martes, 14 de mayo de 2019

Vamos a acabar con lo que empezamos

Ya me estoy empezando a marcar un ritmo..., no sé qué haré mañana. Hoy probaré a tocar el tema de las series que tienen que acabar.




Iba a escribir primero mi artículo de divulgación, y luego me iba a desahogar aquí..., pero he pensado hacerlo al revés. La razón es simple: he estado toda la mañana confeccionando un pedido y reponiendo en mi tienda, así que, para no fraccionar mi tiempo, se me ha ocurrido quitarme estas ideas de la cabeza antes de empezar con los temas serios.

Hoy quería hablar sobre las series, en principio pensadas para la televisión, y que están consiguiendo enganchar a una audiencia de una manera muy peculiar. Ocurrió en su momento con Lost, seguían un patrón específico para hacer que el siguiente capítulo fuera más enervante que el siguiente. Sin embargo, los culebrones siempre han existido..., no es nada nuevo.

Si retomamos a hace muchos más años atrás recuerdo que cuando iba yo al instituto apareció una serie: Caballeros del Zodiaco. La historia, a diferencia de lo que vemos en las series americanas modernas, tenía un rasgo característico de lo infantil: lo que se contaba era kafkiano. Es decir, se podían dar una exageración pictórica muy característica de la historia, la idea de lo que es la antigua Grecia, los mitos, las relaciones interpersonales..., todo un conjunto de características que hacían que lo que llamaba la atención fuera al mismo tiempo de trasgresor a nuestra civilización también tenía aspectos simplistas - como encajando con el pensamiento de un niño pequeño.

Pues bien, eso es lo que hacía que la serie estuviera orientada a los jóvenes. No era extraño. Pero recuerdo que, al mismo tiempo, cuando acababa esa serie empezaba la telenovela venezolana de turno: una de esas historias escritas muy probablemente por Boris Izaguirre donde actores muy buenos representaban historias que recordaban a las fresas: muchos frutos supersimples metidos en un conglomerado gigante.

Los culebrones siempre se centraban en asuntos de familia. Recordaban al éxito de Falcon Crest, Dinastía o Dallas..., con el añadido venezolano de que obviaban los asuntos materiales y se centraban exclusivamente en los más personales: más de amor y menos de dinero. Y claro, ¿cómo sería un mundo de amor kafkiano? Un mundo donde se acumulan experiencias supersimples enmarañando a los distintos personajes con sensaciones de lo más disparatadas..., muy de adultos, en esta ocasión, pero sigue siendo algo así como compartiendo un esquema parecido.

Para cuando apareció Lost, ya observamos distintas series y animes en EEUU y Japón, que eran los que tenían los mejores guionistas en todo el planeta. Los animes japoneses optaron por mejorar la historia, y la idea de superación de sus héroes, así como los subtramas y los flashbacks. Los Caballeros del Zodiaco era una serie que ganó muy buenas críticas gracias a los flashbacks, en un momento dado perdió ese fuelle y sus seguidores fueron abandonando el culto. Ahora bien, ¿me equivoco? ¿Son tan importantes?

En la serie Naruto también observamos la regla fundamental de los flashbacks aplicado en el género de los superhéroes: cuando hay un flashback el protagonista tiene que experimetar una vivencia de la que aprendió, por tanto se tiene que mostrar al mismo héroe más inmaduro y el objeto de ese flashback es la razón por la cual maduró.

La maestría de los guionistas de Naruto no tiene parangón en lo que se refiere al mundo o los flashbacks. Por ejemplo, cuando un personaje va a morir, le dedican un flashback recopilatorio de toda su vida; lo que sería un capítulo de relleno a modo de recordatorio de todo lo que fue ese personaje para la serie. Ciertamente, saben cuidar muy bien ese tipo de recursos.

Sin ir más lejos, en Lost también consideraron interesante la idea de los flashbacks, y fue crucial para desarrollar las subtramas y cada uno de los protagonistas. Pero además añadieron una idea más propio de los antiguos culebrones: había una enorme gama de personajes, en vez de hacer que todo girara en torno al que pudiéramos llamar el protagonista.

Ciertamente, se podía comprobar que el rasgo de los múltiples personajes era más importante que el desarrollo del supuesto protagonista: eso era algo en lo que solían coincidir las mejores series..., así que llega una serie diferente: Juego de Tronos.

En Juego de Tronos, siguiendo el hilo del libro, contrasta la idea de que se pueda montar una historia no modular con un mundo complejo y personajes que desarrollan sus propios subtramas y, al mismo tiempo, no se usa el recurso de los flashbacks. Las cosas del pasado se cuentan como historias, por los propios personajes..., pero no se desarrollan más allá de como meros retrazos de algo que nunca termina de contarse.

Si nos damos cuenta lo que en realidad se está haciendo es rescatar la estructura de los culebrones de siempre tipo Falcon Crest con el añadido de incorporarle el caracter kafkiano sobre aspectos crueles de una sociedad que no existe pero cuya historia suena convincente porque no es tan diferente a lo conocido.

Esa crueldad fantasiosa, si fuera fácilmente resuelta, entonces no generaría subtramas interesantes. Los personajes se mueven y mueven ese mundo.

Sin ir más lejos, la actriz que hace de Cersey ya hizo de Ginebra en una miniserie pensada para televisión. En esta miniserie de dos capítulos: Merlín, se observaba una lectura cruel y práctica para conseguir objetivos bien definidos en un mundo de dragones, magia, etc... Aparecieron otras series por el estilo, ya sea de calado más familiar o de un calado más adulto (como Camelot, donde la magia tiene consecuencias). Se estaba experimentando para conformar la verdadera esencia de lo que se pretendía..., y no, no eran los flashbacks..., lo que alimentaban los subtramas era un conjunto de reglas que se anteponían por encima de las personas y que adquirían entidad propia.

Es decir, ese mundo no sólo debía tener una visión simplista de la física, sino también más cruel. Así los personajes tendrían que adaptarse a una realidad que les sobrepone, mientras intentan acoplarse a ella. El mundo tenía que afectar a los sentimientos: podría ser fatal.

Si en vez de poner flashbacks, se hace lo contrario: cada vez que ocurra algo más adelante ocurrirá algo mucho peor y que, a través de ese camino, se pueda conseguir volver a como se estaba justo ahora, antes de que todo se fuera al traste. Los planes de futuro se idean, fracasan, y se consiguen para volver a un punto conocido. De esa manera se mantiene la estructura modular, mientras se inician nuevas situaciones de fatalidad: la fatalidad es la justificación del estereotipo de un mundo donde algo falla.

Y esto nos lleva a la cuestión más fundamental: ¿qué pasa cuando se tiene que cerrar el círculo? ¿Cómo se debe terminar la serie?

En Caballeros de Zodiaco decidieron no terminar nunca la serie, pero no incorporaron ni una idea de fatalidad ni tampoco flashbacks..., así que lo que queda de la serie es la nostalgia de ver a los personajes progresar.

En Lost decidieron clausurarlo todo mostrando una explicación completa de lo que sucedía. Parece que a la gente no le gusta saberlo todo. No gustó a nadie.

Otras series, donde hay un protagonista central, es fácil cerrarlas - sólo hay que satisfacer a ese protagonista. En Falcon Crest, a pesar de que no había protagonistas, se cerró con un monólogo de la propietaria de los viñedos; un monólogo clausurador con prospección de futuro. Algo así como en Juego de Tronos el capítulo de la Boda roja, pero al revés.

Centrar toda la atención en un único protagonista puede ser una manera de cerrar la serie en su último capítulo. Sin ir más lejos, en mi novela necesité un conjunto de capítulos escritos a modo de epígrafes para poder clausurar la historia de todos y cada uno de mis personajes. Algo así sucede en el libro El señor de los anillos: cuyo epígrafe es un conjunto de capítulos que permite saber qué va a sucederle a cada protagonista.

Y claro..., los que quieren seguir viendo tanta fatalidad y se hayan enviciado con los mensajes tóxicos no querrán ver la máquina detrás de la matrix, o al personaje ya clausurado y feliz. Mi primera impresión es que, se haga como se haga, a nadie le va a gustar aceptar el final, y le echarán la culpa a los guionistas - cuando en realidad lo que querían era que continuara la serie.

Una de las soluciones que me gusta proponer es que se creen extras (secuelas, precuelas...), para que a la gente no le dé el mono. Sin ir más lejos tenemos la serie Code Geass, que también se fundamenta en la fatalidad y gira en torno a un antihéroe. Esta serie tiene una estructura claramente modular, donde cada capítulo no está demasiadamente acoplado con el siguiente, pero donde se adivina una paulatina degradación del personaje - hasta que termine de ser explotado. Su final no podía prolongarse y, a modo de excusa, en el último capítulo regalan entre conversaciones la promesa de hacer futuras precuelas.

La cosa es que cuando un mundo da de sí, vale la pena plantearse continuaciones. Así lo vemos en la película Cube donde no vale cualquier secuela o precuela, también hay que saber hacerlas.

En cualquier caso, los productores ejecutivos de Juego de tronos acertaron con la manera de impulsar la serie. Y, al desarrollar personajes tóxicos (como Daenerys, que estaba demasiado aferrada al poder e inspiraba ser una mesias para su gente) a mí me provocó una mala sensación la serie, hasta el punto de que la abandoné: demasiados falsos debates. Lógicamente, con el tiempo, esos falsos debates vuelven a aparecer y, poco a poco, se va desarrollando los personajes con su toxicidad para mostrar su verdadero rostro: quienes necesitan algo tan efímero como el poder, nunca sentirán completa satisfacción - al no ser auténtico.

¿Qué hace el mesias cuando siente que le odian? Lo que muchos políticos siguen sin comprender: se vuelve loco porque no lo veneran por encima del resto de los siete dioses. Es aquí cuando los guionistas, los actores, el director..., tienen un papel muy complicado: ¿serán capaces de enseñar lo que Confucio sólo pudo dejar por escrito? Al fin y al cabo, lo que es tóxico y fatal en esos mundos ya se ha vivido en el pasado.


Clausurar una serie llena de toxicidades es tan complicado como hacer gráfica la más profunda de las filosofías.



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