jueves, 4 de abril de 2019

La Palestra y la Socialmedia

Nuestra socialdemocracia, controlada por los medios, necesita héroes: gente que colocar en la Palestra. Si no eres famoso no eres nadie. Si te conformas con poco no eres nadie. Niño, ¿qué quieres ser de mayor? - Jefe ¿Y tú? - Famoso




Algo bueno tuvo que traernos la televisión: nos enseñó que aún podían los medios caer más bajo. La televisión bien podría ser negativa por la enorme cantidad de anuncios o por los concursos televisivos que ofrecían grandes oportunidades a partir de muy poco talento, aún podía ser peor: peor como conseguir todas las sensaciones y emociones más impactantes con un mínimo esfuerzo, o incluso ayudar a amuermar nuestro instinto de superación o el de sociabilización.

Las críticas que se lanzaban contra la televisión no llegaron a ser completamente asumidas. Y una prueba de ello es cómo se estuvo aprovechando lo peor de la televisión para alimentar los contenidos que se ofrecerían a través de Internet.

Las emociones que necesita un buen cerebro, en mi opinión, giran en torno a una manera de reinterpretar el miedo que nos emite las amígdalas. Las amígdalas, valiéndose de una lógica situacional, sospecha sobre una posibilidad, cree que podría suceder algo, y no se preocupa de ser coherente. Esto nos lleva a que las emociones son el instinto más básico que ayuda a interpretar lo que sucede alrededor de esos miedos, para envolverlos e interpretarlos. Por tanto, según mis consideraciones, cada emoción trabaja bajo marcos que complementan a la necesidad del miedo.

En el cerebro distinguimos en la materia gris zonas desde donde se emite la melancolía y el asco, mientras que sensaciones como el placer o la ira provienen de la materia blanca. Según especularía, podría constituirse marcos dentro de lógica situacional que describa cada sensación, como si fueran homúnculos tiranos y en disputa continua.

Poca experiencia habré acumulado con los años, pero sí he podido comprobar que existen juegos que excitan sensaciones y reaniman a los individuos desde dentro de su propia psique. Cuando una persona es demasiado consciente de que ese juego está hecho para divertirle, entonces empieza a mirarlo con sospechas, lo ha etiquetado como un juego manipulador - ya no funciona. La diversión es un movimiento que te atrapa, no puedes aplicar la ciencia para determinar la fórmula de éxito, necesitas un doble ciego.

A lo largo de los años, nos han querido vender que existían los famosos, las personas con éxito. Como si se tratara de gente con un enorme talento. El asunto es que si bien tienen gran talento en realidad no son tan descomunales: el talento es una cosa, pero lo que les hace famosos es simple y llanamente la construcción de él mismo como producto. Una música que no tienes más remedio que consumir una y otra vez al final se convierte en tu única referencia, y parecerá que ese artista es un auténtico genio, un rockstar, o algo así.

La cosa es que lo mismo ocurre con los actores. Por desgracia los modelos actuales parecen imponer la necesidad de que si eres un actor entonces debes hacer películas; pero, ¿qué pasa con los miles de actores que no harán películas? Hay una cuenta que no funciona y con la llegada de Internet, poco a poco, se va globalizando la Palestra.

La socialdemocracia obliga a que la gente se crea que ser un jefe o un famoso es un trabajo. El entretenimiento puede ser un trabajo: nos aporta placer y nos ayuda a saber qué nos genera asco. También ser periodista puede ser un trabajo: nos aporta motivos para cambiar algunas cosas y también la necesidad de sociabilizarnos con una tragedia. Son las dos caras: la cara de la ensoñación y la cara del despertar. Es lo que activa nuestras emociones: de lo que estamos hechos.

Sin embargo, la socialmedia lo que nos induce a pensar es que hay más trabajos, y éstos no tienen nada que ver con nosotros. La pornografía, que bien puede considerarse una forma de desahogo, no puede ser el eje central de un medio de comunicación: se debería consumir con moderación, o motivar al que se exceda el hablar con un psicólogo. Esto mismo no es lo que vemos en nuestros medios, más que nada porque la escala de sensaciones, el crecimiento de exigencias en los usuarios, las ganas de convertir al producto en tu droga inhumana..., es algo que no termina. Es la dictadura del consumidor.

Sin embargo el camello no es idiota: sus clientes son los que consumen la droga. Mutualizar la droga, así como cualquier otro contenido absurdo como lo que se ve en los casinos, sólo lleva a la gente a un cúmulo de patologías fácilmente reconocibles: hiperactividad, border line, hikikomori, maníaco depresivo, bipolar, etc..., todos son palabras HUECAS, pues todos se resuelven de la misma manera (o casi). Con la misma pastilla (la que esté de moda).

¿Qué pasa cuando los cinco homúnculos tiranos no están bien alimentados y se creen los reyes del mambo? Pues que se desequilibran. Y no diré que mis juegos de rol, mis dinámicas, puedan sanar la demencia..., pero hay un factor común que he observado en todos los casos que he investigado muy personalmente: los verdaderos responsables son su familia.

Cuando el entorno de un sujeto está muy sobreprotegido, cuando el entorno comunitario del individuo le ofrece todas las sensaciones enmascaradas, entonces los tiranos se expanden e intentan influenciar sobre sus circunstancias: se convierten en popstars. Gracias a la Socialmedia, además, se verán especialmente influenciados para hacer lo que hacen: creerán que tienen ese derecho, y que el resto tiene el deber de tenerle en cuenta.

Y no estoy haciendo una llamada a la humildad de la gente: los que quieren reclamar ponerse en la Palestra tienen el mismo derecho que cualquier estrella, puede que incluso más debido a su talento. Lo que falla ahí es la existencia de un escenario. Falla la creencia de que quien gana un concurso se crea que es el mejor: ¿cómo saber algo así? Más bien debería de ser que a quienes ponemos en la Palestra, por lo menos, deberían de ser nuestro modelo a elegir: lo que queremos que digan los niños que quieren ser de mayor.

Cuando nos habituamos a trabajar la mente con ejercicios que realmente importan suelen ser una combinación de educación física y mental. He podido observar en sujetos que habían superado una enfermedad de depresión mediante medicación que ante el género de las chanzas no se veían motivados de querer adivinar una adivinanza y, al mismo tiempo, sí eran capaces de mantener una conversación donde se exponían situaciones irónicas o las reconocían cuando yo las emitía. Es decir: la medicación genera estragos en su propia consciencia haciéndoles creer que no son capaces de hacer cosas o infundiéndoles el miedo sobre ejercer algún estrés hacia su voluntad. De esta manera se sociopatiza su comportamiento, porque temen una recaída: la cuál es un trauma que se les ha clavado en el neocórtex.

Yo no soy médico, ni psicólogo. Por lo que todo lo que estoy contando hay que cogerlo con pinzas. Sin embargo, o algo no está haciendo bien la pastilla al permitirme hablar con ironías y mantener una conversación o algo no está haciendo bien la pastilla al no permitirme hacerles entender que pueden resolver puzzles.


Bueno, hasta aquí las aportaciones del día
hasta otra sucedáneos




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