viernes, 17 de junio de 2022

Las voces de la madurez y lo universal

Debería de tildar esta entrada como "teoría", y posiblemente lo acabe haciendo. Cuando escribí mi novela reconocí como unas seis voces diferentes; estas fueron escritas basándome en "Juego de tronos", donde los capítulos estaban diferenciados con distintos tipos de narradores que dirigían su lectura hacia un protagonista en concreto. Al leer ese libro algo despertó en mí, y, por otro lado, alguien me recomendó que escribiera un libro - lo cual ya fue la gota que colmó el vaso: era el momento y tenía la idea de cómo hacerlo. Quizá solo quedaba elegir un tema.

El asunto es que acabé escribiendo mi novela "Luces y espectros" con 24 voces diferentes; o al menos esa fue mi intención. No espero que jamás me lo reconozcan en vida, pero al menos la pequeña élite que haya leído la novela habrá tenido la oportunidad de compartir esa experiencia.

En esta teoría de las voces llegaremos a la conclusión de que deben haber 40 voces. Lo cual es un número muy antiestético para mi gusto; suena como a Alí Baba y los 40 ladrones, pero más adelante lo justifico. Así que procederé a explicar cómo configurar una voz:

¡Ábrete sésamo!

Un árabe colega me explicó que sinsin era sésamo, que hacía referencia a la piedrecita más insignificante que era reconocida. Una mera semillita. Por eso sésamo no era el nombre de la enorme roca, como yo me pensaba de pequeño, sino que era la fuerza de la voz la que con su ímpetu hacía moverse a las rocas más enormes. Y, tras esta pequeña licencia poética, ahora viene la parte científica.

Existen cuatro niveles de madurez, como se pudo apreciar en mi novela y como explico en la clasificación más básica de las funciones del lenguaje: preludio, ascendente, descendente y secuela. Correspondería con el inicio, desarrollo, final y epílogo de una obra convencional. O también con el nacimiento, niñez, adolescencia y madurez. A mí me resulta más fácil localizar las cuatro voces de la madurez en las cuatro décadas musicales que conocí: la etapa verde del primer lusto de los 80, la etapa amarilla del segundo lustro de los 80, la etapa roja de los 90 y la etapa infrarroja del milenio.

Diremos en la etapa infrarroja hay unas canciones que se podría decir que tienen un estilo específico: donde todas las cartas están al descubierto, aunque en parte en la etapa roja también hay algo de eso. Por otro lado en las etapas amarilla e infrarroja se observan puntos oscuros, o historias que suenan tétricas. La parte verde y amarilla, la década de los 80 al completo, suele tener un estilo sin censura ni complejos morales. No hay responsabilidades tangibles en el artista cuando canta lo que canta. Y, en definitiva, existe una sensación de que se puede cantar canciones más maduras en etapas anteriores, pero al revés parece como más difícil.

Esas cuatro formas de contar las historias parecen corresponder con cuatro maneras de ver la realidad y enfrentarse contra las diferencias disonancias cognitivas, lo que llamaba la confrontación de lo ideal contra lo pragmático. Es como si el autor estuviera madurando su manera de escribir con el tiempo y, claro, bien pensado, una vez alcanzada la madurez infrarroja, ¿habrá sitio para seguir escribiendo? Al menos yo soy consciente de que existe esa madurez como para saber cómo retomar las voces verdes.

Estos cuatro niveles de madurez lo hemos visto reflejado en múltiples productoras y autores, como por ejemplo Disney: tenemos los largometrajes de antes de la Sirenita, y continuamos el corte hasta Pixart, para rematarlo con la llegada del Streamming. Los largometrajes de ahora ya no serán como los de antes..., aunque nunca hay que desdeñar la posibilidad de encontrar la manera de volver atrás, puede que haya estrategias.

En cualquier caso, estos niveles de madurez hay que combinarlos con los narradores. Los narradores son dioses arquetípicos y, según mi valoración, estos dioses se dividen entre cuatro metaclasificaciones: en grupos de dioses de uno, dos, tres o cuatro. Eso implica a que no podemos decir que hayan cuatro tipos de dioses, sino uno + dos + tres + cuatro = diez tipos de dioses. O quizá me equivoque en el grupo de cuatro queden abarcados los otros tres; pero mi impresión es que debe ser así.

Más en concreto: ¿podemos encontrar en la mitología cristiana del dios único los otros 9 dioses que nos faltan en toda su jerarquía panteónica? Pues vamos a ver: 1 Dios, 2: Jesús Vs Lucifer, 3: Padre, Hijo y Espíritu Santo, 4: Los cuatro evangelios, por ejemplo.

La idea es que cada universal debe tener su propia voz; su manera de hablar ¿Debemos esperar que Dios hable de manera diferente al ideal de un Padre? ¿Qué voz le damos al Espíritu Santo: gru gru? No sé, creo que tiene fuerza esta manera de ver las cosas. Hay canciones en el pop español donde se le daba voz al espíritu santo en nombre de San Miguel, o cosas por el estilo, evocando a mitos cristianos. Por eso pienso que no es tan descabellado.

En definitiva, podría ser correcto cuestionar que pueda haber un proceso de madurez en un ente como Dios que, supuestamente, ya es perfecto como para que precise un proceso de maduración. Y, sin embargo, nuestra idea universal de lo que es maduro también necesita maduración: en el antiguo testamento Dios era un poquito más inmaduro con respecto al nuevo testamento, y muy diferente con respecto al génesis o al apocalipsis. Por eso sí creo que deben multiplicarse las cuatro voces de la madurez por las diez voces de lo universal.

Cuando nos valemos de la religión de la India observamos cómo allí sí reconocen un panteón de múltiples dioses y, además, estos dioses sí poseen periodos de maduración (el cuarto sería el famoso kali yuga). Los cuatro que menciono, concretamente. Por eso, de esas peculiares casualidades debemos extraer una cierta sensación de constatación.



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