Tengo cuanto menos unas tres líneas de investigación sobre tecnología por desarrollar y ningunas ganas de dedicar mi tiempo a esas cosas. No hay motivaciones ni para irme ni para quedarme, ni para esperar ganar nada bueno, ni el hacer nada bueno por lo que me rodea. Al fin y al cabo lo que me rodea desprecia mi existencia, no percibo coherencia intelectual - tan solo veo cómo levantan muros cada vez más altos para que gente como yo desaparezca.
Visto así, ¿por qué iba a mover un dedo?
Al principio los pares no daban respuestas con sentido, luego observé que los pares ni se leían los documentos, o me respondían con cinismo. Poco a poco observé cómo ni había pares, y ahora descubro que aun después de hacer varias gestiones por el editor jefe aún así ni se molesta un ápice en pasárselo a un tercero. Habré publicado, pero sé que lo que se ha publicado con mi nombre no puede ser demasiado cantoso - porque o si no no le dejarían publicar a mi colega.
Y cuando intento pre-publicar lo cantoso no me dejan precisamente porque es cantoso. Me parece absurdo.
Pero lo que me preocupa, más allá de que veo que entre los analistas debo ser el único que ve la mano de Skynet en la invasión talibán de Afganistán, es que lo veo todo con una pasividad..., una complacencia inocente. Me siento bien en contraste con lo mal que se sentiría una persona angustiada al esperar algo de este mundo abocado al desastre. Cuando sólo quieres quedarte espectante mientras se autodestruye ya todo te da igual. Es como asistir a un concurso donde tú eres el protagonista, te han raptado y la gente se divierte porque te ven sometido a una peculiar tortura donde ganas más cuanto más realista suene el hecho de que torturen. Y la gente entonces me abuchea porque intento decirles que el concurso está amañado: porque no sólo estoy sin darles consentimiento, sino que además la tortura es real. Pero ya sé que nadie revisa los cadáveres en el backstage. Y sé cuál es mi destino. Por eso cuando me retuercen el brazo sólo puedo soltar una risotada, no porque disfrute de la tortura, sino porque sé que haga lo que haga todo acabará igual para mí.
Y ahí crucificado, mientras me torturan de esa manera, mi máxima preocupación es darme cuenta en lo que me han convertido: en una persona insensible al Triunfo. En un incrédulo de la sociedad ¿Qué significa ser reconocido o encontrar la patria de tu nicho? El no albergar deseos de encontrar tu nicho de mercado proviene necesariamente del carácter arbitrario del propio entorno y su incapacidad para dar sensación de meritocracia.
¿De qué sirve que te cuelguen medallas si todos sabemos que para conseguirlas sólo hay que ir a una tienda y pedirles que graben unas palabras? El valor de un reconocimiento proviene de esa capacidad urgente de salvar al niño que pretende convertirse en héroe. No me han faltado los actos heroicos en toda mi vida, pero claro..., ¡hay tantas injusticias! Me pregunto cuántas personas podrían aportar tanto y ya han sido condenadas.
Sin embargo la cínica indiferencia me ha regalado algo: ver a un hombre sin brazos ya no me aporta piedad o pena. La crueldad es tan insondable que es imposible establecer comparaciones ¿Acaso ese hombre esperaba alguna clase de compensación mayor que el dinero que ganará mes a mes cuando otros seguimos pugnando por tener derecho a la existencia? El estado promete tantas cosas..., y la mitad de ellas, si no la mayoría, mentira: ni renta de inserción, ni básica, ni ayudas, ni nada..., todo condicionado a lo que el funcionario de turno esté dispuesto a mirar a otro lado. Todo ilegal, todo apalabrado, todo en connivencia con la dictadura institucionalista del estado policial.
Ni envidio ni me infunde pena el hombre sin brazos, por tenerlos a mí me ha tocado otra clase de cruz. Pero el no tener brazos le confiere la ventaja de que no le meterán en el juego de las torturas. Y por eso ya no puedo sentir esa clase de angustia. Ahora percibo alguna clase de complacencia: observo cómo estoy rodeado de semejantes. Y poco a poco los señores que se creen ricos observarán cómo se desmonta su mansión, su imperio... Y ni se imaginan el cómo, porque no lo ven, ni quieren escuchar.
Pero ya a mí me da igual.
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