Ayer mismo redescubrí mi soberana estupidez: mi nueva técnica, hiperexplicada y superdemostrada hasta la saciedad porque no termino de empezar a introducirla y documentarla, acabó por abrirme una puerta que creí completamente cerrada a cal y canto. Así que he comprobado cómo aún se pueden resolver muchas más cosas, y además lo puedo demostrar trivialmente.
El que me acepten o no las demostraciones en estos momentos me da igual, si lo que yo quiero es un giro copernicano entonces debo ir "a matar". Si tengo que poner nombres de matemáticos a los que desprestigiar entonces lo haré y punto. Nunca fue mi estilo, pero no hay que olvidar que siempre he tenido problemas a lo largo de mi vida - y yo creo que es porque mi instinto siempre me decía que no debía incordiar, que si se cansan de machacarte los funcionarios al final acabarían por hacer su puñetero trabajo.
Pero no: el profesor que decide no corregir tus exámenes se mantendrá hasta el final, esa es una de las pocas lecciones que he aprendido tarde. Pero más que nada porque cuanto más joven eres más pronto claudican. Es asqueroso, pero la discriminación y las clases existen.
Así que despotricaré con, supongo, al menos tres o cuatro autores. Así el que me lea sabrá que voy en serio: no me limitaré a decir lo que es cierto como vengo haciendo desde hace años, y que sólo provoca que me ignoren mi trabajo. El giro copernicano exige ponerle rostro al que MIENTE, y eso voy a hacer: voy a ponerle rostro a la falacia que sostienen muchos de mis colegas. Creo que eso ayudará a comprender qué es lo que no es correcto decir dentro de la teoría de la computabilidad. Tengo que provocar que TEMAN mentir.
Todo eso independientemente de que lo consiga: porque o revoluciono o me quedo igual. Y tal como estoy es radicalmente imposible seguir como estoy.
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Ayer por la tarde, mientras veía cómo la Bruja Escarlata derribaba su cuarta pared yo, al mismo tiempo, derribaba la mía al observar cómo se podía matar a la hidra. Esa hidra que en mi libro hace más de diez años vaticinaba que suponía que era imposible de superar o, al menos, aun siendo un problema polinomial supondría un reto computacional insalvable. Ahora me doy cuenta de que me equivoqué: en realidad se pueden resolver muchos más problemas de los que de antemano creía que eran posibles.
Es decir, los problemas criptográficos basados en problemas NP tienen una nueva muesca que creía que no era tan fácil. Y aunque todavía seguía dándole vueltas a las otras técnicas que había estado desarrollando y se quedaron a medias (la explicación geométrica, una demostración que podría ayudar a delimitar mejor qué problemas NP no son susceptibles de ser representados de esa manera), el ensayo final se me ha quedado con una enorme holgura con respecto a lo que tenía pensado desde el principio.
Me ha dado para resolver los problemas más inquietantes de la Humanidad, y encima manualmente - son tan sencillos los algoritmos que hasta se podría usar una pizarra y aplicarlos a mano. Ya no solo son tan simples como una matriz, es que además he arrasado descubriendo una clase de principio de optimabilidad que fuera necesario para que el camino más largo pudiera ser ejecutado como si fuera el más corto...
En cualquier caso esta noche me quise concienciar: un superensayo que no termino de empezar, y me puse a dormir. Entonces fue cuando soñé la interpretación geométrica y, justo cuando en pleno acto de lucidez para recordar los pasos, me desperté porque me había quedado sin respiración - literalmente. Al parecer mi corazón se había puesto a fibrilar de manera extraña, o quizás fue que me atraganté con un gargajo, ni idea: pero fue un momento agobiante, respirando como podía..., desarrollé una nueva técnica, al no tener fuerzas para toser, me puse a eruptar. Es la primera vez que me pasa: ¿por qué el erupto me ayudó a abrir la garganta o hacer que mi corazón latiera?
En otras ocasiones probé distintas cosas: al notar que mi corazón no latía una vez probé a dar un golpe maestro para reactivarlo, con cierto ritmo periódico, y conseguí reactivarlo de esa manera. Otras veces comprobaba que era una burbuja de mucosidad que no me permitía expulsar el CO2 de mi cuerpo, y con un simple gesto con el dedo la mucosidad, convertida en globo, explotaba. Pero, de todas las formas, eruptar es la más extraña para volver a respirar.
Otra cosa son las razones por las que me atraganto: en una ocasión me puse a beber agua, y al atragantarme me recuperé con mucho agobio..., volvía a beber y, otra vez, volví a atragantarme. Por alguna razón no tenía recuerdo de cómo beber.
Otra de las razones por las que dejo de respirar es cuando leo con sueño; es bastante habitual. Me pongo a leer, me duermo, intento mantenerme despierto..., y se me olvida cómo respirar. O algo así.
Al volver a dormirme tuve una peculiar pesadilla, demasiado anómala. Soñé que un hombre intentaba aprovecharse de mí y besarme mientras me manipulaba la zona occipital de la cabeza. Yo, mientras tanto, pensaba que ese tío iba a ser fulminado en cuanto me zafara..., pero por alguna razón era más fuerte, o me tenía bien cogido. En cualquier caso, se libró ese hijoputa porque me desperté antes. Y cuando desperté sentí en la zona que él estuvo tocando un dolor muy intenso, supuse que era el dolor que me hizo despertar. Un dolor muy agudo en la corteza cerebral de la zona occipital, la favorita de mis agresores sexuales, los profesores de universidad y demás chusma paternalista.
Al comprobar que era casi la hora de levantarse me dejé caer en la almohada, ¿me habría picado un bicho, sería un trauma de mi pasado o, realmente, es posible que esté degenerando mi cabeza? ¿Debo darme prisa para terminar este proyecto y así plantearme otros que he dejado a medias aun siendo aún más fascinantes y prácticos para la sociedad?
...
Poder resolver casi trescientos problemas de gestión de un plumazo es importante. Arrasar con las técnicas que ya de por sí son buenas a la hora de calcular para ofrecer una nueva singularidad en los razonamientos que adopta una máquina podría ser realmente fascinante. Pero en cuanto me meta en campos más físicos...
No sé. Cualquier día esos golpecitos que me doy al corazón, la tos que intentó emitir para volver a respirar, el apartar posibles mucosidades de mi boca, el cambiar la presión de mi corteza cerebral para acabar con posibles insectos que se cuelen por ahí o eliminar impulsos parásitos de mi propio sistema neurológico... Algún día esos truquitos no me salvarán. Veré si consigo ponerme las pilas y..., no sé, escribo algo.
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