martes, 25 de diciembre de 2018

Las maneras que tienen

Me pregunto de dónde viene esa obsesión que tienen muchos de crear su propio cortijo particular. Asumen sus privilegios democráticos con ausencia de responsabilidad, y entonces es cuando la asociación se sectariza a través de la tendencia al pensamiento único. Pero hay una fuerza con la que no cuentan.




Algunas personas morirán ricas, otras en desgracia continua. El mundo es miserable, las cosas como son. Pero lo miserable no es que hayan diferencias sociales, lo miserable es que quienes viven mejor no es necesariamente porque se lo merezcan. Simple y llanamente.

Y las diferencias son demasiado importantes como para que tengamos que aceptar algo así; y tenemos que hacerlo ¿Qué podríamos hacer para remediarlo?

La meritocracia es un factor de calidad odiado por los corporativistas. Ellos prefieren la hermandad. Prefieren taparse las vergüenzas mutuamente. Sin embargo, ¿es legítimo comportarse así? Cuando nos obsesionamos en taparles las vergüenzas a nuestro hermano lo que en realidad hacemos es tocarle sus genitales con nuestras manos: es indigno para él y lo es para nosotros. Nunca un gesto así puede considerarse dignificante.

Cuando era pequeño no defendía a mis mejores amigos, ni les protegía. Sólo decía la verdad de cuanto sucedía. Y ese comportamiento no me hizo perder amigos, pero sí hizo que los que tenía lo pasaran realmente mal. Nos infringían castigos físicos desproporcionados por actos que no habíamos hecho y, cuando veía otro acto injusto a un amigo, cuando le obligaban a ponerse con los brazos en cruz y de rodillas, entonces me levantaba de mi sitio sin pestañear y me arrodillaba con él para levantarle en peso. Yo podía aguantar un castigo injusto para mí, pero no para mi amigo. Eso es querer enseñarle a mi amigo lo que es ganarse el respeto a base de méritos reconocibles. Y, para que fuera reconocido como tal, era una actividad que repetía sin pestañear.

La ética es algo que el funcionario suele desconocer cuando éste no tiene que rendir cuentas ante nadie. No existe cargo que albergue méritos si éste no tiene a nadie por encima. La democracia exige un pacto social, una razón por la cual cada individuo se encuentra haciendo cuanto hace. Cuando se rompe el pacto social se rompe la paz social y ya solo queda la amargura de una sociedad que finge ser meritocrática, cuando es corporativista.

Cuando la sociedad acalla a los más aptos, poco a poco se va empudreciendo, hasta el punto de que empieza a eliminar arcanos que son pilares de la civilización. Así, los templos también se desmoronan, así como toda la cultura y la historia se hace nostalgia - pues los hitos serán cosa del pasado. No es de extrañar que con la muerte de los arcanos la locura sea la que impere y, con el tiempo, la gente volverá a la jungla tras un periodo transitorio de idiocracia.

Ya ha habido mundos distópicos en el cine que ayudarán a comprender cómo se degrada una sociedad, cómo se empudrece. Primero tenemos la bipolaridad expuesta en la Máquina del tiempo, después la sociedad procede a convertirse en lo que se presenta en la película Idiocracia y, para cuando pasemos por una etapa transitoria tipo Mad Max, sólo las familias que se hayan acostumbrado a vivir de los recursos primarios de manera autóctona ganarán liderazgo y, por tanto, ocurrirá como en las sociedades de la América precolombina: abandonarán sus grandes hayazgos tecnológicos y volverán a la subsistencia.

Mientras tanto, los mezquinos seguirán haciendo escuela y los viajeros que vayan al pasado ignorarán a los actuales eruditos - para centrarse en los únicos que aún preservan algo auténtico.

¿No os habéis dado cuenta de que los supergenios, en una sociedad tan superpoblada y civilizada, han desaparecido? Parece que molestan: los journals no quieren ese tipo de figuras, ese tipo de conferencias, ese tipo de profesores..., es cuanto menos triste: porque son los primeros síntomas del declive de la civilización.

Otros síntomas es cuando el radicalismo en el feminismo que criticaba Simone de Beauvoir ha pretendido mantenerse en boga, cosa que, para que sobreviva, deberán sacrificar conceptos demasiado puros: como el amor. Quieren destruir nuestra civilización: ¿acaso la ministra jamás podría casarse por amor? ¿Qué derecho tienen de decirnos qué sentimos por dentro?





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