jueves, 19 de mayo de 2022

Test de terror cósmico. CTt 1. Las trompetas

CT1. Las mañanas siempre fueron hastiosas y simples, hasta que las oías. Siempre tronchantes y que te aislaban los oídos. Era imposible caminar sin sentir un estrés que te nublara los sentidos. Ir a la oficina, aislarla del exterior aun haciendo mucho calor y que los compañeros volvieran a mirarse entre ellos. Todo era ya como un continuo. El jefe no tuvo reparos en instalar el aire acondicionado y, según parece, le compensó bastante. Pero, aún así, yo seguía escuchando los ruidos atronadores dependendiendo de la hora de la mañana, allá por donde caminara..., era un misterio.

CT2. Una mañana, como otra cualquiera, opté por salir de casa ya que esa era una de esas mañanas en la que no había ruido alguno, como en la mayoría de las ocasiones - las suficientes como para pretender ajustar tu calendario al margen de visitas infructuosas al médico. Pero no faltó la ocasión para encontrar una figura a lo lejos, una muchacha joven a varias manzanas que apuntaba a una calle. Necesité mirar de reojo antes de comprender que no había nada allá, salvo una mayor intensidad del ruido.

El ruido atronador se percibía a lo lejos y, a medida que me acercaba podía terminar de atisbar un significado. Era como unos gritos de niñas y cualquier otra clase de criatura, quizá pequeñas todas. Unos alaridos que marcaban un camino atronador y extraño. Creí observar ratas y gatos atravesando mi consciencia, allá donde los ojos no miran pero pasan de largo. Parecía que se abalanzaban contra el lugar donde había señalado el recuerdo de esa niña en esa manzana.

CT2.1 No era difícil recordar cómo en ocasiones piensas que las cosas tienen que ser de una manera, cuando en realidad no puede ser así. Al fin y al cabo, tras el accidente medio rostro acabó desfigurándome la presencia al completo, para no permitirme atreverme el acercarme a mujer alguna.

CT2.2 Recuerdo cuando conducía mi coche en dirección al trabajo y un camión, saltándose su obligación de parar para introducirse en la carretera, acabó arrollándome. De poco sirvieron sus disculpas para justificar que, muy en el fondo, yo lo había visto - o tenía un vago recuerdo de ello, salvo que no le presté atención a mi desatención.

CT2.3 Volví sobre mis pasos en los recuerdos y comprendí mejoré mi capacidad para percibir aquello que siempre ignoramos. Ya sea un ruido, una imagen..., el mundo está lleno de esas cosas, pero hasta que tu vida no se pone en riesgo no se replantea tu cerebro las capacidades para observar lo inobservable.

CT2.4 Es por ello que los años me permitieron lanzarme nuevas promesas: no volver a confiar en los coches y, al mismo tiempo, estar más atento a mis instintos más básicos.

CT3. Al llegar hasta la esquina fatídica se erguía ante mí un sujeto de lo más normal, salvo por los animales que se le retorcían por todo su cuerpo allá donde mi consciencia era incapaz de ver. Había figuras de niñas traslúcidas emitiendo los chillidos que me atormentaban, de manera que cuanto más gritaban el rostro y sus microexpresiones infundían en él una sensación de placidez morbosa. Estaba satisfecho con la placidez de los recuerdos mientras desatendía los alaridos que emanaban de su cuerpo.

CT3.5 La repulsión inconcebible que era capaz de contener me recordó la vez en el que el camionero se dirigió a mí para pedirme disculpas. En su torpeza debió soltar alguna clase de risa siniestra, como entendiendo que si hablaba conmigo no era ni para pedir disculpas, ni para sentirse bien, se describía un enorme sadismo en el placer de ver cómo había arrasado con su camión que, al contrario que mi coche, acabó ciertamente intacto.

CT3.6 Como orgulloso de lo sucedido fingió una serie de disculpas que aderezó de una sarna y toqueteo continuo sobre las heridas que él mismo causó ¿Cómo pudo ser así? ¿Acaso se saltó la señal no porque no la viera sino más bien por lo contrario?

CT3.7 Fue en ese momento cuando una voz interna surgió de mis adentros, un cúmulo de tonos de la profundidad lúgubre del ser y el espíritu consciente más simple que hay en todos nosotros. Retomé a las raíces de todo lo que fui y podé las raíces del entendimiento de ese loco que, prácticamente, me estaba confesando su delito. 

- Deberías morirte por ello.

- ¿Cómo?

- Si yo fuera tú, no podría soportar el dolor que he generado.

CT3.8 Dicho ésto, el camionero sádico, el tocón que manoseaba donde no debía... Se fue con su perversión con una mirada sumisa, como si algo en su mente le hubiera hecho abrir los ojos. Todo ese dolor y esa tensión le llevaba lejos de la trascendencia de un espíritu que había aceptado un consejo muy simple y, efectivamente, al día siguiente apareció en la esquela de los periódicos. No perdió el tiempo, ni él ni su familia ¿Es así como acaba todo?

CT4. 

- Tú. Tú eres el responsable de todo - le dije al hombre que se regodeaba en sus recuerdos llenos de dolor mientras me miraban clamantes las criaturas que evocaba desde su espíritu llameante.

CT5. Dicho ésto ese desconocido extrajo un arma. Lo insólito en un lugar como ése dirigido a un desconocido que, supuestamente, había podido ser testigo de algo que hiciera en el pasado. Entonces, para él, solo sería una víctima más; alguien que acompañaría a su mole espiritual.

CT6. 

- ¿Contra quién te crees que te enfrentas? ¿Acaso no es contra ti mismo?

CT7. Y fue mi voluntad que dispusiera de su arma para que acabase con su vida, y así que esa mole de horror que le acompañaba a todas partes pudiera terminar de llevárselo al infierno, donde ya nunca más volvería a crear más dolor.

CT8. Tras pegarse el tiro, los alaridos y la cohorte del sufrimiento se calmó. Pero en el trasluz de la mañana a varias manzanas y en todas las direcciones de pronto empezaron a aparecer gritos y señalamientos por distintos puntos de la ciudad. Las trompetas se intensificaron junto con mi desconcierto ¿Merece un mundo como éste que se salve del Abismo?


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