La consciencia sigue siendo un misterio, de eso no hay duda. Pero, de vez en cuando aparecen noticias interesantes. La idea debe comprenderse bien: resulta que una persona que no nació ciega, sino que fue víctima de una enfermedad que lo que hacía era que se le quemaba la retina, hasta el punto de perder la vista siendo adolescente, pudo volver a ver gracias a la medicina.
La idea de Paul Bach y Rita fue no demasiado invasiva y, aún así, altamente sorprendente: si se le ponen unos electrodos en algún punto cercano a la parte del cerebro que se dedica a ver, entonces la propia conectividad azarosa de las neuronas harían el resto. La idea es que, mediante el tacto, el propio cerebro sería capaz de adivinar lo que se ve, hasta el punto de que el sujeto será consciente de eso que ve.
En este experimento, al adolescente le conectaron una minicámara que veía por él a sus receptores de la lengua mediante electrodos. La idea es que las imágenes en blanco y negro bien codificadas podría aprovecharlas la propia lengua para transmitirle a su cerebro, que ya desarrolló la capacidad para ver, el que vuelva a activarse esas neuronas que activaba cuando su retina aún era funcional.
Efectivamente, hay dos limitaciones estructurales: por un lado la cámara deberá codificar su señal a los electrodos de manera que el cerebro lo interprete como si fuera la propia retina y, por otro lado, no todas las neuronas estarán igualmente conectadas con la lengua como lo estuvieron con el ojo. Es por ello que, como resultado, el sujeto percibe enormes burbujas que le ha permitido ser el único invidente que ha escalado el Everest.
Sin embargo, el experimento salió incluso mejor de lo figurado. Esto es porque el proceso de entrenamiento no necesitó semanas para que el cerebro evolucionara con sus conexiones, sino que se podía entrenar tortuosamente al invidente con sesiones que funcionarían en horas. Eso es algo importante: significa que, efectivamente, estamos interconectados de más y que, como vengo diciendo, las técnicas de codificación para la percepción son las mismas y, por tanto, la manera que se tenga de codificar la percepción es la que va a marcar los límites de la consciencia. Se trata, sin ir más lejos, de un problema matemático.
Problema que iré rememorando en breve, mientras me regodeo un poco. Al fin y al cabo, yo no existo.
Hasta la próxima sucedáneos.
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