miércoles, 15 de diciembre de 2021

Tratado de la genealogía euserempidiológica

¡Qué hay más hermoso que un oxímoron! Una palabra que sólo un pedante le guste usar, después de habérsela inventado de manera expresa para esa función.

Hace dos días ha muerto una de las actrices más euserempidiológicas más fructuosa dentro de la idiosincrasia del cine español. Tan poderosa era que cuando se le escuchaba en los doblajes saltaban las críticas y los griteríos desde las gradas más lejanas. Era escuchar la voz de la Pepa, y era lo clásico. La manera de entender el carácter burlón del cine español dentro de la inercia que presenta su simpleza.

En estos momentos estoy como en bucle porque he dado con la melodía que expresa la idea. Pero muchos no entenderán estas palabras, porque no han entendido mi teoría del género único, la idea del ritmo... No sabría ni por dónde empezar. Me he quedado en bucle buscando a ver qué frecuencia de tonos es la que necesito..., la de la SNES, Freeze de Tales of Phantasia.

Había empezado a escribir el libro que decía: es de sabios saber divertirse. Había tanteado otro título: cuando éramos máquinas. Las bases son las mismas, pero bien podría llamarse tratado de la genealogía euserempidiológica; como una expansión del tratado de semiología de Umberto Ecco.

Pero heme aquí, intentando explicar en qué consiste la euserempidiología: es como la pregunta que le hace Morgana a Merlín, sobre el misterio de la creación. No se trata de crear por crear, se trata de darle vida a lo que está muerto, o de que emane de la nada lo que pueda significarlo todo.

Me paro a pensar qué es lo que puede llevarle a un artista como lo fue Robin Williams, o Verónica Forqué, a hacer lo que hizo. Tenemos cantantes que también eran una continua emanación de espontaneidad pero que, al llegar las etapas bajas, no se vieron a la altura de su propia imagen. En el caso de Robin Williams se le diagnósticó, y se le dio tratamiento. Y ya se ve que no funcionó. En el caso de Forqué no tengo ni la más remota idea de lo que pasó.

Como en dos ocasiones he tenido la oportunidad de dinamizar a enfermos mentales, por supuesto a título personal. Pero siempre quise darle una razón de ser, no me conformaba con hacerlo sin más. Cada minuto de mi tiempo forma parte de una razón para mi existencia; incluso los minutos que pierdo, o eso me gustaría pensar. 

En ese proceso de dinamización procedía a buscar nuevas cosas que hacer, nuevos juegos para probar, nuevos temas que tratar, de discutir, de observar... Y poco a poco se van conformando álgebras dentro de ese proceso euserempidiológico, que de casualidad des con lo que necesitas; pero si es de casualidad entonces no podrás generarlo. Es la más simple de las paradojas: no puedes calcular la felicidad, eso es algo que se vive.

La ingeniería social te permite evaluar la conexión existente entre el comportamiento y las emociones más internas, las que acaban siendo sesgadas. De esa manera existe un proceso de manipulación de masas. Es el fundamento más básico que usan los hackers para saltarse los sistemas, porque los sistemas son más vulnerables en el lado humano. Y está claro que los mismos informáticos que diseñan procedimientos que determinan cómo se comportan las personas, cómo diseñar "hoaxes" (si no nos salimos del argot informático hace referencia a cualquier cosa que no es un virus pero intenta generar la misma confusión)..., desde el instituto suelo diseñar bromas de todo tipo, evaluando hasta qué punto pueden pasar a ser pesadas (evitando ese punto, para compensar a la víctima y así evitar efectos colaterales y reacciones en cadena)... El lenguaje lo estuve desarrollando, y han sido páginas y páginas de estudio. Estudios que nunca he leído en otros autores, y he comprado libros, me he descargado estudios, etc...

Así que mi tratado sigue ahí, como dándole vueltas. Cuando un artista era creador continuo de la broma idiosincrásica de una cultura lo normal es que "madure", se vuelva "culto" y, con esas, pierde ese motor creíble de su enorme frivolidad. Es cuando el humorista se consolida con una manera de expresarse, el cómico ha encontrado su nicho de mercado, un modelo de chiste. Pero corre el riesgo de que el cómico pierda su gracia, y sólo encuentre drama. Lo cual también es positivo, si lo acepta para sí - claro. 

Luego están las fórmulas: las fórmulas que generan emociones en videojuegos, por ejemplo. Cada género tiene su fórmula de éxito, y se prueba a innovar la manera de generar la emoción..., la lucha. Pero siempre queda esa algamasa, el álgebra. Es fácil interpolar los resultados, lo difícil es saber hasta qué punto son relevantes; si se ha conseguido plasmar absolutamente todo o si siempre es posible que se te escape un movimiento trascendente. Desde que diseñé la teoría del género único, por primera vez en mi vida, observé el límite superior, no necesito buscar nada que lo trascienda más allá.

Quizá lo que me quede será sintetizar los resultados de manera que sean contrastables. Y convincentes.

Por otro lado, esa idea de replicar libros conocidos para irlos fiscalizando con mi manera de ver las cosas es lo fácil: puedo hacerlo sin pensar. Puedo proceder a meter mis referencias bibliográficas y el estudio de mi propio corpus. Pero claro, ¡ay! luego está la letra pequeña: en mi último estudio sobre la adquisición del lenguaje estoy desarrollando la idea de lo que se entiende por "pedagogía". Que, para entendernos, la pedagogía es a la filología lo que la mecánica cuántica es a la física. Tal cual, sin exageraciones o coloridos.

Puedo plantear unos primeros postulados que encasillen la pedagogía como una extensión de los estudios semiológicos, pero tendré que fabricarme un buen casco porque me van a tirar sillas, puertas, armarios..., todo a la cabeza. Y no soy de letras, muchos habrán leído tanto que en comparación con mi cultura sería como si sólo hubiera leído el libro gordo de Petete. Así que tampoco me hace gracia que acabe en una lista negra dentro de las letras como me ha pasado en ciencias. Prefiero guardarme esto..., hasta que lo vea claro.

Y es que le sigo dando vueltas: los textos que admiten la adquisición tienen que ser los "idóneos", por lo que si alguien prueba otros textos el algoritmo no funcionará "tan bien". Los textos son pedagógicos para mi criatura. Y si me pongo a tocar esos temas... Visto lo visto...

Prefiero que me tomen por un fantasma que se las da de ser capaz de hacer cosas a que me tomen por un mojigato que se las calla todas. Si alguien le interesa mi tecnología puedo presentar puentes..., o eso me gustaría a mí pensar. Recuerdo el día que se me presentó en tienda un muchacho que me dijo que se aburría en el hospital, jamás en mi vida, salvo en alguna ocasión por el estilo, me he sentido más impotente y culpable: tenía una teoría sobre cómo generar diversión, decía que era de sabios el hacerlo, pero me veía incapaz de convertirlo en algo pragmático en ese momento para esa situación y ya. Tenía juegos fascinantes que podría haberle transmitido, de compañeros que tuve en el instituto y que cuando compartieron en la universidad generaron una moda, tenía reglas nunca vistas que generaban emociones..., pero era como el camarote de los tres chiflados, tenía que discriminar a uno para que saliera por la puerta sin estorbar a los otros dos... Es como si no tuviera confianzas con un desconocido - como si esa fuera la razón por la cual mi teoría no funcionaba aún.

Bueno, en definitiva, en eso consiste ese tratado que, aún, no tengo terminado: en darle respuesta a un desconocido que se te acerca y te pregunta qué puede hacer para no aburrirse. Que puedas ser asertivo y tener un lenguaje que dé una respuesta inequívocamente resolutiva.




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