lunes, 16 de mayo de 2022

La obra como diálogo con el espectador

Cuando Él nos habla lo hace a través de la narración. En castellano la tercera persona del singular se conjuga igual que el Vd. Por eso quizá la narrativa castellana ha sido tan eficiente, o quizá no tenga nada que ver. 

La idea central gira en torno a la idea de que el lector no tiene porqué tomarse en serio lo que le dice el narrador y, por otro lado, hay como un proceso de embaucación: es como si el narrador quisiera imbuir al lector dentro de su obra para atraparlo y hacerle creer que cuanto ocurre es cierto. Ese diálogo con el lector es un juego socioléctico, donde el autor tiene que adivinar qué es lo que su mercado espera de la portada del libro.

Efectivamente, la portada, el título, la idea general que se pretende vender, lo que se lea en la contraportada... Es así como hay que empezar a escribir, entendiendo qué es lo que va a leer del exterior, y que es lo que va a oir de la gente de la calle que ya lo haya leído, así como de la crítica. De hecho, es así como escribí mi primera novela (oficial) y cómo recomiendo hacer historias completas.

Paradógicamente un ordenador lo hace, por el momento, exactamente al contrario: las redes neuronales basadas en transformers principalmente recogen el testigo de tener que escribir el siguiente carácter sin esperar ninguna clase de freno en el proceso, salvo que el usuario tire de la palanca de mano. La consciencia trabaja al revés: es el motor que mueve la creatividad animal en el sentido de que su principal función es cortar toda forma de creatividad.

Es uno de los principales errores que cometen los que hacen de cazatalentos hoy día - y que yo jamás cometí. Nunca en mi vida. Para encontrar a una persona creativa no hay que buscar a viciosos que sean un vivalavirgen, sino gente disciplinada. Las personas que se mueven bajo un orden estricto suelen tener facilidades a la hora de crear y ser completamente originales. Esto se lo explicas a un psicólogo que se las da de cazatalentos y le explota la cabeza ¿En qué modelo se basan los que pretendan refutarme? ¿Dirán que Mozart era un borracho? ¿Que Lope de Vega se pasaba el día fumando maría? Mi tesis es bochornosamente irrefutable y, lo que es peor, es irrefutable bochornosamente porque no hay ni una santa evidencia de lo contrario.

Basados en ideologías y mucho odio, los cazatalentos suelen lanzar una suerte de ideas basadas en cómo se han relacionado con sus amigos los acorbatados - gente que no ha trabajado en toda su puta vida y que no ha tenido ni una idea mínimamente potable. Ésos son sus creativos. Suelen buscar un principio de "equilibrio" que no ha sido suficientemente puesto bajo falsación. Y se quedan tan anchos.

Pues bien, en el diálogo con el espectador la espectativa es lo primero. La espectativa marca qué es lo que quiere ver o percibir, entonces entran las primeras experiencias al abrir el libro o sentarse en la butaca. La historia se abre paso gracias a las escenas de situación, las que no conforman ningún avance, sino que intentan ubicar al lector dentro de la obra. Son escenas de acomodamiento.

Sonidos envolventes en el cine, un vestuario y actos que no generen sensación de rapport, todo un elenco musical y de efectos descritos en la obra de manera que el espectador se sienta imbuido. Así como pasa en toda historia, la música se divide en dos grandes macrogéneros: el de la música con mensaje y la música sin mensaje. Pues tan pronto como la música con mensaje toca temas que describen una historia, o un arquetipo, la música sin mensaje lo que expone es cómo es el ambiente en una cámara, en un viaje... Y esto mismo sucede con algunas funciones del lenguaje: el objeto es describir de manera mucho más letargada al agente que está siendo descrito.

En estos casos es cuando las funciones del lenguaje se prolongan y observamos diferentes diálogos. Tan pronto como que en una poesía es difícil que se produzcan escenas de situación, en una novela ocurre exactamente al contrario, haciendo que la exposición de uno de los pronombres citados en la teoría de los 8 pronombres se prolongue en su anidamiento incluso hasta abarcar el capítulo completo de un libro (como ocurre, por ejemplo, en "Juego de Tronos" o en mi novela "Luces y espectros").

Es entonces cuando el narrador pasa a ser un ideal de personaje, sabiendo que no se puede dar la paradoja del tercer hombre en este caso debido a que el ideal no tiene necesidad de ser distinto del real. Sin ir más lejos, al ideal del personaje convertido en narrador bien se le puede llamar "su voz", o su idioléctica. Y es aquí donde entra en juego la maravillosa confrontación entre la idioléctica del narrador contra la socioléctica del espectador en virtud de la idea que tiene el autor de qué es lo que tiene que estar pensando en ese momento.

La socioléctica del espectador ha sido previamente filtrado por aquello de lo que ha sido consciente del título, la portada, la venta del producto... Es ahí donde el lector acaba definiéndose dentro de una teoría muy específica, intenta proyectar una idea de producto muy clara sobre la obra. Por eso cuando se me pregunta suelo responder coherentemente que el amarillismo no consiste en ensalzar los sentimientos (como el erotismo o el miedo) sino en defraudar al consumidor ofreciendo algo distinto a lo esperado.

Con la canonización de la literatura dentro de la moralidad católica para devolver al Imperio Romano su esplendor a través del proyecto de Isabel la católica, la lengua castellana depurará sus mecanismos de escritura condenando el miedo y el sexo como algo obsceno, para así hablar de otro género: el religioso, más en concreto, el católico apostólico romano. El género más puro y hermoso, ideológicamente hablando, a la hora de hacer literatura y música.

Por supuesto los autores de entonces ni chicha ni limoná. Pero eso sí, el miedo se aparta de la literatura, y el erotismo se deja para la comedia. Las construcciones basadas en enamorar a la amada fueron evocadas para constituir la idea de "amor cortés", un amor sin miedos ni erotismos; aunque muy pasional y temeroso de Dios.

Quizá fue Lovecraft et al. los que cambiaron los esquemas. Quizá fue la influencia de Mary Shelley et al. que fue abriendo paso a nuevos enfoques un tanto más inmorales. En la edad media escribir así hubiera supuesto entrar en contacto con la hoguera, y la destrucción de las obras del autor. Pero vemos en la escritura de Lovecraft algo que no se encuentra en Poe: Poe, como imita Becker, escribe novelas cortas; relatos cortos. Los relatos cortos no dejan demasiado espacio para el diálogo entre el narrador y el lector. Los nudos se suceden con cierta insistencia y, al mismo tiempo, si no hay deleite en la exposición de los hechos para imbuir al lector en esa época entonces es imposible dar miedo.

El miedo se produce cuando se invoca a un trauma grabado en nuestra amígdala: depredadores, desastres naturales, pérdidas, cárceles y, algo no muy habitual, ninguneo.

De la misma manera, la novela erótica ha encontrado la manera de hacer evolucionar el amor cortés. Pero no por ello los actores mismos son conscientes de lo que ello significa: esa es la razón por la que suelen ser ese grupo de gente los más propensos al divorcio (la espectativa frente a la narración de la realidad). El amor cortés es una farsa, pero algunos lo quieren evocar como si fuera lo primero y único válido para toda la vida. Y eso genera mucha violencia, sensación de ninguneo, venganzas, rencor...

Por eso, tan pronto como la cultura nos eleva a ver la realidad desde un punto de vista más pleno, también puede convertirse en una peculiar cárcel en el mismo instante en el que pretendamos creer que esos ídolos vacíos están rellenos con algo. Con nuestro martillo debemos comprobar que tales recursos literarios son obra artificial del hombre, no pueden existir esos pronombres porque son producto de la imaginación de un autor - de lo contrario... Sería turbio.

Es por ello que especulo que la mejor forma de crear una obra que dé miedo es ofreciendo una novela larga que vaya imbuyendo al lector dentro de la vida de los protagonistas para, acto seguido, dedicar un capítulo para juguetear con sus vidas, trabajar la posibilidad del arbitrio de su futuro, toquetear lo más imperturbable de su ser reconociendo siempre dónde se ubican las líneas rojas, aquello de lo que somos conscientes que no deben sobrepasarse nunca - y que sólo en el género de la parodia se sobrepasan para infundir humor. 

Sin embargo, cuando se trata de crear un género tan trabajado que genere un diálogo tan profundo entre personajes canonizados el resultado serán dos cosas: primero, se habrá creado un género Oficial - lo cual es bueno; segundo, puede que muchos lectores no tengan paciencia para leer la obra hasta que empiece la acción - lo cual es malo.

Y es que, tras romperse la fase de estereotipado, hay que mantener la tensión de alguna manera; se debe mantener el foco de atención en los diversos temas que se hayan abierto y que valgan la pena descubrir cómo se cierran en su orden oportuno. Eso, en principio, es una de las líneas rojas que espera el espectador.



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