sábado, 22 de enero de 2022

El mito de la tabula rasa y la ausencia de ley natural

En mi última entrada pudo dar a entender, por parte de quien no lee con profundidad y atención, que yo defiendo la tabula rasa o la relatividad en la moral. Es muy típico por parte de religiosos establecer que la única ley es la de "Dios" o equivalente, como dando a entender que la propia tradición que establezca la comunión con la divinidad debe ser respetada como única vía para dar con el carácter natural de las leyes.

Digamos que esta entrada es para recordar lo que es el Pacto Social y cómo los existencialistas son menos relativistas que lo que la gente se piensa.

Imaginemos un grupo de niños que se ponen a jugar a policacos. Lo primero que hacen es decidir quiénes serán policías y quiénes ladrones. Luego tendrán que jugar con unas normas: qué significa estar encarcelado, cómo se liberan y cómo son atrapados; así como los límites, si los hubiera, a la hora de elegir el espacio donde correr y si los atrapados están obligados o no de ir a la cárcel por sí mismos.

Todos esos parámetros lo establecen ellos de manera individualizada y la coherencia lo fija el sentido común, pero no es del todo cierto: ese sentido común debe ser autoenseñado. Más en concreto, si inventan unas reglas donde no hay emoción entonces el juego no sobrevive. Y es por ello que la democracia y la meritocracia deben ir cogidas de la mano a la hora de darle parámetros al juego de policacos.

Pues bien, la ley funciona igual. Si una ley es desproporcionada algunos no querrán formar parte del pacto social, porque les aburrirá. La integración con el pacto social no se basa exclusivamente en las decisiones morales de cómo nos gusta configurar nuestro estado de derecho o nuestro modelo de convivencia y trabajo, también tiene que defender posturas coherentes donde todos los individuos estén dispuestos a aceptar esas reglas - y esa coherencia se fundamenta en principios que trascienden a la cultura.

Podemos llamarlo ética, y sería correcto. En cualquier caso, funciona como una ley que es natural al objeto que se trata. Por eso, siempre que tenemos un conjunto de alternativas y posibilidades, siempre que definimos a un individuo con un poder transformador, automáticamente aparecen unas leyes naturales a los materiales y agentes con los que estamos trabajando. Donde igual que el Derecho es una ciencia social, los legisladores son cualquier cosa menos abogados: se supone que deben poder representar al Pueblo y a la Justicia que ellos desean. Los representantes filosofan a partir de una ciencia natural, que es su propia experiencia. De ahí nacen las leyes, de su código deóntico. Y hay que diferenciar a la ética del mito; pues el mito es un meme que describe un significado común de unos símbolos a través de una historia, mientras que la ética es un código que sobrevive a varias culturas y diferentes épocas de ser destruido debido a que refleja una ley natural.

La moralidad se sostiene a base de mitos, pues nunca los Principios de una persona son capaces de sobreponerse por encima del mito. Pero el código deóntico no precisa explicaciones: si las reglas del juego no se han detallado es porque hay unas leyes equilibrantes que trascienden a cualquier explicación. Tú puedes decir: "Éstos son mis Principios", pero no puedes decir "Ésta es mi ética"; pues tu ética es la de todos, y hablar de tu ética con humildad es imposible porque si hay motivos para cuestionarla entonces no puedes seguirla.

Visto de otra manera: una cosa es el ser en sí y el para sí. Lo que uno es en sí, como dice el existencialista, es lo que le es natural; mientras que lo que es para sí es lo que tiene derecho a decidir. Por tanto, lo correcto es considerar que el existencialista no es un relativista - porque no encaja ni con la defensa de la carta de los DDHH, ni tampoco con El segundo sexo. 


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