jueves, 31 de diciembre de 2020

Para que resucite el niño tiene que morir el joven

Los proyectos se montan con un poder que se escapa al entendimiento y no es de extrañar que en ocasiones se disipe con la neblina y el restregor de ojos de la mañana una idea que en su momento se creyó que era extinta, impropia en uno mismo, como evocando a los tiempos más infantiles e inocentes. Esto es algo que puede producirse exclusivamente cuando los sueños del joven, del adolescente, del risueño proyecto de adulto, se vean clausurados. 

Entonces el viejo se convierte en niño y se consolida en él una nueva forma de arte y criterio dentro de su raciocinio. Si el joven era poco poderoso poco valor adquirirá la muerte de sus proyectos y la evolución que suponga la nueva etapa. Pero claro, ¿y si el joven fuera una figura realmente poderosa? ¿Cómo podría si no evocarse al espíritu más infantil que posee si no es mediante un poderoso trauma?

Una sociedad que no protege los sueños de los jóvenes se verá enfrentada a la experiencia de los viejos disidentes con su espíritu infantil más renovado. Y puede que no tenga ningún valor para la sociedad el tener que asumir esa clase de rivalidad. Puede que sólo sean unos pocos enclaustrados en sus casas, muchos de ellos enfermos, dispersos... Puede que no suponga ninguna amenaza para el "poder".

Pero, por otro lado, no hablo de una conspiración, ni de una intención. Hablo de un hecho. Un hecho que tendrán que asumir porque es más testarudo el viejo zorro por viejo que por zorro, pero si se ha hecho viejo tras matar su juventud no más testarudo que los Principios rejuvenecidos en esa piel tan demacrada por el paso del tiempo.

Cualquier excusa puede ser buena para una transformación: otro cumpleaños, un fin de año, un funeral..., cualquier detonante puede ser la chispa que encenderá la pasión de las grandes masas. Porque no hay más grande que la pasión compartida, la pasión empática. Es la pasión que hace que la gente admita ser movida, o admita querer formar parte de algo más grande que ellos mismos. 

El joven cree tener pasión, pero no tiene nada que hacer frente a la pasión del niño envuelta en el cuerpo más viejo. Entonces la pasión se convierte, se deja llevar por el desenfreno de un hálito cultural que la pastorea hacia un destino mucho más diáfano de traumas y otras lindezas que le sobran a nuestro paisaje.

¿Quién me dice qué pasará en el futuro? Puedo abogar por una buena escapada y empezar de cero, o peor aún: puedo seguir influenciando a todo aquel que se me cruce como vengo haciendo desde los cuatro años. La pasión mueve a quien se te cruza para que él mismo quiera volver a hacerlo.

Pero lo que resucita en un niño no es su capacidad para atraer a la gente, lo que realmente importa es el hecho consumado de que los proyectos más diversos van entretejiédose dentro de tu agenda personal, como desilando el jersey te impedía ver el futuro, que te protegía de la verdad de una libertad posible. 

Cuando al niño le decían "ven", su cuerpo le impedía aceptar. Ahora el anciano es capaz de marchar hasta donde le lleven los pies. Es una libertad malentendida que muchos aprenderemos todos juntos a apreciar con la llegada de 2021.

 

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