viernes, 28 de diciembre de 2018

Relato

En los tiempos más sucedáneos dos antiguos compañeros de universidad se encuentran casualmente en un bar, y tienen la oportunidad de recordar los viejos tiempos. A ella le ha ido bien en la vida, y a él no tanto. Pero él siempre fue muy audaz, y la vida le ha dado un aire de extraña toxicidad, o carácter dañino.




- ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo te ha ido? - dijo ella mientras se acercaba donde se encontraba él.
- ¡Ah, hola! Han sido muchos años, sí ¿Eva?
- Sí, Eva.
- Sigo en el paro, de vez en cuando me sale algo ¿Y tú?
- Trabajo en unas oficinas por aquí cerca ¿Cómo te va?
- Bien... - el ambiente, por un momento se volvió tenso para él, pero había una candidez en ella.
- Recuerdo cuando teníamos esas conversaciones. Eran muy graciosas, con los años te entra nostalgia porque te das cuenta de que eran como pequeñas experiencias. Algo que compartes con tus seres queridos, por evitar la soledad. Y hay un cierto candor en todo ello.
- Supongo que sé de lo que hablas..., ¿sabes? Tengo una propuesta que hacerte: como un juego, si ganas te daré el poder de viajar atrás en el tiempo, pero si pierdes tendrás que pagar un alto precio.

Eva se quedó extrañada del giro, en el fondo ya lo conocía: era un wuasón. Pero habían pasado muchos años, ya no eran chavales - y no se conocían de nada. Un aire frío fue entrando en el bar mientras observaba cómo escribía una nota en un papel con un aire discreto. Era la típica nota que escribía denotando una broma que, macabra o no, esperaría ser desvelada justo al final de la misma. Pero claro, ¿una apuesta? Cuando te va bien en la vida nadie apuesta nada.

- Te agradezco el juego..., pero, la verdad, tengo amigos en la otra mesa..., y.
- Tarde. Para cuando decidiste venir a mí ya ejecuté la acción. Lo que perderías sería lo que más apreciabas. Y ahora no lo podrás recuperar.
- Yo no he dicho que jugaba..., ¿qué dices que has hecho?
- La apuesta era que podías volver atrás, pero si perdías yo mismo mataría lo que más aprecias en este mundo. Lo destruiría de manera irreversible.
- Sé que tiene que haber truco, pero no sé qué intentas decirme.

Al amigo se le cambió el rostro, aprovechó para doblar bien doblado el papel y apartarlo de sí mismo sobre la mesa; mientras, ofrecía una sonrisa siniestra con la mirada plácida de aquel que había hecho lo que ya tenía que hacer.

- Lo que intento decir es que volver ya sea con tus amigos, con tu hijo o novio, aquel que sea víctima de lo que confieso que he destruido y que queda reflejado en ese papel; todo eso no lo recuperarás jamás. Jamás volverás a vivirlo por no haber querido entrar en este juego para ganar. Porque peor sería que hubieras querido aceptar la apuesta para encima sentirte perdedora. Aquello que tenía que hacer ya lo hice desde el primer instante, pero no te diste ni cuenta. Y ahora ya es tarde para enmendarlo. Lo hecho, hecho está y es la base de cualquier relación que pretendas tener, porque lo he eliminado incluso delante de tus narices y, entonces, no quisiste denunciarlo. Pero era lo que más querías, lo que representa todo en la vida.

Ella hizo ademán de querer coger el papel, pero él le puso la mirada: "No..., del todo". Una mirada dubidativa que le obligaba a dudar sobre si era o dejaba de ser, si ocurría o dejaba de ocurrir; tan pronto como ella despreciaba el papel para volver con sus amigos la mirada se hacía más penetrante, más de invitación a leer la nota escrita.

¿Qué era lo que ponía nota? ¿Cuál era la confesión que tenía reflejado el viejo compañero de universidad? ¿No es ese el prospecto oscuro que, en el fondo, todas las personas deseamos desechar para olvidar para siempre y así no tener que aceptar que allá cuando todos éramos iguales nunca fue así? Es posible que hubiera algo oscuro en su interior, y algo dentro de ella le obligaba a tener que acabar con ese juego.

- ¿Pasa algo si leo la nota?
- Pasa que si descubres en ella algo que no esperas, la victoria o derrota será supina.

Dejó el bolso sobre la mesa.

Miró a los ojos de su antiguo amigo.

Se inclinó hacia adelante para recoger la nota.

Se enderezó de nuevo con la nota en sus manos.

Volvió a mirar a su excompañero.

Desdobló la nota sin mirar lo que había en su interior.

Respiró hondo.

Leyó la nota.

"El tiempo. El tiempo que quieras dedicarle a la gente que más aprecias."



Hasta la próxima, sucedáneos.

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