Se sientan en sus asientos, dentro de oficinas bien aclimatadas y, desde ahí, proceden a abanicar al Pueblo; se les paga para ello con sueldos que sobrepasan a la clase media. Cogen un papel y lo cambian de sitio, así abanican al Pueblo. Se les llama para hacer una u otra cosa, y entonces hacen un movimiento de aire. De vez en cuando llaman a un ciudadano para decirle que tiene que resolver una gestión que, si bien podrían resolver ellos, consideran que añadir otra piedra al sistema forma parte de su reivindicación sindical.
¿Que saben esos burgueses lo que es el trabajo cuando no se valen de él? Con toda su generosidad abanican al Pueblo y, como son necios en su mayor parte, se preocupan por el ciudadano y su bienestar mientras le abanican ¿Acaso el problema del ciudadano no se resolvía convirtiéndolo en abanicador? Si ese ciudadano al que abanicas fuera una abanicador entonces no necesitaría ser abanicado.
Pero el sistema no coge tampoco a los abanicadores con mejor músculo, ni con mejor intelecto, ni tampoco a los que conozcan mejor las leyes del abanico - tanto las físicas como las legales o las históricas, las definitorias, las elementales, éticas, financieras y especulativas. No, son elegidos por formar parte de alguna mafia: les dan el patrón de las respuestas, o les adelantan las preguntas para que los superclase tengan el cargo de abanicador.
Saben que es raro encontrar a un abanicador con vocación, de hecho suena tan absurdo que hasta es gracioso. Pero los abanicadores se sienten culpables y por eso algunos, en su necedad, deciden abanicar bien - cuando no es aire lo que necesita el ciudadano, lo que necesita el ciudadano es que le quiten la piedra del zapato, esa piedra que ha sido puesta por la necedad burguesa de quien abanica.
Es imposible vivir con normalidad en un sistema donde se genera sensación de trabajo, se alimenta el cinismo y los enchufes allá por donde corre la corriente se convierten en una forma de desmoralizar a la gente. Los cables conductores saben que existe esa conexión, pero también saben que no tienen poder para cambiar las cosas - sólo pueden abanicar.
Poco a poco el petróleo se gastará, el carbón y, con el tiempo, otros elementos que se recogen según un modelo estadístico que representa su finitud. El sistema económico y financiero colapsará por sí mismo y los que lo saben sólo pueden seguir la corriente a los que podrían cambiar las cosas. No tenemos fuerza para cambiar las cosas, y los que tienen fuerza la usan para mantener las cosas como estén. Dejando las cosas como estén no evolucionamos, y los modelos que envejecen no pueden ser renovados porque los que deben renovarlos no son los más aptos.
La idiocracia sucumbe en el caos. Mientras tanto, seguirán abanicando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario