viernes, 5 de mayo de 2023

Mentes sucias como referencia

No es posible abordar el problema de la falta de méritos en una sociedad sin entender cómo se desarrollan sus influencias. Las influencias son la clave de muchos problemas que hay en la sociedad. Por ejemplo, ¿por qué se ataca tanto a Cuba? Porque su existencia representa una clara influencia a la ciencia que se esconde detrás de los estudios de economía. Saben que ese país es el futuro, y solo pueden borrar su existencia a base de propaganda.

Intentar hablar de manera asertiva, centrándose cada uno en los hechos de los que dispone, así como preguntar por qué se piensa como se piensa..., esa clase de diálogos se hacen impensables cuando hablamos de socialdemocracia: cuando tenemos un poder ejecutivo que no tiene que rendir cuentas por sus decisiones.

Un parlamentario, un legislador, tiene que rendir cuentas por lo que decide. Cada acción tiene una motivación. Y es que no podemos aseverar cuál es el origen de los fenómenos naturales, las leyes se convierten en una convención que funciona lista para ser falsacionada en cuanto pierdan su eficiencia. Sin embargo, las decisiones que provienen de las personas para las personas tienen un origen, una causa, porque las leyes son formas culturales que se atienen a una literatura, y esta literatura, por muy rigurosa que sea, siempre queda limitada por el conocimiento humano.

Atribuir una ontología a la creación humana supone errar en lo básico, asímismo tampoco se le puede atribuir a esas correspondencias un origen natural. Son tres mundos diferentes.

Aún así, observamos tertulias muy viscerales sin la más leve intención de intercambiar conocimientos, y esto es debido a que se quiere imponer dictatorialmente un cargo en un sitio o en otro. Es ahí donde aparecen países o sistemas que funcionaron o funcionan perfectamente, formas de gobierno que despersonalizan un poco más el poder ejecutivo y nos acercan a un modelo donde no hay tanto gobierno.

Los principios del anarquismo no es la búsqueda del caos, ni ser antisistema. Los rasgos comunes entre comunistas y anarquistas no es quedarse con el poder, consiste en eliminar el poder de las manos de una persona para ponerlas en manos del colectivo. Lo que diferencia al comunista del anarquista no es la manera de ver la individualidad sino el optimismo que se tiene con respecto a cómo se defiende el colectivo.

Ya lo habré visto, sujetos que desde mi supuesto mismo bando me apuñalaban por la espalda no permitiendo que pudiera estar en lugares y momentos clave. La revolución es para ellos. Y no se equivocan, para ver un movimiento sucio prefiero estar al margen: soy demócrata.

La estupidez más intensa atraviesa fronteras, pero la estupidez masiva es algo que solo se percibe en intramuros. No hay nada más sucio que un ciudadano que se cree moderno. De tanta suciedad que transmite hasta consigue hacer creer que lo que mancha forma parte de la pigmentación de las cosas. Y nos intentan convencer que lo antihigiénico es cuestión de gustos, cuando en realidad están destrozando la estructura intrínseca que organiza a los colectivos. Lo antinatural suele promover formas de violencia, por eso estos conceptos deben considerarse propios de una ética material.

Los nacionalismos son un ejemplo típico, donde cuanto más nacionalista se es más fácilmente será promocionado el individuo en ese grupo. Son formas de supremacismo, pero por encima de todo no es más que un juego donde hay una lucha deportiva entre sus integrantes con conceptos culturales. Nada material ni formal.

Y en ese combate se sienten muy a gusto los supremacistas de distinto bando: los sionistas con los nazis, los del capirote con los rastafaris, los catalanistas con los madridistas... Eso es debido a que no confrontan una lucha material, es como un deporte que se cobra víctimas - victimas que o no conocen personalmente o, simplemente, ni les importa. De ahí que veamos rarezas como leyes feminazis que sueltan a violadores de mujeres: podría ser un mal calculo que pacta con la demencia o un pacto demencial mal calculado.

En el día a día es algo que noto: desde la turista del norte (que suele ser mujer, no sé por qué) que te habla con desprecio como si fueras un palurdo, pasando por el médico condescendiente que se piensa que un kioskero no tiene estudios o experiencia suficiente como para llevar su empresa y también el fracasado de industriales que se dedica a la informática para cuestionar la ingeniería que hay detrás. Son formas de intrusismo, o suciedad de mente, que desprecia a los demás con afirmaciones que no se sostienen llenas de odio. Lo mejor que pueden hacer cuando se presentan de esa guisa ante mí es salir corriendo, para tener alguna sensación de victoria..., porque mi experiencia me dice que les acabo respondiendo para hacerles callar.

Y no es cuestión de gustos, la manera de hacer las cosas tiene su deóntica, y quienes saben de ella es quienes trabajan. Cuando una organización necesita un control ejecutivo recuerdo haberlo estudiado: nivel operativo, nivel de manejo de la información y nivel de decisión ¿Qué significa esa pirámide? Para un informático como yo esa pirámide no establece ninguna relación vertical, sino una manera de entender la relación cliente-servidor: unos trabajan en unas áreas y otros en otras, nada más ¿De dónde viene la necesidad de sentir alguna clase de superioridad?

En eso consiste el papel de la consciencia: debe negar toda entrada que no sea digna de ser tomada en cuenta en ese momento. Es cuestión de imaginarse hasta qué punto un agente podría sentirse sometido por los designios de otro agente y, por tanto, sentirse desplazado dentro del colectivo. La naturaleza ya nos aportó el instinto de querer hacernos destacar del resto, para que cada cual encuentre su papel dentro del colectivo - de manera autónoma, sin necesidad de que nadie se lo diga.

Pero las mentes sucias quieren sentirse por encima, como si hubieran nacido para machacar a los de abajo. Existe un abajo porque los de abajo se convencieron de que estaban abajo. Ellos nos dijeron que teníamos que obedecer y a los pocos que no lo hacíamos nadie nos hizo caso. Cuando los de abajo hacíamos lo que debíamos hacer los de arriba se atribuyeron el mérito de la obediencia, y tampoco se nos hizo caso. Es así como funciona la socialdemocracia: se trata de ensuciar la mente de la gente y hacerle participar de una u otra manera.

Cuba comete el pecado de demostrar que se puede cuestionar el imperialismo, como en su tiempo pasó con el anarquismo ucraniano ante el estalinismo. La fórmula es la misma: cuestionar la necesidad de un trono tiene consecuencias porque, en el fondo, se ven con las manos sucias y no quieren admitirlo.


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