lunes, 13 de junio de 2022

La ciudadana y el idiota

Hoy quería contar un testimonio que, por su momento sincrónico, tocaba contar ahora - pero que, empero, seguro que habré contado implícitamente en otro momento. Además de que me ha servido en varias ocasiones para describir comportamientos. Nótese que ahora estoy dentro de un ciclo de investigación relativa a la "interpretación" y, por tanto, ahora la temática se centra en la pedagogía y asuntos por el estilo.

Huelga mencionar algo que considero interesante: cuando cuento testimonios no es como cuando cuento relatos. En la escuela de periodismo algo que se suele contar es que el "relato" se debe distinguir del "cuento" conque el cuento es ficticio, y el relato no. Sin embargo, aquel que se ha fijado en mi manera de escribir en mis blogs se dará cuenta de que mi definición de "relato" no es lo que le enseñan a los periodistas: para mí un relato es prácticamente lo mismo que un cuento, salvo que el relato podría ser verdad o se cuenta de manera realista - se cuente lo que se cuente. El cuento, sin embargo, para mí suele abogar hacia reseñas juveniles, algunos rasgos simplificadores como ya he detallado (orgánica, gramática o ética). Si bien los relatos, para mí, pueden ser infantiles y fantasiosos, puede que el grado de simplicidad sea demasiado sutil como para llamarlos "cuentos". Por supuesto, en contraposición a todo esto, un testimonio para mí es lo que le dirías a un juez: toda la verdad y sin remilgos o vericuetos. De la misma manera, cuando cuento testimonios en un blog no es como cuando se los contaría a un juez: en mi blog me tomaré ciertas licencias poéticas - evidentemente.

La razón por la cual renuncio a usar el término técnico "relato" tal como la usaría el ortodoxo es como castigo a lo "convencional". Es decir, la mayoría de los relatos que he escuchado o leído siempre me han parecido cuentos infantiles, absurdos, mentiras obvias..., imposibles de ser aceptados en un proceso judicial, aun con la licencia que da el periodista que no ofrecería un juez. No hay que olvidar que para mí un periodista es como un fiscal - en mi modelo de democracia. Por tanto, sí acepto los testimonios que suelen dar las personas cuando los cuentan los periodistas que han dicho lo que han dicho; pero no acepto sus relatos, tan llenos de filtros sospechosos o claramente falsos.

Por esa razón para mí un relato es una historia fantasiosa o verídica contada con visos realistas y que, de estar más orientado a un público infantil, tendría el mismo formato de un cuento.

La percepción de que lo que voy a contar es un relato para mí, y no debe ser así - pero es así, me sabría insultante. Lo que voy a contar es un testimonio, que tendrá que ser completado de mejor o peor manera añadiendo recursos literarios que ayuden a visualizarlo mejor. Pero eso no lo convertirá en un relato, porque lo que importa aquí no es cómo cuente la historia, sino el hecho de que lo que voy a detallar es completamente cierto, aunque suene poco estético o rompa esquemas.

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Hace años, creo recordar que fue en el primer año de universidad, un profesor consiguió publicar a nivel nacional en una revista prestigiosa, la revista era Novática. En la facultad este profesor empezó a recibir palmaditas en el hombro, y mucha gente se sentía orgullosa de él. Así, hablando entre elogios, llegó hasta mis oídos y se me ocurrió preguntarle a una buena ciudadana, profesora de la facultad, cómo se conseguía publicar o cómo se podía llegar a ser alguien así... Ella comprendió la cuestión y erró al darme el siguiente consejo.

Antes de nada, comentaré dos hechos históricos: el primero era que a esas alturas ya tenía conocimiento de la farsa académica; cómo las secretarías académicas eran un caos, cómo se perdían los documentos oficiales, que el examen más oficial del país (selectividad) era una farsa basada en listas blancas y negras (me constaba oficialmente) y que no podía esperar nada del profesorado en su mayor parte. El otro hecho era que muchos años después (como una década más tarde o así) contacté con Novática para publicar un resultado y el máximo responsable no fue capaz de decirme ni sí ni no durante meses y meses..., en un bucle infinito.

La buena ciudadana me dijo que solo tenía que dirigirme a él y preguntárselo. Yo me hice el remolón, no sé si supe fingir timidez, pero realmente me suponía lo que podía pasar, pero ella me insistió. Así que, con toda mi buena fe, me dejé convencer; y ahora es cuando toca hablar sobre la historia del idiota.

¿Qué es un idiota? Un idiota es un sujeto que saca un provecho personal de lo público, que se vuelve egoísta de manera irracional. Así es como queda definido desde el latín, si le damos un carácter válido a su etimología. Aunque hoy día un idiota es lo mismo que un tonto, personalmente no uso la palabra idiota como insulto, y mucho menos como equivalente a un tonto - más adelante aparecerá esta figura, sino como un apelativo que describe a un tipo de individuo dentro de la sociedad: un ciudadano podrá ser muchas cosas, pero no un idiota.

Me dirigí al profesor y, con todas mis capacidades intactas de brillantez en el arte dramático que caracteriza a quien quiere creer que realmente se le va a presentar la oportunidad de encontrarse con un ciudadano ejemplar, le dije que había llegado a mis oídos que él había conseguido publicar en una prestigiosa revista - lo cual me parecía admirable... No recuerdo los términos que usé, pero entonces le pregunté cómo había conseguido publicar, qué pasos había que seguir.

Llegados a ese punto, y esta historia la llegué a repetir cinco o seis años después a sus compañeros delante de la máquina de café, para dar un ejemplo claro de cómo estaban las cosas con ese señor; cómo era posible que le tratara de manera tan hosca... Y es que años después se tornaron los roles, pero ya contaré esa parte. 

Llegados a ese punto, comprendo, el profesor podría haberme mandado a la mierda de buenas maneras, como yo esperaba que hiciera, o podía sorprenderme diciéndome algo más comprometido... Podría decirme "estudiando mucho y documentándose". Ante lo cual le habría dado las gracias y habría vuelto con mi amiga la ciudadana. Pero no, porque bien podría haber sido más embriagador al decirme algo que pudiera romper mis esquemas para hacerme desaprender algún vicio que pudiera tener: "respetando incluso los documentos que parezcan absurdos", o incluso podría haberme dicho algo del tipo "aceptando las teorías más locas para refutarlas de primera mano", me imagino un "no descansando ni para comer o dormir salvo para ejercitar tu deseo o convicción de ser mejor"..., me imagino múltiples respuestas que habrían sido algo más que un "vete a la mierda, y estudia" y que, por supuesto, jamás se me habría ocurrido que ese hombre me las fuera a decir. Aunque sí es cierto que me dirigí a él esperando ese tipo de respuestas, después de que la buena ciudadana me recomendara preguntarle. Y es que una persona con vocación siempre tiene una respuesta que ayude a desaprender, a encontrar la manera de desintoxicar tu propio comportamiento para acercarte hacia el camino de lo que muchos llamarían virtuoso.

Pero no, no fue así. Ese profesor lo que hizo no fue ni un leve gesto. Más bien fue la expresión: una cara de asco y repugnancia ante mi presencia. Años después aclaró que la razón por la cual se comportó así fue porque se estaba dirigiendo ante él un mero alumno de primer año, y que el publicar era algo exclusivo para gente de su nivel. Que era lógico responder o reaccionar de esa manera.

Por mi parte, internamente, no pudo hacerme daño. Pero lo utilicé, ¡vamos si lo utilicé! Pude volver a la ciudadana, ella vio lo mismo que vi yo aun estando un poco más lejos. No tuve que darle demasiadas explicaciones, ya se ocupó ella de "disculparse" por su compañero. Aunque los dos entendíamos que estábamos ante un completo idiota. Creo que éramos conscientes de que la profesora, por buena ciudadana, había sido un poquito..., tonta. Y es aquí cuando hay que percatarse de que para mí un ciudadano puede ser tonto, pero no idiota. El tonto es un término que expliqué en mi otro blog porque lo considero muy importante: de hecho griegos, ejipcios, sumerios, etc..., habían considerado a sus dioses como si fueran tontos; es una catalogación que pueden tener las criaturas más perfectas.

El tonto bien puede ser considerado un bruto, un iluso, alguien que ejerce una función porque es la que debe llevar a cabo. Como cuando se cuenta que Dios paseaba por el paraíso y se mostró ante Caín y le preguntó por su hermano al que acababa de matar. Pero Dios, ¿Vd. no era omnisciente y omnipresente? Es por ello que para mí el tonto es quien ejerce su función con la ilusión de esperar que todo fluya como en teoría debe ir. Sin llegar a ser un imbécil, porque el imbécil es el que actúa sin criterio alguno.

En este mismo blog he llegado a poner un test para saber si la gente es tonta. Ese test se fundamenta en la pirámide de Maslow. Es decir, en la medida en la que un ciudadano dispone de todas las herramientas y es buena persona, solo el tonto las desordena cuando la prioridad de su uso es único. El tonto tiene una visión del mundo que no encaja porque le ha dado importancia a cosas que no corresponden en ese momento. Para cada situación corresponde desarrollar unas herramientas u otras. 

Por eso consideraba que esa buena ciudadana, que me infundió una pena entrañable, era tonta. Me habría gustado abrazarla para compadecerla de su torpeza, pero los cánones establecían que, supuestamente, la víctima era yo al haber recibido yo el gesto de odio en la cara de ese idiota.

Unos años después esa profesora tuvo episodios psiquiátricos. Y no era violenta, entró en depresión mientras intentaba seguir haciendo su trabajo en la universidad - y los alumnos notaban, según me contaban, cómo poco a poco se iba degradando más y más. Ojo a la toxicidad del ambiente universitario.

Por otro lado, ¿qué pasó con el idiota? Pues bien, pasaron dos cosas: unos años después de que explicara a todos mis compañeros usando "anónimos" (que da igual, porque al final se vale de la herramienta de la difamación a través de los ataques por la espalda) porqué reaccionó así, fue uno de los profesores que me atacaban por la espalda, por los pasillos, en lo alto de la escalera..., de manera reiterativa, que acababa en comisaría, era excusado por el juez... Y que fue diagnosticado por un trastorno obsesivo compulsivo por un psiquiatra - como si eso pudiera explicar su idiotez. Es curioso que la universidad solo sea capaz de contratar gente de psiquiátrico (literal, no es broma). Algunos con antecedentes penales con o sin juicios pendientes (creo que se dice "en firme").

En ese tipo de ambiente era difícil que pudiera conseguir el título de ingeniero - esa fue mi tontuna. Es difícil saber hasta qué punto perdí mi tiempo, o lo supe aprovechar valiéndome de los recursos de los que disponía.

Con los años algunos jueces llegaron a usarme como perito judicial para algunos procesos de informática, y esto acabó a oídos de mis profesores - que empezaron a tomarme un poco más en serio, porque los mismos jueces consideraron necesario contrastar mis peritajes con mis profesores. Así que, coincidiendo con mis últimos años en la universidad, ocurrió algo que, a mi juicio fue gracioso: ¿cómo debe actuar el buen ciudadano cuando es el idiota el que le pide consejo?

Me quejaré, y con motivos, cuando los jueces han favorecido tanto y tan bien a los criminales de este país, pero hay que agradecer la vocación de servicio de algunos jueces que tuvieron la paciencia y la devoción necesarias como para hablar bien de mí y provocar así esta anécdota:

Estaba andando por los pasillos de la facultad de las matemáticas y, para mi sorpresa, se me pusieron delante dos profesores de la facultad de informática - de esos que suelen publicar y dirigir proyectos de investigación. Uno de ellos me dijo que escuchara la propuesta del segundo...

He pensado escribirlo en forma de guión, pero entonces perdería la fuerza del testimonio y parecería un relato - porque no puedo recordar realmente lo que se dijo en su orden. Pero debemos comprender que eran un profesor serio de carrera y un profesor de broma. El profesor de broma era un sujeto que había conseguido su puesto por amistades, y "compatibilidades judiciales y ejecutivas", además de tener antecedentes penales, una orden de alejamiento conmigo..., y era un idiota. El profesor serio, sin embargo, tenía barbas y, debido a su genialidad, nunca sabré si me lo trajo como carnaza o si realmente quería crear una conversación técnica.

El objeto de la conversación era una idea que se le había ocurrido al idiota..., que, de hecho, no era más que una idiotez. Me centré en detallar porqué no tenía sentido, era relativo a una manera de almacenar los documentos gráficos..., insisto en que no recuerdo los detalles, pero en cuanto me puse a fiscalizarlo me asaltaba con cosas sin sentido, yo le explicaba porqué no era posible, que a qué se refería con una o tal cosas... Al final descubrí que lo que decía no tenía ni pies ni cabeza, así que se lo expuse y se lo demostré de manera clara y explícita.

Lo peculiar y anecdótico de la conversación fue que al final el idiota mostró un rostro de "tristeza", como si le hubiera roto el corazón, como si hubiera actuado con demasiada crueldad ante un sueño... Y claro, ¿cómo es posible que tuviera tan poca memoria? ¿Acaso yo no tenía derecho a ser cruel con él después de cómo se había comportado conmigo desde el principio? Y es cierto, en un momento dado, no solo me limité a decirle que ese proyecto no era realista, sino que además me regodeé para así desahogarme un poco ante ese agresor confeso.

Desde mi punto de vista, el barbas siempre me pareció un completo cínico: al fin y al cabo, no es de buenos ciudadanos alegar la imposibilidad de echar de su grupo de trabajo a sujetos que agreden a alumnos, o reclamarles que cuando sean agredidos no hagan tanto escándalo. En este sentido al barbas no podría otorgarle demasiado respeto. Pero hay que decir que cuando destrocé y urgué por todas partes al idiota al menos en ese momento pudimos compartir alguna clase de complicidad.

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Bien, señores, por eso si bien puede ser malo ser tonto - en cuanto a peligroso, no crean que por conseguir el éxito el ser idiotas les vale la pena. Ya sea en pastillas o en fantasmas siempre la idiotez te perseguirá y no te permitirá avanzar porque todas tus espectativas corren el riesgo de ser humo.







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