lunes, 23 de marzo de 2020

Estoicidad y Paciencia

Hay varios estratos sociales, los que se encuentran en las posiciones "válidas" deben ser Inquisitivos y Activos. Pero los que se encuentran en las posiciones más bajas no tienen otra cosa salvo ser Estoicos y Pacientes.

No es fácil aceptar la disonancia cognitiva que se produce cuando vives como si fuera esto una democracia, o como si fueras un influencer. Eso es muy propio de lo que suelo denunciar en este blog. Se supone que cualquiera ante un juez, con las debidas leyes de por medio, y cumpliendo las formas oportunas, debería de poder denunciar cualquier clase de atropeyo. Se supone.

Hoy he recibido un correo del Colegio Oficial de Arquitectos ante la consulta externa que les hice con respecto al incumplimiento fragrante llevado a cabo por el hotpital. Me han dicho, y en parte lo suponía, que esa "queja", que es así como lo ha llamado la secretaria en cuestión, se queda fuera del ámbito del colegio en cuestión - sin embargo, también me han apuntado que adoptarán las medidas oportunas para ponerlo en conocimiento a las autoridades competentes para que hagan, si así les correspondiera, alguna clase de actuación.

Se podría decir que es la mayor victoria que puedo conseguir: una victoria moral. No recuerdo todas las referencias que les di, sí es cierto que no fotografié las puertas o el cartel para darle más peso a mi consulta externa, así que, por formas, puedo decir que me han respondido casi de manera impoluta. Tampoco estoy en situación de juzgar a gente dentro de propio código deóntico cuando yo no formo parte del gremio.

He trabajado dentro de un despacho de arquitectura, he editado planos que el colegio me aceptaba, y si hubiera hecho un plano que el colegio no me hubiera aceptado entonces mi puesto de trabajo se vería en entredicho. Mi jefe firmaba, y no lo digo con desprecio: aprendí mucho de él, y más que me quedaba por hacer. Fue un honor y un placer trabajar para ese autónomo.

Recuerdo que, en una ocasión, tuve la oportunidad de enseñarle yo a él un truco. Algo que trasciende a toda ética y a lo que no saben los mezquinos: recuerdo que esa mañana estaba trabajando en el despacho, en su ordenador, cuando nos fue a visitar una antigua empleada suya. Yo, por supuesto, no la conocía, de hecho, creo que fue justo la anterior que trabajó ahí antes de que me contrataran. Ella fue a visitarlo con su padre, otro arquitecto, mientras los dos "jefes" hablaban se notaba un cierto halo de competitividad: al parecer la muchacha se estaba independizando como arquitecta y se estaba montando su propio negocio.

El caso es que esa chica se me acercó, al que fuera su antiguo puesto, donde yo trabajaba. Y me hizo preguntas técnicas sobre uso del Autocad. Que cómo hacía una cosa, o cómo hacía la otra. Cosas muy específicas y, al mismo tiempo, fundamentales - pero nada relevantes como para considerar que me estuviera poniendo a examen. Si no las sabía dudo que pudiera llevar despacho alguno. De hecho, bien podría considerarse frustrante no dar con la "combinación". Mi política al respecto era clara y, entonces, empecé a abrir la percepción de todo el ambiente mientras actuaba.

Nada más llegar a hacerme esas preguntas, de manera natural empecé a responderle sin miramientos. Poco a poco noté cómo esa sensación de frustración interna que tenía ella se iba calmando. Mis compañeros no me dijeron nada - de hecho quizás se estuvieran relamiendo como ratas que eran (putos trepas), mi jefe estoy seguro de que se dio cuenta - sé muy bien cómo funcionan los despachos, y cómo era el comportamiento de mis compañeros ahí.

Al terminar de darle mis clases de Autocad gratis ella, por el tono de voz, se sintió aliviada y me dio las gracias. Creo que me preguntó si en el futuro me podía volver a preguntar: obviamente le dije que sí. De hecho, en cuanto me dijo eso pensé: "¡Eureka! Menos mal". Y es que en ocasiones pienso que la gente es..., que si su intención es ser mezquina siempre se quedan a medio camino de hacer las cosas en condiciones.

Cuando se marcharon el jefe, que me pudo haber cortado en cualquier momento, se dirigió a mí y me hizo una pregunta con un pelín de sorna - para saber cómo respondía; era algo como: "Veo que has estado dando consejo a la competencia, ¿verdad?". Y fue entonces cuando tuve la oportunidad de tasar la clase de jefe que era el que me había tocado: ¡qué gran talante!

Le dije que sí. Por supuesto no le dije que si me despedía por eso no haría falta indemnizarme, porque casi prefería dimitir. Y acto seguido le planté el discurso: resulta que es curioso cómo se puede tener un competidor ante alguien que tiene preguntas tan triviales y, al mismo tiempo, que generan tanta frustración. Se notaba que el padre no era de los que hacían los planos en Autocad, y que ella aún estaba verde, por lo que la ayuda que le había prestado era de resolver asuntos insignificantes. Y, claro, viendo el padre, que parecía tener tan buena conversación como arquitecto, ¿acaso no podría haber formado parte de proyectos que le podrían parecer interesante a mi jefe? Ese era el argumento: en cuanto le resolví trivialidades a la hija, el padre - sin firmar nada, se queda en deuda. De hecho, sólo había que fijarse en una conversación futura: ¿qué pasará cuando la hija se dirija al padre diciendo que, al menos, siempre podría volver a su antiguo despacho a preguntar a ese empleado cosas triviales que no les importe?

Dicho esto, yo entiendo que el protocolo que habría que iniciar resultaría difícil de comprender. Sin embargo observé en mi antiguo jefe una mirada como diciendo: "creo que lo veo". Y casi se vio obligado a preguntarme: "¿y cómo le saco beneficio?". Entonces fue cuando le dije la manera exacta: el protocolo que debía seguir.

Primero tenía que contactar con el padre, y decirle cuanto antes que ya que sus empleados daban consejo a su hija no estaría de más que algún día él mismo se pase por su despacho para explicar cómo hacer..., un proyecto en cuestión que resulte especial y que sea interesante entre arquitectos. Por supuesto, yo no sé qué es interesante - pero, ¿a santo de qué un viejo competidor iba a visitar a un arquitecto? Algo de orgullo tendría que tener sabiendo que a quien visitaba salía por la prensa por esos proyectos que, justo cuando me contrató, empezaban a ser aceptados. Mi jefe era eficiente y eficaz: como para titubear ante su presencia. Pero no, se hablaban como de igual a igual.

Así es como le expliqué que en cuanto se negara a formar ese comité de expertos para resolver un problema muy concreto (como un secreto de la arquitectura) entonces sólo tendría que esperar a que la hija se dirijiera al padre insinuando la enorme dependencia que tiene al empleado de su competidor. Por lo que, en ese caso, ya sería el padre el que llame a mi jefe y no al contrario.

Y dicho así, lo aplicó. Por probar. Y, según parece, llamó a varios amigos: quería resolver cómo hacer una cúpula (o algó así entendí). Y se reunieron - funcionó tal como dije. Por supuesto, yo no se lo achaco a la suerte: todo lo más, la suerte que tuve de que mi jefe fuera talentoso - sólo eso. Si él hubiera sido un Estoico y le diera cansancio esa propuesta entonces me habría visto mi trabajo en un brete.

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Esta misma mañana he arrancado el cartel que ponía que mi negocio podía cerrar inminentemente debido a un boicot administrativo posiblemente constitutivo de delito. Poner ese cartel, dado el rol que me compete vivir, es contraproducente. No lo puse como un acto de inteligencia, sino porque me veía amordazado ante una realidad que se me antojaba demasiado peligrosa y despreciable por parte de la gestión de la dirección del hospital. No repetiré mis argumentos, ya lo expuse en posts anteriores.

A cambio he puesto otro cartel: la opción de que la gente que llegue hasta mi tienda pueda poner mi código de recargas 49-119 en disarecargas.com. Ese es el único rostro que debería de mantener. No esperando a que alguien lo vea, sino siendo Inquisitivo en cómo se muestra mi negocio, y ser Paciente a la hora de esperar resultados. Más allá de mi negocio sólo me queda ser Estoico, porque vivimos en una idiocracia.







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