martes, 22 de marzo de 2022

Sin problemas de identidad

El problema de la identidad es un tema que es especialmente recurrente en la filosofía de EEUU, sabiendo que sus bases provienen de la filosofía griega. Se trata de un concepto que debe refundarse desde la aparición de los automatismos, la incompletitud aritmética, etc...

La cosa es aparentemente sencilla: ¿qué significa que dos cosas sean idénticas?

El problema de la identidad es la base y el fundamento de cualquier teoría filosófica: si los pilares de la definición de identidad son débiles entonces la construcción filosófica no aguantará demasiado. Por eso, como si estuviéramos en un cálculo de cargas podemos considerar distintos niveles de igualdad. 


Nivel 0. La igualdad que no sostiene ni lo más básico.

De vez en cuando aparecen señores supremacistas. Gente que antepone un grupo social, o etnia, o lo que sea, por encima de los demás o de lo demás. Puede ser algo tan obvio como el racista o el misógino, algo un tanto más sutil como el nacionalista o el alienado chovinista, o puede ser mucho más peculiar como quien se escuda en evidencias que considera conservadoras cuando en realidad precisan de una carga de prueba, como podría ser la creencia en Dios y el problema de los maximales.

Contra este nivel tenemos dos herramientas: el papel del pacto social de cara a los derechos humanos y una jerga que anula la necesidad de dogmas gracias a la sistematización del conocimiento científico. Es decir, si se puede desarrollar la fusión de las ideas reconociendo sus categorías los maximales se verán reducidos a cenizas.

 

Nivel 1. El barco de Argos.

Nos enseñan una pieza de museo y nos dicen que ese barcos es el legendario Argos. Sin embargo la verdad es que, de ser cierto, todos sus tablones se habrían podrido hace tiempo. Así que el original ha tenido que ser reemplazado al completo por este nuevo Argos..., paulatinamente. Lo mismo pasaría con una persona: todas las células que la constituyen ya murieron desde que fue bautizada por su nombre. Por eso, materialmente podríamos decir que esa persona ya murió, cuando formalmente la designación prevalece. Si llega la policía y preguntan por mí, no vale como respuesta que el sujeto que buscan murió hace años. Pero si vamos al teatro romano de Zaragoza a muchos arqueólogos no les gusta cómo ha sido renovado piedra a piedra ¿Se trata de un tecnicismo estético? Parecería que dos teatros romanos son iguales si son aplicables a ambos las mismas propiedades. Si X es un teatro romano, entonces cualquier cosa que digamos de X, por ejemplo P(X) lo podríamos decir de Y si ambos son idénticos: 

Para todo X, Y: si X = Y entonces P(X) = P(Y)

Kripke criticó la idea de que dos cosas pudieran ser iguales por la sencilla razón de que compartan las mismas propiedades. Esa definición no le valía cuando incorporamos el matiz de las posibilidades. Cuando algo es posible en una cosa se adultera en algunas de sus identidades. Eso se verá mejor con mis formulaciones personales que con lógica modal.

La cosa en sí es que ante la pregunta de si dos cosas son iguales en realidad tenemos dos posibles respuestas: decir que el barco del museo es el Argos y decir que no es el Argos son dos respuestas válidas dependiendo del marco del lenguaje que estemos usando. Es decir, dependiendo de la idea de identidad con la que estemos trabajando podremos decir con certeza absoluta ya sea una cosa como la otra.

Identifico una identidad a la que llamaré vertical cuando afecta a la propia estructura y la identificación misma del objeto a identificar. Cuando dos objetos son idénticos verticalmente debe existir una traza que vincule un objeto singular al que llamaremos inicial, y que desplaza al resto de los objetos estructuralmente. En el caso del Argos existe una identidad vertical, esta es la propiedad del barco. Cuando se creó el Argos y se bautizó (en los términos de Kripke) se le atribuyó un propietario. Esa propiedad pudo haber pasado de mano en mano hasta incluso haberse abandonado en el fondo marino, pero la propiedad dentro del fondo marino no rompe la traza, lo único que puede romper la traza es el olvido (el no poder asociar un objeto con un propietario en la antigüedad). Así, desde ese punto de vista, el que va al museo le interesa saber si la propiedad mantiene unos preceptos de calidad definidos por la traza. O, dicho sea de paso, la definición vertical es un marco axiomático que define qué se entiende por conservar la traza. Es decir, si los arqueólogos consideran que hacerle cierta clase de cosas a las piedras destroza la restauración entonces, por su definición, habrá ruinas que no fueron correctamente restauradas y se habrán olvidado su identidad.

Otra definición de identidad es la que establece un vínculo horizontal. En la identidad horizontal observamos que existe una cópula entre el objeto y una propiedad; la idea es que en otro mundo esa propiedad puede que deje de cumplirse, por lo que el objeto perdería su identidad. En el ejemplo del Argos ese barco se construyó exclusivamente como arma de guerra y de exploración; en el sentido en el que ha dejado de tener esa propiedad que lo justifica, lo que es el sentido de la vida del Argos, abandona su identidad. Si deja de ser un arma y ahora es pieza de museo entonces el Argos ya no es el Argos, es otra cosa.

Por eso, bajo este esquema, en el vínculo horizontal la identidad depende de unas pocas propiedades de identificación para poder decir que otro objeto es el mismo o es diferente. O, por el contrario, tendríamos una identidad vertical que exige establecer unas normas protocolarias sobre qué debe cumplir la traza para que no se sucumba al olvido formal.

 

Nivel 2. El abogado que no quería pagar su formación.

Seguimos en Grecia. Si yo fuera bueno con los nombres citaría al famoso griego al que se le ocurrió la siguiente patraña: decía que si uno de sus pupilos no ganaba un juicio no estaría obligado a pagarle sus clases. Una persona culta lo que entendería es que en realidad solo habría que pagarle para cuando empezara a ejercer de abogado y tuviera dinero; sonaría estúpido encararse contra su maestro diciendo que no piensa pagarle y, al mismo tiempo, vivir de representar a desgraciados que acabarán en el patíbulo o echados de la ciudad.

El matiz hacia donde me dirijo es hacia el problema de identidad: ¿qué significa ser abogado? ¿A qué es igual? Aquí necesitamos considerar que la palabra abogado se convierte en una descripción de lo que pretende ser el oficio: la denominación se acerca a los planteamientos de Russell, no a los de Kripke. En la medida en la que el abogado cumpliera una propiedad de identidad podríamos aseverar que estamos ante alguien que ya es abogado.

El engaño está en creer que cualquier propiedad de identidad (identidad horizontal en mis términos) es válida. El sentido de la vida del abogado no consiste en hacer que su cliente gane juicios, el sentido de la vida del abogado reside en ofrecerle al juez una información de parte bien documentada. En la medida  que el abogado consiga mejorar sus capacidades el juez lo tendrá más cómodo para emitir un juicio justo, este juicio será más eficiente y, por tanto, menos injusto para los afectados y los que pagan el proceso. Enfocar el trabajo del abogado a ser capaz de hipnotizar al juez, engañarlo con triquiñuelas o cosas así..., no permite comprender lo que significa un juicio. Por tanto, a este nivel nos damos cuenta de que la identidad no se puede definir de cualquier manera y en base a cualquier protocolo establecido.

Cuando nos planteamos si cierta persona es buena como abogado tenemos dos maneras de enfocar la identidad de esa persona con la de los buenos abogados: la identidad vertical es la que establece que académicamente consiguió una serie de méritos, y nadie se desprende ni de su pasado ni de su carrera. El médico que fue estudiante de medicina y que ahora quiere ser cirujano siempre fue experto en medicina y se puede identificar lo bueno que es por cómo ha llevado su carrera; no es una cuestión de que el que está siempre pretendiendo ser otra cosa pierda su identidad, porque el que estudia para ser cirujano muy probablemente ya sea médico y la intención no genera ningún olvido formal.

Sin embargo la identidad horizontal es la que se fija en el contexto. Un buen abogado en España no tiene porqué serlo también en China, porque las leyes son diferentes y hay que documentarse como es debido. Ante la pregunta de si alguien es buen abogado nos vemos obligados a tener que preguntar en qué sentido se hace la pregunta. Pues el que hace la pregunta y explica el sentido también nos comunica con precisión qué es lo que entiende por un buen abogado y, al mismo tiempo, su definición puede que se constituya en una falsedad: si cree que un buen abogado es el que le va a librar de ir a la cárcel entonces la respuesta siempre será paradógica en cualquier mundo, porque el abogado no es el que expía las culpas.


Nivel 3. Identidad con los vivos.

Nos salimos de Grecia, y ahora hemos vuelto a este blog. El problema de la referencia fue el punto de partida de los matemáticos a la hora de empezar con los automatismos. Alan Turing en sus ensayos toca el tema de la inteligencia. Como hemos visto en el nivel anterior, no todo es identificable con cualquier cosa de cualquier forma. La identidad se multidefine de muchas maneras y, al mismo tiempo, es un campo minado que no admite cualquier definición. Por eso, si a mí me da por definir la vida y su sentido como me dé la gana no conseguiré que me hagan caso.

Cuando Turing buscó un mecanismo para establecer una identidad entre los vivos y los automatismos le dio un carácter conductista, mientras explicaba que no tenía otra manera de trabajar esos conceptos. El conductismo es otro de los grandes errores de la ciencia: ¿se puede decir que un buen estudiante es resultado de una buena institución académica? Alguien podría vincular lo buenos estudiantes que son un grupo de personas con el mérito de, por ejemplo, sus profesores de primaria. Así, si alguien es buen estudiante es porque fue a una buena escuela.

Pues bien, eso que acabo de decir nos lleva a los errores del nivel anterior: igual que un buen abogado no es el que gana juicios, un buen profesor no es el que genera buenos estudiantes. De hecho, es más bien al contrario, un mal profesor es el que imposibilita que haya buenos estudiantes. Si el estudiante estuviera condicionado por las instituciones en las que esté entonces no existiría un comportamiento vivo en el estudiante, no sería más que una maquinaria. Maquinaria que sería fácil de controlar, algo que sabemos que es al contrario: cuanto peor trabaja el sistema académico más caóticos son los estudiantes, pero cuanto mejor trabaja el sistema académico más estudiantes excepcionales aparecen. En ambos casos son estudiantes que se salen de la norma. Por lo que el enfoque conductista no encaja por ningún lado.

Turing planteó una prueba para establecer la identidad horizontal en base a una conducta: la capacidad para mentir de un humano, si fuera equiparable a la capacidad de mentir de una máquina, entonces el humano sería identificable como la máquina tal como esté programada. Esta idea de engaño es equiparable a otros engaños a los que el ser humano es sometido: de una forma o de otra los calentamientos relativos al dolor, el placer, el picor, etc..., todo lo que juega con la sensación de tener que soportar esos temas se abstrae en una interfaz a la que llamamos consciencia. Si no somos conscientes de un dolor poco importa que los neurorreceptores estén a mil por hora, hay una conexión que se ha roto y esa energía que no genera trabajo ya no molesta.

Leyendo múltiples ensayos he comprobado que es terriblemente sencillo escribir sobre la inteligencia, y el populacho se siente muy agradecido. Pero cuando se toca el tema de la consciencia el nivel de exigencia establece que no se pretenda aportar prácticamente nada para que así se pueda dar por válido el ensayo. La asquerosa humildad de tener que ir diciendo "no sé", "no sabemos"..., y cosas por el estilo. Independientemente de que se tenga luego una formulación increíblemente compleja en lo que se refiere a la inteligencia. La cosa es simple: ¿no se puede identificar al ser inteligente con el ser consciente? ¿Qué propiedad exclusiva tiene uno que excluye al otro?

Cuando hay que explicar el problema de la identidad no es de extrañar que haya que incorporar la idea del yo. Cuando decimos que el yo es construido en la zona prefrontal en base a un conjunto de políticas que vincula la relación que hay entre la zona parietal y la parte inferior con lo que percibe el sujeto lo que estamos haciendo es crear una identidad vertical a partir de una correspondencia funcional de experiencias a lo largo del tiempo.

La identidad vertical desarrolla un invariante que no puede degradarse. Por tanto, y aquí está la esencia de este nivel de identidad, corresponde con un sistema permutativo e invariante con respecto al tiempo. La otra identidad que necesitaremos montar lo haremos en base a una definición horizontal: cuando te dicen "has cambiado, ya no eres lo que eras". En ese tipo de frase tenemos una propiedad conductual al más puro estilo test de Turing que debe funcionar de manera dinámica, dependiente del tiempo. Por tanto, tenemos otra identidad - que es cultural. La identidad memética se define a partir de asignaciones por cómo se ubica el yo en su mundo, es el yo-para sí.

Si solo existiera un yo en sí no habría lugar para percibir el dolor, el placer, etc..., la consciencia exige reconocer el conjunto de significantes cuyo significado no depende de su uso. Esto es, hace falta unos recursos literarios atemporales (invariantes en el tiempo) para establecer los rasgos culturales que fijan los preceptos dinámicos.

Por ejemplo, para elegir unas leyes y redactarlas necesitamos un bagage cultural. Pero para determinar si van a ser equilibrantes y justas no existe proceso de asignación en un momento dado, ni determinación de ninguna clase de marco de trabajo, lo que se usa es un recurso invariante en el tiempo: la idea de equilibrio. Y en cualquier marco o cultura el equilibrio siempre es el mismo.

Cuando vemos a un perro ladrando a otro es hasta posible que los ladridos aprendan a conectarse. De esa manera podrían desarrollar, según mi teoría sobre lingüística, un lenguaje común a partir de sus dolencias, apetencias, placeres, etc... El ser humano tuvo la suerte de sufrir más que el resto de los mamíferos: menstruación monstruosa, embarazos estresantes, partos con dolor..., todo eso propició a que necesitara desarrollar mejor sus abstracciones para compartir cuanto antes la objetividad de su dependencia en aquellos que no sufrían esos problemas, pero que empatizaban con ellas hasta el punto de buscar la manera de protegerlas.

La aparición del mito fue la consolidación del uso del lenguaje: la capacidad innata para identificar dos significantes como suficientemente iguales para designarles un mismo significado dependiente del contexto es lo que creó la capacidad para entender el bautizo de las palabras. Y así el ser humano trascendió al ladrido.


Nivel 4. ¿?

 


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