sábado, 21 de octubre de 2023

Robar con naturalidad

La propiedad no es un derecho natural, ni tampoco es una manifestación de ningún ser vivo. La propiedad no refleja humanidad, ni tampoco es un elemento que funcione más allá de los colectivos. La civilización existe debido a que existen los colectivos, pero los individuos lo único que tienen es proyectos de futuro, imagen y honorabilidad, asociado todo a una intimidad y a un derecho básico de existencia y coexistencia con el resto de la gente. Es por ello que la redefinición de lo que pretende ofrecer la propiedad es justamente lo que hace que entendamos cómo se define una persona.

Podemos empezar por lo más básico: los perros no defienden su propiedad, lo que hacen es asustarse de lo desconocido, proteger su comida, hacer caso a su instinto de supervivencia..., pero no etiquetan las cosas como propiedad de alguien. Saben lo que es el sabotage, saben lo que puede desordenar o ensuciar las cosas, saben lo que está marcado como humano y lo que está marcado como perruno, pero no parece que sepan lo que es la propiedad propiamente dicho. Y si los perros, que son tan gregarios, no lo ven menos aún lo verán los gatos. Sabiendo que los gatos, como un acto de desprecio, suelen ser solidarios y ofrecer su presa a sus vástagos más inútiles. Son generosos por naturaleza, y expanden su mundo más allá de las supuestas fronteras de la propiedad de nadie.

El ser humano se inventó la idea de propiedad, inicialmente tuvo un sentido básico: proteger tu trabajo sedentario frente a las hordas nómadas. Aquello en lo que dedicas tu esfuerzo y proyecto personal no está bien que te lo pisoteen. Si eres agricultor, luego un recolector cualquiera que vaga por todas las tierras no tiene derecho a quedarse con lo que es tuyo. Vives en unas tierras y entonces unos indeseables se creen con derecho no solo a vivir contigo, sino que además tendrás que compartir tu esfuerzo y, además, deberás aceptar sus condiciones solo porque son más fuertes que tú. Obviamente, eso no es civilizado. Eso es robar, extorsionar, agredir..., eso no es civilizado.

Pero aún así, no tiene que existir propiedad para hablar de robo. La propiedad se impuso después: una planta nace, ¿y es de tu propiedad? Hay una montaña hermosa con una puesta de sol, ¿propiedad de quién? Mises lo tenía claro: para darse uno cuenta de lo absurdo que es Mises hay que leer a Mises. Aún así habrá mucha gente poco honesta que citará sus palabras..., pero nadie tiene el rostro suficiente como para sostener algo más que dos o tres citas juntas.

La propiedad no tiene naturalidad porque los elementos racionales que lleva a cabo el individuo son como las palabras de un lenguaje: el significante adquiere importancia en la medida de que exista un colectivo que le dé valor. Si no, no hay valor en las palabras. La propiedad es de los colectivos, y es una buena fórmula para defender lo que realmente importa: intimidad, proyectos, imagen... Pero defender la propiedad privada como cosa en sí eso es como creer que el dinero tiene valor en sí.

Si desaparece la palabra propiedad, como si desaparece el dinero, si encontramos otra manera de calcular divisas (a lo que también podríamos llamar dinero), o si encontramos otra manera de demarcar los límites del respeto o el espacio personal (a lo que también podríamos llamar propiedad)..., eso es como cuando se habla de Dios. Dime qué entiendes por creer, existencia o Dios y te diré si creo o no en él. Eso decía Unamuno: el existencialismo está por encima de palabras tan inocuas como propiedad, Dios, dinero... Sabemos que son para-sí de un colectivo: existen mientras haya personas que le den vida. En una isla desierta, el náufrago solitario es ateo, indigente y pobre - aunque quiera seguir manteniendo como un loco sus tradiciones, o tenga alguna esperanza de ser salvado manteniendo su billetera intacta.

El robo más natural que existe es lo primero que se le enseña a los niños pequeños que deben respetar: todo objeto abandonado es susceptible de recibir mejor uso por parte de quien se imagina qué hacer con él. Es una ley natural de toda especie: reciclar cualquier cosa abandonada para darle mejor provecho. Y esta ley en ocasiones habla de una forma de robo, solo hace falta que la sociedad quiera transformar la palabra: reguisar, reciclar, agenciar, reenfocar, tomar prestado... El colectivo se inventa un nuevo término de manera justificada o no, con el fin de no usar la palabra robar.

En cualquier videojuego se supone que el héroe puede disponer de cualquier cosa que vea, no existe la propiedad. Hay videojuegos donde se llega a poner límites a la propiedad. En Elder Scroll Oblivium, cada objeto tenía un dueño - a excepción de los objetos de una PNJ que, a diferencia del resto de las demás casas, no estaba marcado como propiedad de esa PNJ, y esa PNJ tenía el aspecto de una actriz española comunista. Ya digo..., excepciones.

Lo natural es no reconocer la propiedad, le sale natural a cualquier animal - y eso favorece la evolución más natural. Me refiero a la evolución que permitió al hombre de las cavernas sobrevivir: si ves un hacha y crees que puedes sacarle mejor provecho entonces la usas: tiene derecho en la sociedad quien mejor provecho le puede sacar al objeto. Eso es el pensamiento colectivo de la supervivencia de la especie. Es robar con naturalidad. Y no digo que sea correcto, porque nadie tiene derecho a arrebatarle el derecho de crecimiento a nadie: yo no le he otorgado a un tercero el poder de evaluar si mis cosas estarán mejor bajo su provecho personal. Pero, desde un punto de vista de la naturaleza humana, lo dicho anteriormente es el principio rector de la mayoría de los robos: el ladrón es una persona que supuestamente le saca mejor provecho a aquello que roba, y por eso se justifica.

El asunto es más grave de lo que parece: en una ocasión una madre creyó que una tienda estaba desatendida (la mía), e invitó a su hija a que entrara a coger lo que más le guste. Las pillé con el carrito de los helados, y su justificación fue: "es que parecía que no había nadie". Una reacción rápida, sincera.

Me habrá pasado más veces, pero la clave está en que el subterfugio funciona gracias a que la vergüenza actúa contra estas medidas. Los animales que pretenden trabajar de cara a la comunidad primero no deben reconocer la propiedad (para que aprendan a reciclar) y segundo deben experimentar vergüenza (para no intoxicar ni tampoco destruir los proyectos ajenos). Por lo que deben reconocer el trabajo ajeno, sentir admiración o envidia, saber qué es la intimidad para proteger el proyecto familiar, etc...

Llama mucho la atención cuando estos principios se rompen y se crea un estado de la nada. De la misma manera que se pone el foco en una idea identitaria que no existe en la idea de patria, si no es a través de la cultura y sus significantes. Se crean países, bajo el amparo de que sean otros los que lo hayan hecho, o bajo criterios tan absurdos como que tienen monarcas. El bronce se distinguió justamente por hacer creer que tiene más valor quien aparenta tenerlo; al final se conforma el ejército de los necios, que es la base y el sustento del nacimiento de las naciones delimitadas por propiedades privadas.

Y de esos polvos estos lodos.

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