A nadie le gusta pasar por malos tragos, tener que asumir la discontinuidad del ser, plantearse la autenticidad de las cosas. Para cuando te crees artesano y moldeas la realidad a tu gusto nada es como debería, nada está al alcance de tus deseos. Los salvajes se marcan unos objetivos, todos quieren probar el botoncito del cambio; es como una droga. Si algo está para ser pulsado yo soy el que ha nacido para pulsarlo: ése es el pensamiento más salvaje, de tercer nivel.
- Recogemos a los que son excepcionales sin querer serlo. A los que gustan de la búsqueda de la normalidad.
Merlón vio el panel de control, y no quiso pulsar ningún botón. Es así como debía ser: el que pulsa aquí destruye allá, el que pulsa allá destruye por otro lado. Eso que algunos llaman conducir otros llaman destruir. Eso que algunos llaman girar otros llaman moldear.
A la llegada del Nexo los puñeteros orcos quisieron hacer revisión en la nave para comprobar que todo estaba en orden.
- Somos la guardia del orden.
- Que sí, que sí. Todo en regla... - así que me dirigí a Merlón - no les digas nada. Quédate pegado a mí y ya me encargo yo.
En cuanto Merlón vio unas criaturas como reptilianas andromorfas no pudo evitar su cara de espanto. El parecido con los humanos es tal que suscita las más terribles de las dudas sobre el homo sapiens: ¿cómo puede existir una criatura tan terriblemente semejante y, al mismo tiempo, dentro de su coherencia tan distinta?
- Dos ojos como los reptiles, escamosos, pero hablan como los humanos, y tienen dos piernas - me susurraba Merlón - parece sacados de alguna historia de niños pequeños.
- ¿Nunca ha visitado el nexo? - preguntó uno de esos orcos de mierda.
- Poco a poco. No sabe lo que es una historia. Pero no es mesiánico ni nada de eso.
Merlón no quiso reaccionar, mientras observaba dedos prensibles y un posible sistema circulatorio basado en sangre caliente ¿Tiene eso sentido? ¿Cómo podría una criatura tan grande tener un sistema de sangre fría, o ser de sangre caliente y ser reptiliana? Es cualquier cosa menos científica. Era definitivamente de otro mundo.
- ¿Vosotros tenéis parentesco con las aves? - preguntó Merlón a uno de esos infectos orcos mientras mostraba el papeleo al otro.
- No se me autoriza el hablarle a un neonato.
- Bien, no me hables - le dijo Merlón. Y acto seguido miró cada centímetro del cuerpo del orco.
A pesar de que intenté hacerle señas, yo me veía obligado a ayudar a encontrar la siguiente traza de la caja negra que me pedía el gilipollas con el que hablaba. Y, claro, antes de que me diera cuenta acabó por pasar: al orco se le torció un cable y desintegró a Merlón.
- ¡Pero venga hombre qué haces! - le dije.
Con las mismas reajustó su arma con unos cuantos giros...
- Sólo son moléculas, aquí lo tienes de vuelta.
Y de un disparo volvió otro sujeto, al que me dio por bautizarle por otro nombre. Vestía con unas ropas extrañas, ni me imagino cuál debía ser su planeta de origen o qué recuerdos debía tener que fueran compatibles con los de Merlón.
- ¿No has rellenado el documento que cumplimenta las especies protegidas por su gran memoria? - le pregunté al orco que disparó.
- Pero si esa especie es idiota.
Y entonces el otro orco disparó a su compañero.
- Bien, continuemos con la caja negra. No sabía que tenía por compañero a uno con gatillo fácil.
Para cuando se hubieron marchado le quise explicar a mi nuevo compañero cuáles eran las normas en este mundo pero, ya de paso, también me entró la curiosidad de conocer el mundo del que venía. Y entonces me contó una historia:
- Había dos grandes comandantes. Uno de ellos estaba especulando con iniciar una guerra con el fin de paliar el poder destructivo del imperio del otro. Así que el comandante imperial intentó envenenar al comandante contraimperial porque pensaba que era poco probable que pudiera convencerle y, si moría en su casa a causa del veneno, al menos con otro comandante sería más fácil mantener la paz. Sin embargo el veneno no sólo no surtió efecto sino que además le hizo encararse contra el comandante imperial. El comandante imperial entonces decidió romper la tregua y mató al comandante contraimperial. Cuando los embajadores le preguntaron por qué cometió un crimen de guerra éste respondió que así, por lo menos, evitaría una guerra y que murieran muchos soldados inocentes. Y tras expiar él las culpas de los viciosos evitó una guerra.
- ¿Cuál fue el delito que cometió la sociedad como para que condenara a un héroe?
- Fue condenado, pero con los años se le condecoró postmortem.
- ¿Y cómo se resuelve esa paradoja?
- Acabando con los dueños de los imperios. Nadie es tan importante como para hacer que su historia represente la historia de toda una civilización ¿Sabes cómo son llamados los imperios que tienen a un comandante que los dirige?
- ¿Aunque sea elegido por el pueblo?
- Sí
- Nosotros los llamamos sociedades probeta.
- Tiranía. Cuando un único ser lo gobierna todo a escalas demasiado descomunales, da igual que haya leyes. Al final se impone la tiranía.
- Bien, muchacho. Descansa... Te voy a llevar a un mundo donde podrás intercambiar muchas historias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario