viernes, 15 de noviembre de 2019

Que te toque la lotería

Una reflexión que sólo es aplicable para los del primer mundo es: ¿qué pasaría si te toca la lotería? Yo no me gasto un céntimo y juego todos los años.




En un grupo de amigos el más tonto de todos es el que siempre se rifa la colleja social, aunque no se juegue entre semana. Al final, la idea que podamos tener de lo que es un tonto lo establece la propia moralidad, aunque existe una inteligencia que trasciende y ésta no son más que tonterías para la gente incompleta. Y es de eso de lo que quería hablar.

Concretamente de esto.

¿De qué va ese vídeo..., y qué tiene que ver conque te toque la lotería?
 
Bueno, para cuando lo hayáis visto o no, voy a daros un toque musical para desarrollar lo que dice: ese vídeo habla de un profesor de física que es tan competente que ha conseguido provocar la abstención de los alumnos en el sistema educativo argentino, para acabar viendo los vídeos de física de este profesor. Me parece un ejemplo muy bueno de la clásica película ochentera del cine americano donde cogen a un profesional muy cañero y el stablishment le obliga a ejercer su profesión de forma tan aburrida como todo el mundo.

Efectivamente, el problema radica en que le están amenazando con despedirlo. Y, al mismo tiempo, mi generación (los que aún bebíamos de una manguera llena de barro y descubrimos el mundo de las consolas como algo extraordinario) tiene una cultura bien clara de no negociar con terroristas: es decir, quien ha determinado que tiene derecho para despedir a un profesor por ser competente lo que está pidiendo a gritos es ser expulsado como funcionario. Lo que pasa es que desconozco las leyes en Argentina, el tipo de contrato existente, etc..., en cualquier caso es un incumplimiento de contrato clásico que, en una democracia, se dirimiría en los tribunales.

Esto me recuerda cuando yo era más pequeño. Cada vez que llevaba a cabo alguna arte plástica siempre había una profesora o algún compañero que me saboteaba el trabajo. Era muy típico. Si yo era el único que botaba el balón con una mano, la de preescolar me daba el balón más pinchado, o incluso me reprendía por destacar. Si yo me preocupaba de dibujar un elefante, la profesora me decía muy irónicamente que estaba muy bien mi caballo, y claro, tenía terminantemente prohibido dibujar un lince o un oso hormiguero, porque automáticamente me decía que había intentado dibujar otra cosa. Era algo que ocurría muy a menudo, o siempre. Cosas como dibujar con cera blanca sobre un folio blanco el cielo de blanco...

Pero no era algo exclusivo de una profesora. La del ciclo inicial nunca se metía con los hijos de funcionarios. Pero conmigo era diferente, yo era hijo de sindicalista - y encima un genio. Se supone que la mejor educación que podía recibir era el de los palos; uno de esos experimentos prohibidos, es la única explicación que le puedo dar. Debería de poder reclamar indemnizaciones, pero ya digo: eso sólo se puede hacer en una democracia.

El asunto es que si era muy meticuloso y cuidadoso con la plastilina, la arcilla..., y hacía los cilindros iniciales muy perfectos, redondos y de misma longitud..., tan pronto como los disponía en su correcto orden..., siempre había alguien, profesora o compañero que me destruía el trabajo. Ya no digo en mi casa, donde ninguna obra artesanal hecha por mí pudo aguantar el paso de mi familia.

Recuerdo cómo la profesora me deshacía los trabajos hechos con lana, o esa otra que se quejaba de la mala calidad de los dibujos (por mala calidad se refería a lo rápido que se habían hecho), o cuando obligaba, a base de repetir y repetir una imagen..., cuando introducía a presión un mensaje obscuro y horrible para poder inferirlo sobre el infante. Eso me ha llegado a pasar demasiadas veces, y demasiadas veces tuve que explicarles a mis padres que esos profesores eran unos perfectos pervertidos..., pero nada cambiaba. De vez en cuando sí conseguía que un inspector se pasara por ahí..., y viera con sus propios ojos evidencias más que aberrantes: como que siempre tuviera pinceles sin pelos, témperas secas con los colores mezclados, tijeras pomas..., era completamente absurdo porque mis padres pagaban el material y me constaba porque solía tener el recibo a mano (dicho sea de paso, ya suena como suena el pedirle a un niño de 6 o 7 años que tenga el recibo de pago de material a mano).

Ya no digo la incoherencia de cuando subía por una cuerda o hacía el pino..., la profesora obsesionada en hacer que a los chicos siempre les saliera peor que a las chicas. Buscando la manera de imponer en gimnasia una equiparabilidad que no tenía porqué existir. Y, para ello, sabotages, frustraciones y absurdeces que luego no encajaban con la realidad cuando estábamos lejos de esa gentuza.

Cuando llegué al instituto no fue a mejor. Me dejé barba y en ese instituto eran unos fascistas: desconocía el precio que tenía que pagar por ello. Era como pasaba en japón con los estudiantes: debía ser impoluto, era una regla no escrita. Los chicos de una manera y las chicas de otra. Pero, lo más importante, era una regla no escrita.

La gente bien podía escribir en los exámenes lo que le diera la gana, porque aprobaban. La gente como yo podíamos citar incluso a cualquier erudito, que siempre había una pega. Así que los seminarios de física eran una farsa como cualquier otra. Trabajos perfectamente bien entregados pero que tenían extrañas connotaciones en su evaluación. Poco a poco me fui dando cuenta de que esa manera que tenían de sabotearte tus motivaciones o de hacerte perder el tiempo agitando un matraz durante 40 minutos para ver cómo no cambia de color..., esas cosas... Había un nexo en común. 

Era un clásico: si este tipo es inteligente entonces no debe ser bueno con las manos. Es tan simple como eso. Es lo que tiene que ser.

Recuerdo el día en el que se volvió a repetir un hecho extraordinario: toda la clase suspendió con nota cercana al muy deficiente un examen de física, y yo, sin embargo, hice un examen impoluto. 

La primera vez que pasó el profesor me dijo que no le daba la gana de ponerme más de un notable. Claro..., ese mismo profesor que le dio por tacharme unos  63 trabajos de láminas que hice en una noche porque decía que había hecho trampa con el marco..., que el marco no lo había hecho con la regla. Volvíamos a lo de siempre. Acusar, frustrar, acomplejar...

La segunda vez fue oficialmente en tercero de BUP, lo digo porque en años anteriores ya me habían pasado cosas por el estilo, pero era chocante cómo volvían todos mis compañeros a sacar un muy deficiente y yo, sin embargo, un 10 convertido en notable. Decía el profesor que era así porque era sospechoso, por solidaridad..., no tenía pruebas de nada. Yo sí podía hablar de comportamientos raros en mis compañeros, pero tampoco lo hacía. Y por supuesto era el primero en tener capacidad para responder a las gilipoyeces que se planteara ese perfecto incompetente. Pero ya me daba igual. El seminario de física estaba podrido casi al completo..., casi, sí: había un profesor, Juan Carlos, que me sorprendió. Estaba yo obligado a presentar aunque fuera una práctica, la que sea, así que me presenté ante ese profesor (que no conocía de nada), puso unos objetivos y, para cuando volvió a levantar la cabeza todo estaba finiquitado: ni tres minutos. Le insistí: ¿Entonces? ¿Me puedo ir? Y me dijo que sí. Tuve una hora libre, cuando todos mis compañeros, ya sea por desconfianza, sociabilidad o por tardanza se quedaron ahí toda la hora (algunos me advirtieron, otros de mis compañeros a los que libré decidieron quedarse para asumir lo que había hecho, etc).

Poco que decir de todos los casos donde alguien me ve de lejos y jamás admitiría una obra plástica salida de mis manos. Es la explicación lógica a lo que veo. Así que le cogí manía a todo eso. Sé lo que me voy a encontrar y, si me preocupo demasiado, el estrés me hará sudar las manos para decirme que hay algo que hace que no disfrute.

La precisión, la exactitud de lo que denota un estilo y una estética.

La sociedad prefiere ver lo plástico como algo creativo, cuando ven a una persona de actitud estética en cuanto a sus conceptos, pero no en cuanto a su apariencia, parece que lo vinculan con la hosquedad, la incapacidad de hacer cosas interesantes... Y no les faltará razón: gente que es muy buena haciendo cosas, al no practicarlas, se vuelven torpes.

¿Cómo fue cuando le dije a un amigo de la facultad que me había pasado el Tomb Raider? Su imagen sobre lo que soy o no capaz de hacer..., ¡qué curioso! Cuando al mismo tiempo debía admitir que jugando al Quake yo era de los más carniceros..., les cuesta admitirlo incluso con pruebas.

¿Le gusta el ajedrez? Pues no será bueno al fútbol. Son principios estéticos que se han impuesto contra algunas personas y, por haber sido manipulados, el acoso ha provocado mella en sus apariencias, en sus formas..., están como arrinconados, les sudan las manos cuando les rememoran objetivos plásticos y, de vez en cuando, cuando se les requiere hacer un acto normal dentro de la educación física..., pegan el salto..., y dejan a los profesores boquiabiertos. Los profesores de educación física en el instituto eran los únicos que no se dejaban amedrentar por las apariencias: ellos sí tenían datos objetivos.

Ahora el stablishment tiene una serie de roles impuestos y el profesorado querrá que el alumnado se crea las limitaciones que han predefinido para cada uno. Es como pasó con el profesor de autoescuela, acabó confesándome que a mí me trataba de manera diferente - como a las mujeres, pues nos gritaba; y sabía que sin motivo coherente, pero es que no puedes pedir peras al olmo, la gente es muy simple y desgraciada.

Por eso, si me toca la lotería, si se diera el caso improbable de que me reconozcan mis inventos, mis trabajos... O alguno de ellos, da igual. Entonces viajaría donde está la tecnología, me comparía una casa para montar mi propio taller tecnológico, probaría a perder el tiempo intentando crear un servidor con mis ordenadores viejos..., me haría un experto en hardware, arduino..., programaría piezas y las soldaría. Puede que hasta las patente, conforme estándares... Es decir, justo lo que me consta que es para lo que me tendrían destinado a no poder hacer es para lo que dedicaría mi tiempo - pues ya el mercado me daría igual.

Y entonces podría subvencionar a los profesores de física, o de lo que sea, que están en Youtube dando gratis una formación. Porque parece que para triunfar antes tienes que ser de alguna clase de hermandad sobre la que has tenido que someterte sexualmente en EEUU..., si no, no me explico que sea en ese país donde haya tanto capullo amenazante y suelto acumulados por extensión y por metro cuadrado.


Pero por algo lo llaman lotería: no hay que vivir bajo una esperanza que te deja en la indefensión. Es el sesgo del jugador. Es más adecuado hacer planes de qué piensas hacer para paliar la clase de vida que te ha tocado.




 

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