miércoles, 28 de diciembre de 2022

Quien corta el pastel

Es costumbre leer en las competiciones premiadas siempre la misma cláusula:

To be eligible to enter the Competition, you must be: (i) a registered account holder at Kaggle.com; (ii) the older of 18 years old or the age of majority in your jurisdiction of residence (unless otherwise agreed to by Competition Sponsor and appropriate parental/guardian consents have been obtained by Competition Sponsor); (iii) not a resident of Crimea, so-called Donetsk People's Republic (DNR) or Luhansk People's Republic (LNR), Cuba, Iran, Syria, or North Korea; and (iv) not a person or representative of an entity under U.S. export controls or sanctions (see https://www.treasury.gov/resource-center/sanctions/Programs/Pages/Programs.aspx).

Esto es algo que me tira para atrás. Me invita a querer ser cubano, a no querer formar parte de estos concursos esponzorizados desde el odio, o desde países que boicotean la vida del ciudadano de a pie. La imagen que tienen de sí mismos es que son el imperio, solo ellos pueden tener la autoridad de cómo se hacen las cosas, y premiarán a quienes les sigan la corriente. El objetivo es claro: aparentar que otras formas de economía, que los que demuestran que el sistema falla, son los que viven la mentira.

Se trata de una jugada corporativista anticientífica, y en su proceso natural o muere y vence el comunismo o sobrevive y vence la tecnocracia. Ya lo hemos visto en España a través del Opus dei. Su red de profesores busca difundir el mensaje de que no hay economía anticristiana que sobreviva. Y para conseguir transmitir ese mensaje se valen de la santa desvergüenza. Con los años ha sobrevivido una suerte de tecnocracia no admitida en la organización y su relación con el estado. Es la forma natural de evolución.

El problema de la tecnocracia reside que las personas harán exactamente lo que les manden, cumplirán incluso eficientemente con la agenda establecida, y puede que hasta hagan conferencias sobre lo bien que lo hacen todo - todo muy propagandístico y con corbata. Pero si no afrontan a los pares, esos que recordarán el origen ajeno al trabajo que los colocó, entonces no podrán ser confiables: ante situaciones imprevistas no tendrán capacidad para restaurar el sistema, o se irán acumulando errores inasumibles.

Lo he visto leyendo un informe de Google. Google es terriblemente corporativista, no tiene agentes que revisen el trabajo de los que son promocionados. Solo tiene un sistema de conferencias con corbata, que fomenta la tecnocracia. Los pares son ignorados, a saber si hasta reprendidos como ocurre en grupos masónicos o en sectas como el Opus dei...

Lo mismo ocurre en Japón: ¿cómo reacciona un japonés ante un imprevisto? Ha sido colocado en un sitio pero sin necesidad de afrontar lo que hace, porque le han enseñado a no cuestionar los protocolos. Esos esquemas lo que provocan es que aumente la tecnocracia. En un momento dado la mierda llegará hasta el cuello y nadie podrá negar la situación caótica. 

El caos llegará antes en un país que en otros. Entonces el imperio deberá admitirlo: el cúmulo de errores será insostenible, además de que nadie sabrá de dónde vienen y nadie podrá asumir ni su detección, responsabilidad o limpieza. La idea teórica que se tiene en compañías como Google de que los programadors de élite se encargan de reparar imprevistos en poco tiempo es un ejemplo: en ese informe no habla del tiempo que le dedican los programadores de élite en descubrir la razón del error. Eso no cabe en la cabeza de un tecnócrata: no hay responsabilidades, solo hay piezas que se encargan de hacer un cometido sin que nadie les cuestione.

¿Y qué habrá después de la idiocracia? Socialismo o muerte. No hay más que ver cómo quedará todo. Solo la planificación económica resuelve el problema de la inmundicia. Y muchos no querrán llamarlo socialismo, pero eso es exactamente como lo venimos llamando: la prevalencia del pacto social por encima de la herencia recibida, la creencia religiosa o los poseedores del crédito. La prevalencia del individuo por encima del colectivismo: la obligación del colectivo a responder ante cada individuo. Si no se entiende el capítulo cuarto del Contrato Social de Rousseau, que es el documento más cercano que explica algo de tan sentido común entonces, ¿acaso la sociedad será capaz de organizar colectivos?

Lo malo es que se sobreviva con una planificación urgente, como pasa siempre: un sujeto aparecerá diciendo que le tenemos que hacer caso y que no hay otra - y de ahí volver atrás en derechos, volver atrás al defender gobernadores o poderes ejecutivos y, de ahí, nuevas formas de dictadura. El poder ejecutivo es un militar, y a los militares hay que darles un ámbito de trabajo específico, no cederles el control completo de todo.

La socialdemocracia no evoluciona más allá de la España de 1812.

 

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