Le he estado dando vueltas, y creo que hasta tendría sentido: dejar de participar en los comentarios de Youtube para hacerme "youtuber". Se entiende que, como influencer, no atraeré a más de cuatro o cinco..., pero, en el fondo, si lo que busco no es atraer sino desahogarme entonces el mejor formato que puedo escoger es montar un vídeo sin editar y del tipo "primer intento" y luego subirlo. Ése sería mi formato y, si me lo demandaran, pues algún directo.
Y es que me da rabia ver cómo los youtubers opinan sobre temas que desconocen sin que yo pueda plantarles cara en sus mismas condiciones. Me desahogo en la línea de comentarios, pero claro..., no faltará el fan de turno que querrá tocar las narices - con todo el derecho del mundo, por supuesto.
Así que si realmente me parece tan molesto responder en los comentarios la lógica me dice que dé por saldado lo que me "atormenta" poniendo un vídeo, aunque no lo vea nadie..., aunque esa otra cuestión también... ¿Me generará satisfacción esa situación?
Lo que observo es que la gente no sabe distinguir discrepar con odiar; hacer hate en foros no consiste en no estar de acuerdo, sino en decir cosas irrelevantes sólo para hacer tropezar a un usuario. Son conceptos que no tienen nada que ver. Por eso, quizás si me creo un usuario que fomente la idea de que la gente discrepe, y que use sólo los pulgares para decir si lo dicho o escrito es relevante..., podría experimentar a ver si me deja buen sabor de boca y, al mismo tiempo, no me hace perder tiempo.
No me parece descabellado.
Y, claro, ¿de qué irán mis vídeos? ¿Será como este blog? Tal vez nada más empezar en Youtube abandone este blog. Me pregunto qué me pedirá el cuerpo.
Ahora mismo lo que me pide el cuerpo es desmentir la idea de los "buenos" contra los "malos", porque la maldad es un recurso literario memético asociado a un rol. Decimos que la gente es mala como atajo intelectual, pero lo correcto es decir que en ciertas circunstancias ciertas personas se comportan de manera destructiva - por mejorar el matiz.
Ya Espinoza lo decía: él mismo se situaba por encima del bien y del mal, y su ética ansiaba dar con lo constructivo y lo destructivo. Y es que no hemos avanzado desde ese sujeto, aún se sigue hablando que tú bueno, que si yo malo, que si patatín, patatán... Algo se quedó sin decir si en pleno siglo XX acabó por aparecer un término tan absurdo como el de la resilencia.
Y alguien va a tener que decir algo, digo yo...
Resulta que sabemos que la moral tiene que ver con lo que nos dice las estadísticas, los memes, las repeticiones del comportamiento, su modelo..., pero la ética es el director de orquesta. Tenemos un conjunto de prejuicios, el tono de piel, la vejez, la enfermedad, la demencia..., y en combinación nuestra ética emite un juicio. Y el juicio es lo que acabaremos haciendo en virtud de lo que tenemos delante.
Esto, por el momento, aún las máquinas no saben hacerlo - porque por el momento no se sabe cómo componer los elementos de juicio que elaboren un equilibrio ético a partir de todos los datos recogidos.
En cualquier caso, el juicio ético debería concordar con los derechos humanos, así es como lo enfoqué yo en su momento - y lo sigo defendiendo. Porque no pierde en absoluto ni un ápice de objetividad.
Hay gente que se conforma con criterios que no son falsables, o que no buscan contrastar, y así es imposible emitir ninguna clase de juicio. Para actuar de manera ética hace falta algún grado de libertad, para sopesar en equilibrio al menos dos fuerzas.
Algo así sucede con la idea de resilencia. Me imagino qué ocurre con el clásico héroe que atraviesa la casa en llamas y salva al gatito. El miedo se apodera en el cuerpo de quien valora más su vida que los elementos desconocidos que hayan tras ese muro de dolor y muerte. La pena increpa un horror interno en cuanto se ve un cadáver calcinado, y la ira también bloquea el cuerpo al ver lo que pudo provocar la llamarada. Pero una persona bien curtida se centra en lo que es urgente, la urgencia es lo que marca el camino más allá de sentimentalismos tóxicos.
Cuando decimos que una persona ha sido resilente lo que estamos haciendo es colmar de medallas y honores a esa persona. Y hasta ahí sería correcto, si esos honores están asociados a actos heroicos. Que es lo que podríamos asociar al comportamiento del dentista, que se deleita de poder jugar con la anestesia del paciente..., bien puede ser otro héroe que evita los efectos secundarios de las drogas en sus pacientes. O bien..., podríamos atribuirle la virtud del sádico que disfruta del dolor ajeno.
Pues bien, la psicología no debería de entrar a juzgar a la gente; pues la ética es un concepto que le trasciende. La psicología nos ofrece un conjunto de herramientas morales, es como ser procurador o abogado en un juicio. Cuando el psicólogo incorpora su propio criterio de quien hace bien o mal lo que hace es meterse en camisa de once varas.
Cuando el bombero atraviesa la muralla de fuego en vez de decir que es resilente estaría bien reconocer un término mucho más antiguo y que viene del mundo de los griegos: cinismo. El enfermero ve una enfermedad y, con todo su cinismo, se evade de ella y de la pena que genera para tratar al paciente de la manera más objetiva. Asímismo hará el bombero: se dirigirá al cometido en cuestión y tratará las tragedias como merecen. Hay momentos para las lágrimas y momentos para el cinismo.
Una vez suplida la urgencia determinaremos quiénes tienen que ser considerados de emergencia (quiénes se han quedado sin casa, sustento, etc...). Una vez suplida la emergencia se hace una evaluación de las necesidades que deben ser cubiertas primero a corto plazo y después a largo plazo. Es decir, todo tiene su orden y su momento. Todo debe ser evaluado cuando le corresponda. Quien pone asuntos de emergencia o de necesidad cuando corresponde la urgencia es una persona tóxica, destructiva. Ése es el planteamiento.
Si queremos que los niños sean resilentes no hay que decirles: "sed resilentes". Eso no funciona. Lo que hay que hacer es darles las herramientas para que reconozcan cuándo hay que actuar de urgencia, emergencia y de necesidad de corto y largo plazo. El resto lo tienen que aprender, aprendiendo a aprender.
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