martes, 13 de octubre de 2020

Cuando el cinismo es irrefutable siempre hay sitio para una mala noticia.

O la realidad es tal como la describe el cínico al que no podemos refutar o lo que se hace irrefutable es nuestra incapacidad para valorar su Belleza. Y claro, la Belleza que no se contempla es una Belleza que no existe porque no ha sido objeto de interpretación. Por eso la misión del cínico es vampirizar la Belleza del objeto para llevarla a su propio ego.

Cuando leemos una afirmación que nos parece pesimista y frívola a la vez no podemos negar que quien aporta tales apreciaciones juega con lo ontológico para que sucumbamos en la derrota tanto de lo ético como de lo formal. Son apreciaciones que es difícil que necesitemos, salvo que realmente aporten el grado de realismo que requiera nuestra limitada situación.

Es por ello que las lecturas que rompan nuestros esquemas para verse pesimistas y frívolas están abocadas a ser colocadas en un cajón especial: el cajón de la destrucción de las utopías peligrosas. Al fin y al cabo, si esa Utopía es un reino alcanzable a nadie le hace daño soñar con algo así. Si por soñar en el reino de la Utopía se valen sus ideólogos de mecanismos moralmente aceptables tampoco hará daño la creencia. Así, cuando se es cínico innecesariamente siempre podremos cuestionar la labor del cínico para frivolizar sobre su aportación sin darle mayores ecos a la supuesta profundidad de sus palabras.

Y es cuando aparecen sujetos que aseguran poder investigar cómo hacer al ser humano inmortal, se trata de una peculiar pseudociencia que recuerda mucho al papel principal que habían desempeñado las religiones. Cuando un sujeto tiene la oportunidad de pararse a pensar dentro de la contemplación de sí mismo en el mundo y lo que va a dejar siempre, en esa mirada hacia lo eterno, sólo le queda percatarse de que perecerá por el camino y su aparición no será más que una mera mota de polvo en la existencia. Sólo puede aferrarse a la posibilidad de que alguien le regale una utopía de eternidad.

Si el ser humano no creyera en utopías de eternidad entonces no sería tan moralista: buscaría la manera de vivir y dejar morir. Pero claro, si ahora yo aparezco y les echo un cubo de agua fría diciendo que la vida eterna no es alcanzable por la ciencia me verán como un cínico que no gana nada por dar esa aportación.

Miremos con atención: un equipo de investigación asegura que puede arañar la esperanza de vida de la gente, poco a poco, hasta conseguir con los años la inmortalidad. Por lo que si se invierte en ese laboratorio poco importa si realmente es capaz de alcanzar la inmortalidad: está estudiando para mejorar la vida de toda la Humanidad. Técnicamente esa propaganda es una manera de arañarle dinero a los ricos para que inviertan en medicina - una manera de socializar un poco la sanidad.

Sin embargo, en el momento en el que un sujeto adquiere la visión de eternidad se puede convertir en moralmente insoportable. Esto es, cualquier acción que haga un tercero acaba siendo vista desde un punto de vista muy meticuloso - pues es una acción que podría replicarse de generación en generación y, en cierta manera, parece estresar plantearse el tener que repetir infinitas veces que ciertos comportamientos son impropios.

Por mi parte, creo que no sería un mal cínico si explico los tres grandes límites que tiene la inmortalidad desde todos los puntos de vista: son tres líneas de calor que permanecen y se entrelaza con lo que nosotros llamamos vida. Y lo llamamos calor porque es una energía que no es medible; y digo que se entrelaza porque conforma un todo que no puede colapsarse por separado para analizarlo.

La primera línea calórica es la del cáncer. Superar la eternidad significa necesariamente que el cuerpo dejará de tener cáncer: las células podrán decodificar sus proteínas eternamente. Sin embargo, ¿cómo se rejuvenecen los alelos? Esas proteínas están ahí para reaccionar al mundo exterior, si el sujeto está muerto no hay mundo exterior - pero si pretende seguir viviendo no podrán operar como un bucle sin ser víctimas de las epidemias.

La segunda línea calórica es la del alzheimer. Superar la eternidad significa necesariamente que se ha sabido rejuvenecer la sinapsis neuronal de manera que la mente no pierda información. Parecería sencillo replicar el grafo construido por el cerebro y evitar romper sinapsis, pero pensar exige también destruir conexiones innecesarias. Superar esta línea significa ser capaz de saber qué conexión hay entre mente y cerebro; cuál es el papel de la consciencia en particular y la memoria en general. Un muerto no necesita recordar, y la evolución del homínido no es más que una vulneración de una de las leyes de la termodinámica: no se puede hacer la entropía negativa para siempre, al final la demencia de ir contra la física pasa factura.

La tercera línea calórica es la más compleja, pues se trata de acabar con toda enfermedad autoinmune. Superar la eternidad significa que tus células eternas y cerebro de mente eterna te va a llevar por el camino de tener tejidos que se comportarán de manera eterna, como lo hace el cáncer: ¿y cómo reaccionarán ante los linfocitos? ¿Podrán también las células madre comunicarse con esas células o las identificarán como un tejido invasor? ¿Cómo sabría el cuerpo que esos tejidos autorejuvenecedores no son tejido canceríjeno o un cuerpo invasor? La respuesta estaría en ser capaces de calcular el código genético capaz de compatibilizarse con el sistema inmunológico... Tan impalpable como absurdo de plantear: el mejor código genético se calcula empíricamente, no por álgebras.

Así, cuando vemos una criatura en vida que tiene superadas dos de estas líneas, pero le falta una tercera, podríamos considerar que estamos ante un no-muerto: un muerto viviente si le falta la primera, un fantasma si le falta la segunda y un vampiro si le falta la tercera.

Ciertamente este tipo de medicina nigromántica es ideal para crear historias fantásticas en mundos utópicos que inviten a reflexionar.

En cualquier caso no puede considerarse propio de la ciencia médica, sino de las ciencia religiosa, paraciencia o ciencia filológica para crearse recursos literarios.

Aún así estas lecturas muchos las verán como si fueran cínicas. Ahora bien: si no somos capaces de capturar esas líneas calóricas, ¿cómo decir que tras la vida no hay una experiencia diferente? Pero no quiero profundizar sobre esos temas, para eso están las novelas.


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