Hay gente que no pide ayuda, sino que prefiere amargarse; han encontrado la vía de la apatía al no verse a la altura de merecer sentirse bien, no si por ello pudieran desplazar a alguien más adecuado para el colectivo.
La moralidad empuja a muchas personas a abandonarse, y seguir ofreciendo todo lo bueno para los demás - sin importar si el beneficiario necesitaba o no tanta ayuda. En ocasiones observamos que nos falta el criterio para saber si el proyecto que hemos iniciado vale tanto la pena como para aceptar la inmolación como sacrificio.
La cosa es que la discriminación objetiva considero que es proporcional a una fórmula que depende de t, incidencias sobre todos, g, incidencias sobre el grupo y p, proporción de veces que afectó al grupo contra todos. Visto así: (g-t·p)/(g+t) x100% es el porcentaje a que un grupo es discriminado con odio dentro de un colectivo.
Bajo una fórmula objetiva es más fácil demandar a un ministerio fiscal el que ordene sus asuntos solicitados de más a menos importante en materia de discriminación, según haya sido solicitado y no abierta aún su causa.
Y es que siempre había escuchado la falacia de decir que Correos no funcionaba mal porque la probabilidad a que se extraviara un paquete era irrisorio, como si ese único porcentaje fuera el único a tomar en cuenta. O que Iberia no perdía maletas porque el número de maletas que se perdían era un número muy pequeño en comparación con el total.
Sin embargo un antiguo compañero me comentó cómo de tres veces que viajó en avión, las tres veces perdieron su maleta. Y habría que recondicionar las cifras para intentar adivinar qué es lo que es más probable que hubiera pasado: ¿de qué colectivo formaba parte mi compañero? ¿De los veinteañeros sexis que pudieran tener ropa interior morbosa?
De la misma manera, los problemas que tenía con Correos era cada vez que solicitaba una revista de informática por correo: todos los meses, aún estando suscrito, tardaba un mes en llegar la revista - cuando en los kioskos se encontraba en los primeros días. De hecho, sólo cuando me quejaba la revista llegaba en el día correcto. Y es que había una costumbre: esa revista, según parece, era del agrado de uno de los funcionarios de Correos... Y no le vamos a quitar la costumbre de quedarse con una revista que no es suya, claro. A veces por un tiempo, otras veces..., ni llegaba.
La situación puede reducirse hablando de cifras y probabilidades. O también se puede mirar si se repite el porcentaje con un inspector delante. Entonces es cuando los valores g y t se vuelven tremendamente dispares.
Crímenes de odio es lo que viví en la universidad ¿Pero cuáles fueron las razones? Nunca lo sabré. Y, si ya de por sí habría sido tocado por la inmundicia del sistema que conocía, al descubrir los entresijos de la discriminación que sufrí en Murcia superó cualquier estándar que me hubiera fijado.
Pero claro, como pasaba cuando era más joven: veía a esos amigos míos, la profesora con todo su odio había propuesto hacer una obra de teatro donde uno de los personajes tendría que humillarse, y ahí estaba yo. Quería evitar que mis amigos, con lo infantiles que eran, lo débiles que eran, tuvieran que aguantar tal humillación. Las penurias podría afrontarlas con una sonrisa, enfrentarme al infortunio, decir que no era para tanto... ¿Disfrazarse de patata, de burro, de perro...? Con el tiempo fue ese mi registro.
Elegir el rol más humillante, o aceptar el trozo más pequeño, para que mis amigos se sintieran aceptados. Al mismo tiempo, escuchar repetidamente que yo era un abaricioso, un egoísta..., por cualquier cosa que hubiera hecho o dicho. Poca objetividad, mucho amargamiento.
Así que me tocó ese mundo, y como a mí a otros tantos otros que no tienen fuerzas ya para quejarse, para decir nada ¿Ir al psicólogo para decir que eres un amargado? No puedes acogerte al discurso de la chica de Conan el bárbaro cuando le recomendaba que cogiera el mundo con sus brazos..., cuando la sociedad que te rodea está tan abocada al caos y a la falta de orden.
Y, claro, ahora mismo cuando ya te ves fuera de lugar en este mundo tan mesiánico, tampoco quieres estorbar mucho porque contra lo que estás luchando es contra la futura indigencia..., hacia donde parece ser que quiere arrastrarte la Delegación de Hacienda de tu propia ciudad.
Cuando crees que consigues desembarazarte de un monstruo..., luego te encuentras otro.
Los amargados es la razón por la cual Marx se equivocaba: existe un proletariado que ha perdido las ganas de luchar. Se han vuelto apáticos, se les ha alienado a estar callados. Y peor son sus aliados, que no tienen ni idea de dónde está el problema, porque lo más probable es que sean ellos mismos la gente tóxica - los que condensan su día a día.
Algunos "burgueses", desde las sombras, han encontrado a ciertos sujetos que podrían ser perjudiciales para sus fines. Por ello se preocuparon de generar miedo alrededor de las figuras de sus enemigos. Por esa razón algunos asumimos nuestro papel.
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Anoche soñé que un puesto de trabajo para el cual yo siempre fui el número uno me ponía a prueba con un examen..., y que me resultaba muy, pero que muy difícil superarlo. Yo no tengo el deber moral de superar un examen que no describe el verdadero currículo de un puesto que no es sino mi propio perfil, ni tampoco nadie tiene el deber moral de contratarme sin conseguir una prueba de mis capacidades. Lo que ocurre es que el sistema no tiene capacidad para compensar a las víctimas de discriminación extrema.
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