sábado, 31 de diciembre de 2022

Evidencias de idiocracia 1. El contrato del tiempo

 Para entrar en el club tienes que hacer las cosas a una cierta velocidad, si no las terminas entonces..., ¿entonces? El contrato del tiempo se evidencia con un reloj gigante que inicia una cuenta regresiva en un fondo rojo, con un botón que te permite cancelar la cuenta y perder tu oportunidad.

 

El contrato del tiempo

Pulsas aceptar el leer el tutorial, abrir el laboratorio, pero el laboratorio está en el ordenador de una persona que no acepta tener que compartir sus recursos para siempre. Así que aparece una cuenta regresiva: si no aprendes lo que tengas que aprender en ese tiempo entonces...

Así que es algo que puedes comprobar: te ofrecen una hora, o media hora, y empiezas a leer RÁPIDO, no te da tiempo a recrearte en lo que lees, rápidamente copias y pegas el código, te dice que mires, ya lo has leído, SIGUIENTE, has perdido diez minutos, sigues leyendo, ¡¡más rápido!! has perdido cinco minutos, copia el siguiente código. No, lo has hecho mal, eso era una explicación del código anterior, menos mal que han puesto un icono especial para que sepas qué debes copiar y pegar; rápido, siguiente.

Lees más explicaciones, has perdido la mitad del tiempo y aún te quedan cuatro fases, no te da tiempo, bueno pues copia y pega, mira por encima, escanea palabras, ya ni compilas, siguiente. Rápido, te quedan unos minutos, has avanzado casi hasta las últimas fases, te dejan poner siguiente automáticamente sin leer, perfecto, siguiente, siguiente, siguiente... ¡Has terminado! Y justo a tiempo. Te mereces una medallita que demuestra que has aprovechado el tiempo ¡¡Gracias Google!!

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Ahora me siento aquí y me pregunto, ¿ese es el perfil de los informáticos? Me han dado una medalla por haber, ¿aprendido qué? ¿Qué nueva capacidad he adquirido? Soy informático, no necesitaba hacer el tonto de esa manera, conque me hubieran dado acceso a la librería y un par de ejemplos me sobraba. Pero siempre es muy complicado probar las cosas, sospechas que te puede costar demasiado y tardas mucho tiempo buscando las tarifas, los distintos medios de comprobar la eficiencia de los recursos..., nada de nada. No te van a decir lo bien o mal que funcionan las cosas, ni cómo se trabaja por dentro, eso lo tendrás que investigar por tu cuenta - y puede que encuentres a alguien que haya coincidido contigo en que era objeto de estudio, estudio que se quedará obsoleto con el tiempo con la aparición de una nueva herramienta que haga lo que hacía la anterior. Lo que era lento, por ser lento, se substituye: misma implementación, tras arreglar algún bug o feature, distinto nombre. Se empieza de cero.

Me entristece tener que escribir esto, porque sé que para que una sociedad comprenda algo antes debe implicarse: los únicos que pueden establecer la deóntica de un trabajo son los trabajadores y sus consumidores. Por eso, no podemos teorizar sobre lo mal organizados que estamos hasta que no lo estemos: hay que pasar por esa fase de idiotez autoimpuesta. Pero la fase se puede prolongar por mucho tiempo, y puede que provoque cambios demasiado imprevisibles, crisis demasiado insostenibles, nuevas pandemias, accidentes bochornosos, terrorismo sorprendente, etc...

Pero no podía evitar terminar esta entrada sin perfeccionar la historia contada antes: cuando fui a retomar el curso que hice en Google, donde un reloj me apuntaba a punta de pistola a pulsar siguiente, observé que tenía la oportunidad de leerlo desde el principio sin el reloj; porque ahora todos los botones estaban en visto ¿Es posible que ese reloj sea un medio que se vale Google de incitar a que se lea el manual ya que hoy día nadie lee? 

Decididamente se trata de un problema del contrato del tiempo

viernes, 30 de diciembre de 2022

La intención ajena

En ocasiones tienes la forma de saber cómo actuar, y las ansias te marcan el paso, ¿qué es lo que le pasa por la mente a la persona que es víctima de ansiedades en una sociedad plagada de soluciones? Mientras todas las soluciones sean coyunturales a lo que realmente preocupa lo que martilleará la incapacidad para crear seguirá cincelando el destino de esta sociedad.

Me pongo a mirar, por ejemplo, las luces que me instaló el electricista del seguro. Me hizo un cambio sustancial que provocaría que no me sirvieran las bombillas que compraba en los chinos; sin embargo, esa instalación, ¿me haría dependiente del electricista? Así que vivo en la incertidumbre de no saber qué pasará para cuando se funda la bombilla, si podré cambiar yo mismo la bombilla o si tendré que pagar por el mantenimiento. Y, si tuviera que solicitar el cambio, ¿me lo reconocerá el seguro? ¿Me lo devolverán a cómo estaba antes instalado si me quejo? El problema es que ya he sido víctima de ser ninguneado por la compañía de seguros debido al clásico papeleo burocrático de tener una tienda a nombre de mi hermana.

Todo esto de tener que pensar en el futuro, con sus incertidumbres, y que el pasado te confirme que podría tratarse de un problema, es lo que alimenta las ansias. Las mismas que provocan, por ejemplo, los dentistas: mis dientes fueron perforados por un dentista corrupto que quería ganarse un dinero constante a costa de los vecinos de mi barrio. Por eso, cada cierto tiempo, reaparecen unas manchas en frente de mi dentadura - manchas que un simple pulido por parte del dentista no puede resolver. 

Son muestras de chapuzas, como las que hace el que repara bicicletas donde, si no lo hace bien, el que fue a que se la reparara volverá de un día para otro. Cuando las cosas se hacen medio mal el chapucero puede salir beneficiado en el enfoque capitalista - se trata de un problema de fiscalidad. La idea de fiscal que tenemos hoy día consiste en un letrado. Sin embargo lo único que puedo decir de los abogados es que son la más perfecta expresión de lo que nos ha sobrado en los procesos constituyentes: la carta magna, la que referenda el pueblo, no puede ser redactada por abogados, para abogados. Es atroz pensar así.

La verdadera atrocidad representa un acto tremendamente violento que modifica las espectativas en algo que nos sale de lo habitual, de lo continuo. Darle el poder máximo a quien es capaz de hacer magia con él es el equivalente a perder la oportunidad de crear una democracia.

Y chapuzas como ésas se pueden seguir enumerando. La sociedad sobreentiende que, además, necesita un amado líder que se encargue de sus asuntos. Luego se quejan de tener dictadores: si elevas a una persona desde el poder ejecutivo a quien elevas siempre es a un militar, a un experto, y como tal no le puedes dar tampoco el poder absoluto - porque te hará una atrocidad. Es demasiado obvio.

Por eso visten a los dictadores de civiles, y eso es incluso aún más infantil y absurdo. Abandonaron a los reyes y se creó la figura del presidente. Eso ya se conocía en España y el feudalismo: se llamaba valido real. No es más que un rey elegido, un dictador seleccionado. Un absurdo mayor. Mejor es disponer de un dictador conocido, de buena familia, que no se corrompa al considerar patrimonio suyo todo lo que toca. Pero claro..., si a los señores no les gusta las monarquías, ¿por qué las mantienen autodenominándose republicanos? El republicano que no es en parte anarquista no defiende una clara república; y prefiero mil veces una república monárquica a una república con poder ejecutivo sin monarquía.

Visto que el mundo es cada vez más complejo lo que marca la agenda de cada uno es el siguiente miedo que emerge: el hecho de que mi negocio no tenga una estabilidad clara y, al mismo tiempo, que no tenga ningún sitio donde esperar encontrar un proyecto de futuro. Mejorar mi currículo me parece del todo trivial, como se lo puede parecer a mis competidores, que además dispondrán de títulos o juventud. El que yo tenga en mi haber y en ciernes una tecnología fascinantemente atroz no es suficiente; puedo esprintar y quemarme a correr en una carrera de fondo donde pretenda quedarme entre los primeros para equipararme a equipos humanos de expertos en su propia materia que conforman una cultura inmensa, para descubrir cómo se me ignora igualmente; o puedo tomármelo con calma, hacer carrera de fondo hasta descubrir con una claridad diáfana dónde está mi futuro.

La intención ajena consiste en esa incapacidad para ver nada, es la victoria de la ansiedad. Hay cientos de destinos factibles, pero todos muy lejanos para uno y llenos de aspirantes que ya están bastante cerca. A medida que te acercas a un destino observas cómo este se va quedando obsoleto y obliga a tener que elegir otro. Mientras, los que están más cerca de ese destino pueden fingir que trabajan, porque no necesitan superar pruebas estructurales, solo tienen que actuar con la continua falsedad que se espera de ellos. Sería atroz encontrar a un verdadero profesional que se desmarque de la tecnocracia.

La intención ajena consiste en que todo siga su curso convencional, sin cambios importantes. La mecánica avanza hacia la creación de nuevas y más metas. Aquellos que consiguieron algunas construyen nuevas tecnologías que aceleran el proceso a unas herramientas que ayudan a dejar obsoletas las anteriores. Se sigue negando que la obsolescencia exista, pero las evidencias dejan tras de sí un reguero de nuevas demandas de servicio que son, mayormente, prescindibles - pero que definen la nueva idea de mundo moderno.

La modernidad consiste en definir al ser humano más allá de su papel como homo sapiens, para que él sea protagonista de sus propias intenciones. Pero como la tecnología que genera, así como su manera de organizarse, está lleno de asperezas contra el perfil humano el resultado pasa por una fase de impurezas en las formas jurídicas que defienden tales proyectos - como en su tiempo pasó con el postmodernismo producto del corporativismo. Las fórmulas de las empresas alimentaron un gran cúmulo de intenciones ajenas, como un enorme Leviatán, que regurgitaba obsolescencia por todos lados. Antes de que nos diéramos cuenta la imperfección del corporativismo solo podía ser cubierta con tecnocracia: negando el deber de dar explicaciones por el propio trabajo.

Y es que los abogados se han querido quedar con la exclusividad de poder denunciar todo lo denunciable. Si no había un abogado sería imposible defender tus derechos como consumidor, usuario, o lo que fuera. Ahora bien, ¿esos tecnócratas del derecho realmente han ofrecido una justicia eficiente a la altura de las necesidades o, por el contrario, han propiciado un modelo que ha permitido reinventar la manera de ofrecer servicios que no fueran denunciables? Así se ha estado observando en los servicios de atención al cliente llenos de una agresividad pasiva, con un enorme cinismo y sadismo que provoca daños morales y materiales desmesurables hoy día. 

Lo único que sirve de contrapeso son las instituciones públicas creadas, por un lado, para justificar a esos palmeros que fiscalizan a favor de la propaganda política y, por otro lado, para emitir un mensaje al pueblo: el poder ejecutivo es necesario. Esta clase de comportamientos empuja a la sociedad a su última fase antes de la reinvención del modernismo a través de la planificación económica, y es la idiocracia.

Sin embargo, tras ese periodo de plena idiocracia, ¿podrá la sociedad ser capaz de quitarse los errores del modelo anterior y hacer limpieza para abrazar un modelo que sí sea democrático?


jueves, 29 de diciembre de 2022

La cabaña del hermitaño

Poco importan las horas que ya no cuentan, ni los minutos que dedicaste a lo que no se concluyó. Sobretodo cuando en los proyectos pasan a la obsolescencia en tu carrera personal, o en lo que se espera de uno. Existe un paso previo al Olvido y a la muerte misma, que es la muerte social. Se produce cuando se cristaliza cualquier actividad del individuo en vida, todo ese fulgor que tenía para emprender se congela porque ya a nadie le interesa lo que tenga que aportar.

Se espera de esta clase de mobiliario vivo que, por lo menos, no moleste. Que se queden en algún rincón de manera que encaje con el resto del decorado. Ya no es una agente en activo, que buscará la manera de habitar. Porque se vuelto un maniquí a ojos de los habitantes.

Desgraciadamente para marcar un hito en una sociedad hace falta muy pocas personas influyentes, por lo que la palestra es un escenario que es muy pequeño - y la memoria no puede recordar a más de uno. Es entonces cuando las viejas figuras se crionizan para mantenerlos vivos, quizá con la esperanza de que en el futuro se descubra alguna cura a esa enfermedad que adquirieron y les impidió comportarse como un habitante más.

Pero crionizar no es curar, es mantenerlo congelado a la espera de encontrar una esperanza, que en realidad no es tal por ser tan probable como lo más anticientífico. Todas estas momias en vida es a lo que tienden los que influyen cuando pierden primero su fuente de influencia, su mercado, y después su apoyo más personal (familia y amigos). Cuando se fracasa en las relaciones sociales y comunitarias entonces ya no le queda nada al individuo más allá de la propia inercia.

Esto es, en esencia, en lo que se convierte el maestro que se hace hermitaño. El hermitaño es, según el origen de la propia palabra, el que vive en la hermita - un lugar apartado que alberga un carácter trascendental para quien la habita. Desde una perspectiva anacoreta el sujeto abandona cualquier clase de relación, para volverse amargo en relaciones, intelecto y, por ende, en lo que puede ofrecer. El hermitaño es la expresión del fracaso del pacto social: porque se trata de un antiguo maestro que vio en el abandono una mejor manera de avanzar.

La cabaña que elige como nicho de mercado es cualquier cosa menos una manera de ganarse la vida. Sin embargo, ¿acaso puede elegir? Se le ha arrebatado la capacidad para avivar la liquidez, y todo lo que observa a su alrededor se congela - no hay proyectos que le inciten a avanzar. Poco a poco su vejez irá haciendo mella, junto con la percepción que tiene del mundo que lo rodea. Es así como descubrirá que para ser hermitaño también tiene que conseguir todas las personas coincidan en su manera de verlo a él: los recuerdos de juventud en los que él movía algunos hilos se deben congelar también, para amueblarlo todo en concordancia con la realidad tan compleja que toca vivir.

Se hace, por tanto, evidente: con los años los que aún lo recuerden irán olvidando o dejarán de ser influyentes. Entonces vivirá, como si fuera un alpinista, nuevos niveles de congelación en el entorno que viva. Junto con la vejez tendrá la sensación de que todo el entorno cada vez va más y más lento, porque esa figura no vale tanto la pena. Aparecerán otros, se preguntarán para qué hacer unas cosas u otras, y tendrán razón a la hora de abandonar ciertos ritos y movimientos que avivaban el fuego de la hermita.

Ni el hermitaño sabe cómo levantarse, ni tampoco lo harán por él. En algún momento dado no se podrá volver atrás, y todos lo saben.


miércoles, 28 de diciembre de 2022

Quien corta el pastel

Es costumbre leer en las competiciones premiadas siempre la misma cláusula:

To be eligible to enter the Competition, you must be: (i) a registered account holder at Kaggle.com; (ii) the older of 18 years old or the age of majority in your jurisdiction of residence (unless otherwise agreed to by Competition Sponsor and appropriate parental/guardian consents have been obtained by Competition Sponsor); (iii) not a resident of Crimea, so-called Donetsk People's Republic (DNR) or Luhansk People's Republic (LNR), Cuba, Iran, Syria, or North Korea; and (iv) not a person or representative of an entity under U.S. export controls or sanctions (see https://www.treasury.gov/resource-center/sanctions/Programs/Pages/Programs.aspx).

Esto es algo que me tira para atrás. Me invita a querer ser cubano, a no querer formar parte de estos concursos esponzorizados desde el odio, o desde países que boicotean la vida del ciudadano de a pie. La imagen que tienen de sí mismos es que son el imperio, solo ellos pueden tener la autoridad de cómo se hacen las cosas, y premiarán a quienes les sigan la corriente. El objetivo es claro: aparentar que otras formas de economía, que los que demuestran que el sistema falla, son los que viven la mentira.

Se trata de una jugada corporativista anticientífica, y en su proceso natural o muere y vence el comunismo o sobrevive y vence la tecnocracia. Ya lo hemos visto en España a través del Opus dei. Su red de profesores busca difundir el mensaje de que no hay economía anticristiana que sobreviva. Y para conseguir transmitir ese mensaje se valen de la santa desvergüenza. Con los años ha sobrevivido una suerte de tecnocracia no admitida en la organización y su relación con el estado. Es la forma natural de evolución.

El problema de la tecnocracia reside que las personas harán exactamente lo que les manden, cumplirán incluso eficientemente con la agenda establecida, y puede que hasta hagan conferencias sobre lo bien que lo hacen todo - todo muy propagandístico y con corbata. Pero si no afrontan a los pares, esos que recordarán el origen ajeno al trabajo que los colocó, entonces no podrán ser confiables: ante situaciones imprevistas no tendrán capacidad para restaurar el sistema, o se irán acumulando errores inasumibles.

Lo he visto leyendo un informe de Google. Google es terriblemente corporativista, no tiene agentes que revisen el trabajo de los que son promocionados. Solo tiene un sistema de conferencias con corbata, que fomenta la tecnocracia. Los pares son ignorados, a saber si hasta reprendidos como ocurre en grupos masónicos o en sectas como el Opus dei...

Lo mismo ocurre en Japón: ¿cómo reacciona un japonés ante un imprevisto? Ha sido colocado en un sitio pero sin necesidad de afrontar lo que hace, porque le han enseñado a no cuestionar los protocolos. Esos esquemas lo que provocan es que aumente la tecnocracia. En un momento dado la mierda llegará hasta el cuello y nadie podrá negar la situación caótica. 

El caos llegará antes en un país que en otros. Entonces el imperio deberá admitirlo: el cúmulo de errores será insostenible, además de que nadie sabrá de dónde vienen y nadie podrá asumir ni su detección, responsabilidad o limpieza. La idea teórica que se tiene en compañías como Google de que los programadors de élite se encargan de reparar imprevistos en poco tiempo es un ejemplo: en ese informe no habla del tiempo que le dedican los programadores de élite en descubrir la razón del error. Eso no cabe en la cabeza de un tecnócrata: no hay responsabilidades, solo hay piezas que se encargan de hacer un cometido sin que nadie les cuestione.

¿Y qué habrá después de la idiocracia? Socialismo o muerte. No hay más que ver cómo quedará todo. Solo la planificación económica resuelve el problema de la inmundicia. Y muchos no querrán llamarlo socialismo, pero eso es exactamente como lo venimos llamando: la prevalencia del pacto social por encima de la herencia recibida, la creencia religiosa o los poseedores del crédito. La prevalencia del individuo por encima del colectivismo: la obligación del colectivo a responder ante cada individuo. Si no se entiende el capítulo cuarto del Contrato Social de Rousseau, que es el documento más cercano que explica algo de tan sentido común entonces, ¿acaso la sociedad será capaz de organizar colectivos?

Lo malo es que se sobreviva con una planificación urgente, como pasa siempre: un sujeto aparecerá diciendo que le tenemos que hacer caso y que no hay otra - y de ahí volver atrás en derechos, volver atrás al defender gobernadores o poderes ejecutivos y, de ahí, nuevas formas de dictadura. El poder ejecutivo es un militar, y a los militares hay que darles un ámbito de trabajo específico, no cederles el control completo de todo.

La socialdemocracia no evoluciona más allá de la España de 1812.

 

Tierra: Día 19/07/24 punto de inflexión

Ayer se produjo el punto de inflexión a escala mundial. Dependiendo de lo que hagan y no hagan los gobiernos tras lo sucedido ayer las dos c...

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