domingo, 17 de febrero de 2019

La mano mala

Cuando no se sabe cómo manejarse con las dos manos es común tener una mano buena y otra mala. Yo nací muy diestro, así que no sabré sentirme orgulloso con esta analogía de cara a decir que simbólicamente creo haber sabido escoger bien mi manera de hacer las cosas. Esta entrada va sobre políticas inaceptables que están a la vista hoy día.




Para la informática, política es una correspondencia entre las entradas y las salidas. La política, por tanto, puede ser considerada la solución al problema de correspondencia (de Post) entre la manera de interpretar la información de los sensores y la manera de interpretar lo que lleva a cabo los actuadores del sistema sobre el contexto.

Una mala política tendrá o una manera incorrecta de analizar la situación, una mala manera de responsabilizarse por las actuaciones o una mala manera de despreciar los márgenes de error entre lo que se podía hacer y lo que se optó por hacer.

Y hasta aquí lo que en principio dice la ingeniería.

Cuando se estudia la política desde un punto de vista de una ciencia social descubrimos que existe una enorme gama de principios que deben ser añadidos para vincular así el concepto con lo humano. Obviamente, un humano no tiene porqué cumplir los requisitos de cualquier sistema de información o máquina; un humano está altamente restringido por un conjunto de necesidades que le son inherentes al hecho de ser humano.

Esto es como decir que, se mire como se mire, siempre debe haber unos valores intrínsecos en cualquier política pensada para las personas humanas. Algunos de esos valores son establecidos por la propia civilización, de ahí que sean en parte espúreos y, al mismo tiempo, conforman una definición que nos es propia.

Por tanto, tendríamos tres maneras de ver la política humana, como tenemos tres tipos de liderazgos. El cardinal se centra en pasar a la acción, el móvil observa e interpreta la realidad y el fijo intenta entablar la mejor comunicación entre ambos.

El pensamiento cardinal interpreta la política como un mecanismo para no perder oportunidades para actuar, si este tipo de persona no pasa a la acción entonces no es de fiar.

El pensamiento móvil (o mutable) es reflexivo y no puede permitirse el lujo de cometer errores, o de hacer que otros lo cometan por su culpa.

El pensamiento fijo es muy retroactivo y debe ser un experto mediando para ser consecuente con la orgánica.

Cuando se juntan los tres conformarán un trípode, que será capaz de embarcarse en uno de los cuatro grandes proyectos del género único, tal como fue descrito en la entrada anterior.

No sé...., suena a serie de televisión. En cualquier caso, a mí me cuadra bastante.

Cuando se trata de centrarse un poco y ver cómo están las cosas hoy día, no puedo evitar defraudarme sobremanera por la manera que se tiene de resolver los asuntos. Una de las principales cosas que me llaman la atención es el hecho de que vemos gente en la calle sin recursos y, al mismo tiempo, el ayuntamiento de turno posee edificios públicos que son gigantescas mansiones que paga todos los meses. La estética en política establece que, si bien está el político en deuda con el que no tiene un hogar, tampoco le va a ceder espacios más lujosos que los que tiene el propio representante. Tan pronto como se siente desbordado con la llegada de refugiados, no dudarán en echar a la calle a los que menos tienen, en vez de empezar a desalojar al funcionario que finje trabajar en esas descomunales mansiones donde se hacen tantos informes que no lee nadie.

Es decir, el cúmulo de despropósitos de la clase política, ya sea los que fingen ser de izquierdas como los que fingen ser de derechas es de tal nivel de hipocresía que podrían fácilmente resolver los problemas más fundamentales y que cuestionan su honestidad siempre y cuando renuncien a una única cosa: la estética política.

Lo vemos, especialmente, en los jueces de este país: la estética política es lo que hace que cuando es un desgraciado los jueces de lo penal le hacen cumplir hasta la última coma de la condena, y su destino son cárceles que, según tengo entendido, no son las cárceles de lujo de las que tanto se quejaba el megapijo Mario Conde. Hay cárceles y hay cárceles. La estética política se encarga de darle a cada cual lo que le corresponde, dentro de su nivel.

Es la misma estética que obliga a un juez a dirigirse a una víctima de agresiones e intentar convencerle de que retire la denuncia: un estudiante agredido por un profesor de universidad y la insistencia de otro funcionario de intentar salvar a su compañero. Toda esa estética se basa en hermandades, como cuando prevarica la asociación Jueces para la Democracia al dar interpretaciones inverosímiles de la ley en favor de sus socios, o en contra de los jueces que no sean socios de su asociación.

Lo que prevalece hoy día no es la política y su discurso: todo es estética. Nadie se plantea lo que en los países de verdad ya se ha hecho: despedir a funcionarios a mansalva. Despedir en masa aquí en España: lo que supone una revolución anticorporativista. Una manera de luchar contra el famoso poder fáctico en la sombra encargado de velar por el cumplimiento del estado profundo que gobierna a España: Indultalia.

Los gobernadores de Indultalia se encargan de que los tenedores de deuda tengan doctrinas diferentes, de que se pueda vulnerar la Constitución, de que sea posible cuestionar una sentencia en firme, de que cualquier criminal pueda salir de prisión con sólo salir en una procesión con un capirote independientemente del delito cometido..., etc. Éstos son los que mandan porque los que elegimos para que ocupen el poder les dejan gobernar.

Los que elegimos para que ocupen el poder ya tienen sus hermandades: proteger a los militantes e indultar a los que estén más cerca de los líderes actuales ¿Acaso esa chusma va a cambiar absolutamente nada?

Estoy plenamente seguro, en base a lo que se leen en los titulares, y en base a mis leves experiencias conversando con políticos, que en cuanto tomen el control y el poder harán lo que hacen: no cambiarán en absoluto nada y formarán parte del problema como, hasta ahora, viene así sucediendo.

Que no cuenten con mi voto, porque eso me hace cómplice del engaño.

Existe un conjunto de actuaciones fundamentales que deben llevarse a cabo para que podamos vivir una auténtica revolución. Un ejemplo palmario se ve en Madrid: no puedo comprender y no comprendo que haya familias españolas en la calle para acoger a refugiados, mientras siguen habiendo grandes superficies pagadas por el estado donde podrían autogestionar ellos mismos, con su cultura, una vivienda digna. Hemos vivido el 15M, sabemos que se sabe cómo autogestionarse: revivir los falansterios, o un movimiento okupa responsable y social, condenar el parasitismo, o los lumpens..., todo eso no es mera teoría: es pragmático siempre y cuando se renuncie a la estética política o a la protección de unos sindicatos que, en realidad, no tienen ni el más leve poder.

Porque sí: ¿qué es la estética política? Es la defensa de una casta. Y hay quien ha querido incluso denunciar su existencia sólo para formar parte de ella. Vomitivo.

Quizá en las sucesivas entradas iré centrándome en distintas visiones que tengo sobre cómo debería de cambiar la política de este país para que se parezca a algo mínimamente razonable y, al mismo tiempo, en su revolución, me parecen fórmulas sencillas de aplicar.



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