jueves, 1 de abril de 2021

Mi teoría contra mi punto de vista

 - Seguro que te atacaban porque les caías mal. Tú a mí también me caes mal - dijo el juez, antes de volver a soltarlos.

Los políticos no es que sean tontos, el problema es que la mayoría son o cínicos o mezquinos; y en su periferia hay una suerte de buena fe torpe que no consigue el éxito. De vez en cuando se observan halos de esperanza en sujetos que se comportan con criterio; estas personas no acaban siendo reconocidas en la sociedad justo por las buenas cosas que hacen. Y es entonces cuando surge el problema.

Son despreciados por tener Principios o, peor aún, se les vapulea porque saben distinguir los Principios necesarios de los principios contingentes. Los necesarios son inviolables, los contigentes son aquellos que nos podemos saltar en ocasiones para asaltar los cielos.

La verdad sea dicha: en la socialdemocracia todos los principios son contigentes; se fundamentan en según qué circunstancias. Cuando aparece un drama humano de necesidad el político lo mercadea resolviéndolo en parte, y así conseguir varias cosas: 

1. Generar sensación de complicación democrática. Leyes con baremos, valores..., ausencia de polarización. Apariencia de inteligencia. Tecnicismo intelectual: idiotez.

2. Parte de la población, por ser activa, tendrá resuelto el problema. Son los elegidos, tienen que mantener el equilibrio, las formas, la fidelidad al partido..., si no quieren ser repudiados y olvidados. Deben adorar al gran hermano, a papá partido socialdemócrata. 

3. Parte de la población sigue con el problema. Son los apestados, los olvidados, los que se van a cabrear..., guerra, odio. Vuelven las estadísticas, el gran hermano tiene la solución, mantenemos la fórmula, en realidad los problemas se mantienen porque siempre hay problemas, no hay solución, indefensión aprendida, etc... Hay que volver a pedir ayuda al partido.

Estas fórmulas son simples: hay un problema y se lo resuelves a parte de la población; pero ojo, primero sólo presupuestas una parte y luego ejecutas parte de lo presupuestado. Los de derechas suelen presupuestar mucho y ejecutar poco, los de izquierdas suelen presupuestar poco y ejecutar mucho; pero al final todos funcionan igual. Es la misma parte, la misma mierda, la misma corrupción.

Por eso cuando expongo los hechos se me aparece de vez en cuando uno que se les da de ser racional. Ojo, racional no significa que tenga todos los datos. Racional significa que no se las dará de argumentativo sin datos, racional significa que sabe distinguir entre teorías y puntos de vista.

Cuando expongo mi punto de vista a partir de una teoría que tengo no tiene sentido que se me responda con otro punto de vista a partir de una teoría que no ha sido expuesta - todo eso contradice la capacidad para falsar. Si decimos que en España se pagan pocos impuestos entonces el que saque la teoría del esfuerzo fiscal tendrá que enseñar de qué cocinas se vale. Si no enseña su cocina entonces no existe tal teoría - es simplemente otro punto de vista, pero no sostenido en ningún dato.

Algo así pasaría con lo que se espera de muchas personas: se espera que sean héroes. Sin embargo nadie nace héroe; todos nacemos buenos, inocentes - pero no heroicos. Pasa como con el cuerpo humano: los cuerpos nacen rechonchillos e inocentes, pero la musculatura debe hacerse con la costumbre. La figura heroica es algo que se aprende, se fabrica.

Hay muchas cosas que se deben fabricar. El héroe varón o mujer es resultado de para qué queremos ser o pretender ser. Esta es la teoría del segundo sexo: el viaje de la mujer, el viaje de la heroína. Es el viaje de quien pretenderá convertirse en un referente para futuras mujeres. Y este mismo viaje es el viaje que nos presta el existencialismo de Sartre para el ser para-sí. Es el planteamiento de qué es lo que podemos ser; como sanciona Simone de Beauvoir en "El segundo sexo". Revisar "El ser y la nada" a partir de "El segundo sexo" es un ejercicio sano que ayudará a entender muchas cosas.

Un ejemplo práctico, como cita Simone de Beauvoir cuando se habla se su pasado chovinista, sería cuando de pequeño vi cómo abusaban de un niño. En el colegio el abusón oficial bromeaba con uno más pequeño, haciendo como que le bajaba los pantalones..., así que eso exactamente fue lo que hizo, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez... El niño, en situación de indefensión, sólo podía chillar y aguantarse desde una barandilla para no caerse...

No es excusa decir que yo era muy niño para hacer lo más responsable, pero sólo se me ocurrió correr en dirección a su hermana mayor: no quería ver algo como eso. El problema es que su hermana mayor era de mi misma edad, estando con ella, hombro con hombro la apoyé... Pero entonces ella me reprendió a mí: "tú también pudiste haber hecho algo". Y, en el fondo, ir de inocente corriendo a que una autoridad le corte el rollo a ese chaval, buscar ser mayoría..., en el fondo sentí que me faltó algo.

Me faltó ser un héroe.

Me faltó lo que pude llegar a haber sido.

Me faltó ser lo que en el fondo sabía que podía ser.

Yo era suficientemente fuerte. Tenía cierta cultura de kung fu con películas de Bruce Lee. Tenía tablas y técnicas para dirigirme a los abusones llamándolos "maricas", considerando que esa fórmula ha sido el referente fundamental que ha reprendido la mayoría de los abusos de el ámbito académico (los abusones suelen tener un ímpetu sádico de caracter sexual hacia sus semejantes más pequeños, su lado más "gay"). 

Sin embargo me pudo otra pulsión: el miedo. El miedo a ser rechazado en el grupo. Miedo a convertirme en un monstruo sin control. Miedo a hacer daño a un amigo por querer reprenderle. Miedo a que no me tomaran en cuenta por mi mesura y cultura. Y..., ¡quién sabe! También podría ser el miedo a enfrentarme contra alguien a quien no conozco por cómo lucha, por cómo se pondría, por cómo lo afrontaría...

Reprimí mi miedo para convertirlo en un acto de mayorías. Pero no me sirvió de mucho: me faltó el ejemplo de saber cómo actúa la figura heroica que nunca tuve delante. Quizá me faltó el atribuirme la fuerza del protagonista. Sólo asumí tal fuerza para cuando por primera vez la hermana mayor me reclamó que debía asumir dicho papel. Hasta entonces yo pensaba que mi papel en la sociedad era otro.

Los dos hermanos abandonaron ese colegio. Lo cual me ayudó a reafirmarme con la necesidad de adoptar el compromiso de emplearme en las empresas más urgentes cuando éstas se presten.

Nunca más supe de ellos. Y no recuerdo el perdón de Maribel, aunque me sonaba que, antes de desaparecer, sí me agradeció mi ayuda..., pues su hermano tenía buen recuerdo de mí, y de cómo intercedía en ocasiones. Ese agradecimiento me supo a poco porque lo que ella no sabía era que sí era cierto que pude haber hecho más - mucho más. Pero, ¡ay la discreción! ¿No sería mejor saber ser públicamente discreto?

Pues bien, sin cultura no se puede formar un héroe. Sin las películas de Bruce Lee es imposible saber cómo piensa una persona de verdad, cómo afrontar los problemas: a patadas. Nacemos inocentes, pero la mezquindad y el cinismo emerge desde posiciones mal definidas en el poder; y deberíamos de reinventarnos para saber cómo echarlos a patadas.


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