martes, 7 de diciembre de 2021

Relato en prácticas. La princesa Corset y la rana maldita.

El ser humano suele usar los juegos de rol para aprender a gestionar las situaciones de crisis. Me viene a mis recuerdos un juego con mis amigos donde representaba una función..., quizá la función no se dió exactamente así, ni tampoco los actores, pero aquí viene una historia que me ha dado por rescatar para ver en qué se convierte, para su análisis...

 

La princesa Corset y la rana maldita.

Narrador: Hubo un reino donde una malvada bruja quería tener por esposo a un príncipe, pero como éste no le correspondía decidió convertirlo en rana. De manera que sólo quien le deshaga el hechizo podrá vivir con el príncipe para siempre.

Rana: ¡Oh! Soy una rana... Me pregunto quién acabará con mi hechizo. Iré a ese castillo, donde vive una hermosa princesa.

Princesa: ¡Oh! Pero si es una rana, ¡qué asco!

Rana: ¡Princesa! En realidad soy un príncipe.

Princesa: ¡Una rana que habla!

Rana: En realidad soy un príncipe, por favor escucha.

Narrador: El príncipe rana le explicó a la princesa que estaba maldita, pero que con un beso podría resolverlo todo.

(La princesa besa a la rana)

Narrador: Sin embargo ese beso no era suficiente. Tenía que ser en el trasero.

Princesa: ¡Yo no pienso besarle el culo!

Rana: ¡Yo tampoco quiero que me besen el culo!

Narrador: Ante esta situación la rana tuvo que resignarse a que nadie le besara el culo y vivir siendo una rana para toda la vida...

Princesa: ¡Así no puede acabar el cuento!

Narrador: Ok. Un día apareció en el reino la solución que necesitaban.

Cirujano: ¡Hola! Soy cirujano. Me han dicho que en este reino tienen un problema con la superstición y la magia. Y más fuerte que la magia es siempre la ciencia.

Rana: ¡Por favor! Sálvame de este hechizo.

Cirujano: ¡Oh! Una rana que habla. Aquí sí que hay mucha superstición y magia.

Princesa: Esta rana está maldita, pero para romper la maldición hay que besarle el culo. Y no pienso hacerlo.

Rana: Ni quiero que me lo besen.

Cirujano: De acuerdo: empecemos por el principio ¿Ha probado a besarle el codo? Cuando se pone de esta manera parece un culo.

(La princesa lo hace y no da resultado)

Cirujano: ¿Ha probado a besarle la pierna? Al formar parte del mismo principio debería de funcionar.

(La princesa lo hace y no da resultado)

Rana: ¡Qué hacer! Estoy desesperado.

Cirujano: No se preocupen, por algo soy cirujano. Tengo la solución perfecta. Es bien sabido que en este país las ancas de rana son un gran manjar, y sé que la princesa habrá comido y le habrá gustado...

(La princesa asiente)

Cirujano: Por tanto lo que haré será estirparle el culo, luego lo cocinaré y se lo pondré a la princesa en un plato listo para ser comido ¡Pero no se lo coma, recuerde! Le presentaré un plato delicioso no para que le hinque el diente, sino para que lo bese y, con el poder de la ciencia le reinsertaré el culo.

Rana: No sé..., ese método creo que tiene fallos.

Princesa: Por mí vale.

(La princesa y el cirujano sujetan a la rana, y el cirujano procede a aplicar una anestesia local)

Cirujano: Suerte que además de buen cirujano sea buen anestesista. Con esta anestesia no sufrirás ningún rasguño.

(El cirujano procede a cortar y a llevarse el trozo de rana en una bandeja)

Cirujano: Princesa, quédese ahí en la mesa, ya cocinaré las ancas para Vd. Suerte que además de gran cirujano y gran anestesista también sea un gran cocinero.

(El cirujano dispone de un fogón, hace preparativos)

Cirujano: ¡Hum! Qué bien huele... ¡Listo!

(El cirujano se presenta ante la princesa con bandeja de plata)

Cirujano: ¡Aquí lo tiene! Listo para tomar. Voy a prepararle las velas.

(La princesa, ante un manjar tan esquisito sin poder resistirse se zampa el culo entero)

Cirujano: ¡Pero princesita! Le dije que sólo había que besarlo.

Rana: ¡Mi culo! ¡Nooo!

Princesa: ¡Perdón!

Cirujano: Al menos, chúpese los dedos.

(Y por arte de magia, al chuparse los dedos la rana se convirtió en príncipe, pero sin culo)

Príncipe: ¡Y ahora qué! No tengo culo.

(El cirujano dispuso de un par de almohadas)

Cirujano: Por muy buen cirujano, anestesista y cocinero que soy, no soy bueno tejiendo. Pero princesa, traiga su corset.

Princesa: Ya me encargo yo.

(La princesa se puso a coserle los cojines mientras el cirujano le ponía un corset al príncipe)

Narrador: ¡Y para aquella persona que se quede perpleja // aquí viene una moraleja! // No hay peor castigo desproporcionado // que convertir en manjar a tu propio amado // Ni hay peor amada // que elegir a una viciada.


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Leo en el periódico de hoy que van a despedir a varios enfermeros del servicio murciano de la salud. Es cierto que estamos saliendo de la pandemia, y que la que viene parece estar bajo control, pero no hay nada más absurdo que llevar a cabo una gestión a ciegas. En virtud del dinero que se gasta en el cuidado de la gente, y haciendo comparación con hitos parecidos, se podría dar valor a la vida humana por la capacidad para reducir la morbilidad en una región concreta. Sin embargo, mirar de frente esa clase de decisiones te puede convertir en una persona que "especula" con la vida... Bueno, señores, eso significa ser el poder ejecutivo, ¿realmente queremos tener a alguien con esa responsabilidad? Si no queremos que la tenga, ¿por qué se le otorga? Tal vez lo que quiere la gente es poner a un señor para que tome decisiones estéticas: cuando hay epidemia muchos enfermeros, cuando ya no la hay pocos... ¿Para eso sirve el poder ejecutivo? ¿Por un problema estético?

Si alguien va a especular por la vida de la gente, y le va a dar más o menos valor, tenemos derecho a saber cuáles son los criterios que provocan tales decisiones.

 

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