martes, 6 de octubre de 2020

Aumenta la presión y, con ello, la depresión

Han venido los del hospital a mi tienda, dicen que la tengo en estado de abandono. Ya no les basta con cerrarme las puertas de emergencia de manera ilegal y delictiva, ahora además con la llegada de la crisis que se avecina están moviendo hilos para echarme.

Desde hace más de ocho años vengo atendiendo en este local, y creo que desde los primeros días una de las paredes de cristal estuvo llenándose de anuncios de gente que se ofrece a cuidar ancianos. Lo curioso del tema es que en todo este tiempo no les molestó. Ahora mismo he recibido una notificación aludiendo al estado "de abandono" en el que se encuentra mi tienda.

No sé qué entenderán por estado de abandono, porque soy el operario que le echa más horas a la semana de todo el hospital. Soy el que más tiempo ha estado trabajando durante todos estos ocho años. Y ahora resulta que esos anuncios les molesta... Pues tendré que quitarlos.

Pero claro, ya adherida a la notificación acusan de que la tienda está sucia, y el asunto es ¿en qué medida llegará el que inspeccione para decir que sí está suficientemente limpia?

Algo me dice que el objeto no es lo que se dice, y que están buscando la manera de echarme sin dar explicaciones. Considerando que este país no es un estado de derecho van a arrebatarme mi principal fuente de ingresos y no voy a poder hacer nada. Estoy ante una completa indefensión.

Y es el asunto: vienen dos señores con apariencia de ser clínicos. Se quejan de que no llevo mascarilla, de que no tienen los clientes al alcance el gel hidroalcólico - gel que tengo comprado desde hace más de cinco años... Ahora resulta que soy sucio, si es así: ¿por qué echándole tantas horas como le echo dando la cara al pie del cañón no he enfermado? No he faltado ni un día en todo un año completo. Sólo habré faltado por imperativo político.

La ideología terminará de destruir lo poco que nos queda. Pero debo aprovechar la oportunidad para hacer una limpieza y un orden profundos.

A pesar de que la señora se puso a enumerar una lista de sinsentidos que no eran competencia suya, le agradecí el que trajera esa notificación y seguí con lo mío. No hubo reacción en mi rostro: ya estoy cansado de reaccionar al siguiente sinsentido. Y es algo que me he dado cuenta después: llega un señor, me dice si en esa tienda se puede atracar, y le respondo que no porque soy muy duro..., pero el tono en el que lo dijo él - un tanto sospechoso - y el tono en el que lo dije yo - sin ánimos ni nada - generó una escena de lo más tétrica y absurda. 

Diagnóstico: depresión.

Hoy mismo he recibido una solicitud de que comentara un ensayo que me interesara, no me hizo una especial ilusión: lo leí, puse el comentario más técnico que se había escrito hasta ese momento y me olvidé. Quizá sospeche que el artículo que está por publicarse no se publique debido a las mafias que gobiernan las editoriales. 

No hay comunidad científica - quizá eso me haya bajado tanto la moral.

Y posiblemente por eso haya dejado de lado mi línea de investigación ¿Para qué? Una y otra vez surge y se repite la cosa en cuestión.

Si me cierran la tienda es más que probable que acabe aislándome de Internet y mi vida volverá a ser como una cárcel, pero sin sensación de libertad de aquel que vive con la sensación de estar donde uno merece.

- Entonces, ¿te das por enterado?

- Sí. Gracias.

En vez de apoyar al pequeño negocio que les da monedas a los usuarios, que resuelve los problemas tecnológicos gratis, que ofrece servicio de locutorio, recarga de móviles... Y pienso: el que ofrece el servicio de la televisión ilegítimamente ofrece la recarga de móviles, fuera de lo acordado. Por eso me puse a vender comida. Pero últimamente...

Esta semana le voy a decir a mis proveedores que se la salten: la semana que viene, si aún me ven en activo, entonces sí. Pero es posible que me obliguen a liquidar - esté como esté la tienda, se encuentre en el estado en el que se encuentre. Veo más que probable que todo sea una manera de limpiarse a una empresa que no forma parte de la mafia que gestiona el hospital de Santa Lucía en Cartagena.

Al fin y al cabo, ¿quiénes son los que controlan los accesos y toman la temperatura? ¿Guardas de seguridad? No, son enfermeros que no están haciendo labores útiles porque les obligan a estar en los dos accesos del hospital. La gestión del hospital, con el fin de buscar una estética de apariencia legal, lo único que consigue es llevar a la misma gestión hacia una dirección mucho más a la deriva e ineficiente.

Y, claro, en el mejor de los casos, la notificación que he recibido podría ser por pura fachada - de cara a la galería. Veré qué me hago en esta semana que me han dado de margen. Aunque, pase lo que pase, no tengo esperanzas de nada.



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