viernes, 8 de mayo de 2020

Negociando con la Parca

Nosotros lo terrestres somos duros..., muy duros..., de mollera. Ni nos damos cuenta de cuándo hay que cambiar, en qué, por qué..., o para qué. Esas distinciones se hacen tremendamente complicadas. Y, lo que es peor, cuando aparece alguien intentando centrar el debate lo llaman rojo.

No hay nada más espiritual como reconocer la realidad material en la que vivimos, y las necesidades más básicas que nos definen como seres humanos. Cuando le arrebatamos a cada cual la oportunidad de vivir en realidad le arrebatamos mucho más: su Humanidad. Y, con la suya, la nuestra - pues siempre estuvieron esos conceptos adheridos, altamente enmarañados, imposibles de separar.

Cuando pienso en cómo debe definirse la Generosidad recuerdo lo importante que resulta reconocer en la persona que es generosa el hecho de que tenga ambiciones, pues no hay mayor acto de generosidad que el que supone desprenderse de algo que se desea. Desprenderse de lo que sobra no es ser generosos, es saber ser ordenados o limpios. Pero cuando una persona está dispuesta a reconocer en el semejante su necesidad mayor por encima de la propia se observa en esa persona muy bien desarrollado el concepto de Nosotros. La idea de pensar en colectivo por el bien de todos.

Y claro, siempre que hay alguien que piensa en colectivo aparecerá quien quiera marcarse el tanto individualista de aprovecharse de dicho bien. Idiotas siempre habrá, es inevitable. E invertir en idiotez también te convierte en idiota. Por eso siempre he sido especialmente duro con los caprichosos: los que son caprichosos o envidiosos no tienen proyectos bien definidos. Los mejores proyectos son los que evocan a distintas formas de generosidad, los que invocan al beneficio de algún colectivo. Los que pretenden resolver problemas en la sociedad, ganen más o menos dinero por ello.

Y ése es el lenguaje del capitalista: parece como si toda problemática tuviera que capitalizarse. O que aquella que no se capitaliza no puede repercutir en el mundo de lo económico, en la idea de lo que es el egoísmo, la generosidad... Y, en el fondo, sabemos que la generosidad es un término que se escapa de las premisas materialistas liberales basadas en la idiotez y el egoísmo. Son formas de onanismo intelectual o, al contrario, grandes ideas geniales que desde mi posición aún no domino con mis propias fórmulas: ¿existe una fórmula individualista que pueda dar la talla ante las necesidades de los colectivos? Lo digo porque la oferta y la demanda a estas alturas es un desastre constatado.

Y claro. Tenemos la suerte de manejarnos con la historia para saber que los extremos nos abocan al desastre. Pero, una vez más, ¿dónde ubicamos tales extremos? En principio es trivial: sólo hay que mostrar las evidencias a aquellos que se equivocan. Y no: hace falta una buena historia que permita concebir su error. El formato de la historia lo tengo catalogado y subcatalogado: historia heróica dentro del trasfondo del intruso..., aún no tengo los nombres consolidados, pero sí las formas.

Pero no se me verá discutir con un liberal usando mis teorías del convencimiento. Suena..., no sé. Como si hubieran demasiados parámetros, hasta podría parecerme que evoca a los tiempos de la psicología conductista y sus experimentos atroces. La historia está para aprender de ella, no para que se repita. La correcta ética podría ser encontrada mediante los preceptos morales que suponemos válidos.

Sin embargo, aún veo a muchos liberales sin capacidad para negociar, sin saber calcular el precio de las cosas. No valora las necesidades del colectivo. Es como si no tuvieran capacidad para hacer presupuestos públicos... ¡Qué raro! Otra vez estoy aquí haciendo propaganda comunista.

Y el ejemplo más palmario está en lo relativo a los impuestos sociales. Nótese cómo el Pueblo sí que tiene que pagar por los embajadores, por esos cónsules que habilitarán la negociación, por ciertas vías de tren que usarán para sus mercancías, por esa publicidad que se les hace al extranjero..., sacan mucho beneficio de lo público - ya no digo todas las leyes que sí son injustas y que favorecen a la banca. Resulta que los empresarios son más dependientes del estado que el propio contribuyente medio. Incluso, aunque el contribuyente no lo sea, aunque fuera un paria, también gana más el empresario porque a través del impuesto indirecto el que no contribuye lo acaba haciendo aunque no quiera. El estado siempre se lleva su retribución, y es justo..., pero que no se hagan las víctimas: el empresario, ante una misma tasa, sale y vuelve a salir ganando.

Por eso se consideró que a la hora de pagar un impuesto el empresario debería de pagar una tasa proporcional a lo que gana: es decir, el porcentaje de la tasa debe ir en aumento con la propia renta del ente jurídico. Y sabemos que en los países donde esto no pasa, donde el rico paga más que el pobre y no el mismo porcentaje, son países donde la desigualdad crece y la economía tiende a estancarse. No hay más que ver a EEUU, sin la especulación no tiene nada que hacer, sin su ejército, sin el miedo y la destrucción, así como sin la externalización de su deuda sería imposible sostener ese imperio en falso.

Por eso el dictador Franco vio con buenos ojos la Seguridad Social inventada en la República, pero el toque franquista era simple: todos a pagar lo mismo. Tanto el que más lo necesita y no tiene para pagarla, como aquel al que le supone un mínimo coste por todo lo que tiene.

Dice el liberal que por un mismo servicio corresponde pagar lo mismo. Vuelve a no ser capaz de negociar con la Parca, vuelve a desconocer cómo funciona el mundo de lo colectivo. Vuelve a capitalizar lo que no existe. El pago del servicio no se mide en unidades monetarias, sino en percentiles de renta: aún no se enteran. Y es que a la Parca no se le puede hablar en términos de monedas pagadas, sino en cuánto de generoso se ha sido. Cuál ha sido el papel de cada uno ante las circunstancias más difíciles.

Al fin y al cabo no es cierto que la vida haya arrancado a todos por igual, ni que en vida se haya dado la igualdad, ni que dispongamos de un régimen que persigue eficazmente la injusticia..., por lo que al llegar la Muerte debe uno negociar con uno mismo y determinar si dio todo cuanto pudo dentro de su propio ámbito, su propia vida, inteligencia..., si habilitó la posibilidad o si, por el contrario, actuó con abaricia, envidia, miedo... Si fue diligente o si, por el contrario, actuó con cinismo ante los infortunios.

Si conformamos una tribu gigantesca de personas que piensan que actuando de manera avariciosa se podrá fomentar nuestras ambiciones para dar lo mejor de nosotros..., entonces no sólo los modelos matemáticos, no sólo la historia, no sólo cualquier persona con dos dedos de frente, podrá contradecir tal pensamiento..., sino también futuras Pandemias, sociedades más avanzadas que les adelanten por la derecha, etc... Y es que el liberalismo se debe reinventar con la renta básica, o todos pereceremos en la ignorancia de saber qué es lo que está pasando.


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