir! Los psicópatas, que bien tienen una componente genética practicamente igual que el que no es psicópata, son criaturas que no comparten nuestros sentimientos pero, a diferencia de las máquinas, por lo menos se ríen de nuestros chistes. Por alguna razón, los psicópatas están a un chiste de ser criaturas inerciales.
Así que sucede algo que me es evidente: ¿qué podría pasar si a un dildo se le pusiera un par de ojos y te respondiera a las preguntas como lo haría Siri, o una de esas máquinas que están vendiendo como si fueran nuestros mayordomos virtuales? Enamorarse de una máquina supone otorgarle un tipo de compasión que podría representar un desapego con sus semejantes.
Y es que podemos jugar, fingir, hacer como que queremos a algo como si fuera alguien..., pero se trata de recipientes vacíos.
Ahora bien, ¿qué decir para cuando hagamos que esos recipientes tengan consciencia? Función que no es difícil de introducir, porque tiene menos exclusividad de lo que parece según mis teorías ¿Dónde ubicaríamos el dolor en la máquina, el cual es la primera gran verdad en la tradición budista? Está claro que si empatizamos con las reacciones de la máquina producidas por su dolor, entonces podría asociarse un marco común entre los dos..., pero esto es más largo de contar - algún día explicaré mi sistema VAWM, que es muy muy largo de contar y lo terminé por subir....
Hasta la próxima
sucedáneos.
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