miércoles, 3 de abril de 2019

Las paredes del enorme Bulo

Sectas políticas en España que se venden como los partidos más representativos acostumbran a blanquear en tiempo electoral sus asuntos al centrar la atención en cosas muy turbias. Hoy no dejo títere con cabeza.




Deberíamos de aprender la lección. A estas alturas deberíamos de saber ya de que existen las Fake news, tan cierto como que el castellano incorpora demasiados términos en inglés como para que debamos incorporarlos con su pronunciación y escritura originales. Ayer mismo un amigo me ha propuesto entrar en una investigación filológica, cuyos detalles no puedo dar, y he tenido la oportunidad de recordar cómo escribí mi novela "Luces y Espectros".

Bueno..., ya he metido tres conceptos raros, ahora sólo hay que agitarlos un poco, poner una música que contextualice y ver qué sale:

Nos podemos imaginar a directores de medios de comunicación hablando con políticos para llevar a cabo pactos de caballeros. De esta manera se establece el marco del lenguaje mediante el cual llevarán a cabo entrevistas y expondrán los hechos contra los que deberán definirse.

Yo mismo sí habré recomendado hacer ese tipo de cosas, lo cual corresponde con un lenguaje maquiavélico: el objetivo es conseguir la entrevista, que se defina el entrevistado transmitiéndole las preguntas. Ahora bien, de comunicar las preguntas a pactarlas hay un trecho.

Esos pactos hacen que los periodistas se fijen como objetivos posicionarse a un lado o a otro y, mediante el discurso que tienen no permitirse el cuestionar algunas afirmaciones. Es entonces cuando hay gente que, a pie de calle, descubre que todo ha sido un fraude. Pero la principal víctima de todo este montaje no es el que está a pie de calle: los gladiadores son los periodistas, los tertulianos..., y la gente que visita ese circo lo hace para divertirse y desvincularse de la realidad.

Todo ese escenario pornográfico donde las ideas son pervertidas en formato de sentimientos fue lo que nos quiso traer ese ricachón italiano a España..., y ya se ve cómo lo consiguió. Cadenas que eran serias, donde los debates eran inteligentes, poco a poco se han estado volviendo mamachicheros.

Un periodista emite un fake, entonces otro periodista emite un maldito bulo y, cuando examinamos ambos, descubrimos que ni el que inventa la noticia ni el que la desmiente dicen verdades constatables - no han constatado su información. Como gladiadores, se enfrentan los unos contra los otros con las armas que les han dado: bulos. Y esas armas son las que usarán para blanquear a los políticos.

El ejemplo más reciente es lo que está pasando con Pablo Iglesias: decir a estas alturas que lo que defendía Pablo Iglesias era que teóricamente los ciudadanos llevaran armas de fuego es mentir. Si este hombre ha cambiado de opinión me parece legítimo y noble PERO: lo tiene que decir. Tiene que decir que se desdice, con esas palabras o equivalentes. Zapatero, creo recordar, fue el último político que tuvo el aguante necesario para alardear del talante de quien rectifica. El problema es que cuando Pablo Iglesias rectifica lo hace siempre HACIA LA DERECHA. Espero haber sido suficientemente contundente.

Bien podría haber rectificado recordando ese debate, que no ha reflotado ni en Intereconomía, en la que él mismo se reafirmaba a favor de que todo hijo de vecina tuviera derecho a armarse y que la policía no tuviera el monopolio de la violencia. La policía no tiene el monopolio de la violencia: tiene el monopolio de la presión y la fuerza. Si son violentos entonces deberían de ser perseguidos y, por alguna razón, es difícil encontrar periodistas que hagan un seguimiento de esa clase de vertederos.

De forma simbólica observamos la persecución a policías retirados que siguen recibiendo medallas después de haber torturado. Y esto demuestra que, por un lado, los poderes fácticos son franquistas y promueven la dictadura institucionalista (lo que yo llamaba fraguismo). Y, por el otro, que los periodistas sólo son gladiadores que no forman parte del púlpito. Ellos son los que sangrarán para ofrecerle a la gente carnaza para divertirse ¡Habet!

Mientras la gente grita de júbilo y rabia, tenemos a Inda herido de gravedad, el público enfervorecido mientras le tiran besugos desde el púlpito...

- ¿Dónde queda eso que decías de que Pablo Iglesias era amigo de Otegi? - grita el público.
- ¡Pero si es verdad! ¡Él mismo copiaba palabra por palabra sus discursos!
- ¡Acaba con él! ¡Acaba con él! - grita el público mientras echa espulmarajos por la boca.

Mientras tanto, en el púlpito, tienen que decidir: ¿pulgar arriba? ¿pulgar abajo? Pero..., ¿quién es ese? ¡El viejo gladiador Gabilondo se ha vuelto a poner el tanga! Y pobre el que caiga en sus redes amorosas..., que al que engancha le abre en canal mientras sus más fervientes seguidores no le tosen ni una coma. Porque claro, ¿cómo no tomar en serio al que nunca se pronuncia cuando lo hace?

Blanqueando, blanqueando..., se nos olvida que la empresa que en su momento trampeó los votos es la que va a ser otra vez contratada ¡Maravilloso también cuando Pedro Sánchez vuelva a prometer hacer muchas cosas! ¿Cuántos periodistas le han recordado lo que no ha cumplido para preguntarle, básicamente, lo que tienen prohibido: por qué? ¿Cómo es posible que el supremo sí pueda saltarse la constitución al cuestionar una sentencia firme, o que los políticos puedan dejar la gestión económica a la soberanía extranjera sin pasar por el título primero y, al mismo tiempo, el jefe del ejecutivo no pueda ejecutar unos presupuestos de carácter urgente sin mayores dilaciones?

Cuando escribí mi novela se puede encontrar algo que no aparece en muchas novelas: mi pretensión fue escribir los distintos capítulos con distintas voces, donde los personajes tendrían su propia voz, el narrador tendría una visión subjetiva en torno a un personaje específico (como en Juego de Tronos), donde la voz del narrador no tan omnisciente madurara con la obra (como en D. Quijote). En definitiva, la novela desvelaría aspectos muy claros y, al mismo tiempo, junto con cada personaje, aspectos muy - pero que muy - turbios. Y, aún así, siempre se traslucía un carácter entrañable en cada uno de los villanos. Y es que, por muy horribles que nos parezcan, dar a entender de que nuestros héroes son crueles y de que los villanos en ocasiones son víctimas es algo que nos ayuda a comprender mejor cómo es la realidad misma.

Me decía mi amigo que había un aspecto que él se había fijado que hasta ahora los traductores no habían desarrollado. Entonces me puse a leer los artículos que me recomendó y, efectivamente, cuando se trata de traducir lo que sucede la gente no se da cuenta de que lo que aparece ante nuestros ojos no es más que dos víctimas que se enfrentan y que se hacen daño mutuamente.

¿Hay alguna manera de dignificar de nuevo esa profesión? En realidad forman parte de los estercoleros. Pero la clave está en centrar la mirada en aquellos que se ubican en la periferia, más allá de los límites del coliseo. Aquellos que denuncian cosas diferentes. Yo creo que ahí es donde aún queda algo de dignidad.








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