miércoles, 14 de octubre de 2020

Relato. La conquista

Ricky Besugo era un gran artista. Todo el mundo le adoraba, y sus composiciones eran adoradas por todo el mundo. Lo que nadie sabía era la manera que tenía de dar con esas composiciones tan pegadizas. Ricky en su momento inventó una máquina capaz de atrapar un agugero de gusano que se conectaba con la misma máquina creada por un análogo suyo en una realidad paralela.


Al entrar en la sala Ricky descubrió que el laboratorio parecía más un laboratorio de bioquímica que un laboratorio de física, cosmología y música. Así que decidió cambiar los parámetros del viaje, mientras veía cómo el otro Ricky se comía un besugo.

- Quédate un tiempo, de vacaciones. 

- No, ya sé de qué va esto. Prefiero seguir buscando para un temazo.

- Bueno, a lo mejor te doy ideas. Me sé anuncios muy pegadizos.

Ricky Besugo miró al Ricky Lerdo al principio con condescendencia, luego pretendió reirse por dentro para, acto seguido sentir repelús.

- Decididamente me largo de aquí.

Sin embargo, mientras reconfiguraba su máquina se asomó por la ventana de casualidad: vio carreteras inacabadas, gente accediendo a edificios andando por las repisas, algún que otro edificio en llamas, además de algún imbécil bailando en medio de la calle... Decididamente había dado con un mundo tecnocrático en su cúspide, justo antes de ser autodestruido por su idiocracia. Tenía que marcharse de ahí cuanto antes.

Así que, para asegurarse su supervivencia, se planteó matar al otro Ricky antes de que éste creyera que era justo lo que tenía que hacer..., cuando se percató de que el laboratorio estaba repleto de microscópios cuatridimensionales sobre acuarelas de agugero de gusano y el muy imbécil se había dado la vuelta para atender a sus muestras. Así que le picó la curiosidad.

- ¿A dónde apuntan esas acuarelas?

- Se trata de mundos exactamente iguales a éste.

- ¿Mundos en los que querríais vivir?

- No. Mundos donde poder reproducir la inteligencia que nos falta.

De una manera o de otra a Ricky eso le cuadraba bastante.

- Te lo explico: en nuestro mundo hubo una vez un tipo llamado Morris. Se convirtió en uno de los más grandes filósofos de todos nuestros tiempos. Decía cosas maravillosas y descubrimos de él gracias a la auditoría de la red global.

- Internet: la red de redes.

- La única red. Pero mirando atrás, porque no quedaba registro de él.

- ¿Qué fue de él?

- Murió.

- ¿De viejo?

- No. De inhanición. Fue completamente ignorado en su tiempo. Pero descubrimos un tiempo después que tenía razón. Vimos el sentido de la vida en sus palabras, pero ya no estaba entre nosotros...

- ¿Cuánto tiempo pasó desde que muriera y le echarais en falta?

- Un par de días. El asunto es que descubrimos que muchas de las estructuras que teníamos fabricadas él nos las compensaba con su sentido común. Nos llamaba idiotas, y no le hacíamos caso. Así hasta que murió y desconectamos todas sus máquinas y tecnología. Y entonces todo empezó a ser un caos.

- ¿En dos días? No me creo que todo el planeta dependiera de un imbécil.

- Bueno, si te paras a pensar, en cuanto uno sólo deja de hacer lo que debe creemos que siempre es posible que todo se vaya al traste...

- Claro. Mira, me tengo que ir...

- Antes de marcharte, ¿no querías saber qué hay en las acuarelas?

- Ya me lo has dicho.

- Sí. Pero es mucho más fascinante.

- Errr..., venga, dime, ¿qué hay en las acuarelas?

- Mira, en la primera creamos un mundo tal como lo fue el nuestro, para replicar la vida de ese pensador y así preguntarle por la tecnología y esas cosas.

- Sí..., sí...

- En el segundo creamos un mundo que intentara ayudar a ese creador para convertirle en una estrella y que todo girara en torno a él...

- Ok, muy interesante.

- En el tercero hicimos que todo girara en torno a él y luego acabaran ignorándolo... Pero también lo hicimos mediante nanorobots de cuerpo mucho más robusto, para que sobreviviera.

- Bien... - dijo Ricky mientras terminaba de ajustar su compuerta.

- En el cuarto cada vez que lo ignoraban condenábamos al planeta entero a una pandemia.

- Muy instructivo, y sugestionador... ¿Y no creasteis uno en el que Morris se hiciera amigo mío y entrara por esta puerta para daros una hostia?

- Sí. Pero espera, esos mundos es a partir del décimo.

- Pero, vamos a ver..., si sabes que va a aparecer por esta puerta porque lo ves venir por el microscopio, ¿cómo consigue darte la hostia?

- Bueno, en ocasiones me adelanto yo, y en ocasiones me la trago: los de ese mundo piensan más rápido. Lo hacemos así para que si se estropea un mundo podamos resetearlo y escribir encima una edad de piedra desde el principio...

- Bueno, capullo, me voy. Que te vaya bien.

- ¡Adios! Cuando seamos capaces de conquistar el significado de la vida ya te lo contaré.

- Sí, sí..., sigue buscando.



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