martes, 26 de febrero de 2019

Delirios de grandeza

Va a terminar el mes y hago balance. Todos esos errores tan antiestéticos que he cometido durante mi vida me van a pasar factura y, algo me dice, creo que volveré a cometer algún otro.




Parece que ya he sentado la cabeza y que mi comportamiento tóxico ha remitido. Ésa es la recompensa por vivir aislado. La otra recompensa habrá sido el poder seguir desarrollando tecnología, el haber escrito una novela maravillosa o haber adquirido experiencia como autónomo. Miro atrás y pienso que, aunque gane..., nada que estaba escribiendo esto diciendo que me va mal el negocio, y el caso es que no para de venir gente a comprarme, ¡cómo voy a autocompadecerme así!

Vale..., parece que ya me dejan. Están dejando caja, lo cual es bueno. Bueno, lo que quería era decir que me va mal, pero como me han cortado el rollo ahora me centraré en mis delirios de grandeza.

No sé qué me pasa que, ya me pasaba cuando era pequeño, cuando tengo una fórmula delante, si le dedico mucho esfuerzo para deducirla, al final se me hace evidente, como si fuera una operación exacta, un error matemático ¿Cuál fue mi primer falacia? Sería un error a la hora de aplicar la ley asociativa...

La mayor satisfacción que siempre me produjo las ciencias exactas, y la computación, fue precisamente eso: que varias personas podían concluir la misma afirmación después de haber discurrido y avanzado a partir de una idea en común. Eso, para mí, era mágico.

Debido a posibles errores de método una persona puede cometer errores, es inevitable. Sin embargo, ¿qué clase de delirios son los que te llevan a construir una máquina que funciona? 

Tanto en la universidad, como en el instituto, y siempre, he sido el compañero que cuando echaba un vistazo rápidamente a un código automáticamente encontraba el error y le ayudaba a subsanarlo. Sin embargo, también es un hecho: aunque yo siempre subsano los errores en clase de manera asertiva y suelo reirme en los descansos de manera abrasiva era común observar compañeros que necesitaban corregirme mis errores técnicos de manera abrasiva..., en lo que se refiere a las relaciones humanas habría que estudiar mucho los distintos comportamientos.

Por eso, equivocarse no dista mucho de tener un delirio de grandeza; aquellos que son considerados tontos, o lentos, esa gente embrutecida que se obsesiona conque no pueden aprender la lección, que tienen que regirse por unas fórmulas específicas, veo en esa gente los mismos delirios que el que se cree el más listo de todos, el que le puede dar explicaciones a todos de cómo son las cosas.

Ya lo expuse en una documentación: tenía la teoría de que los distintos errores que se cometen en el aprendizaje afectarían a la moralidad del individuo. Si esa teoría fuera real se podría comprobar en los propios estudiantes en los colegios, para ver si su mal comportamiento se correlaciona a partir de cómo reacciona ante nuevos aprendizajes.

Pero nada, ahí quedará esa teoría. Si eso..., probaré a rescatar viejos modelos y a exponerlos aquí para poder así pasar página.




Suficiente por hoy




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