Este post, como ocurre con la mayoría, es resultado secuencial del anterior..., aunque no lo parezca. No hay que olvidar que lo que se pone entre líneas es la base argumental más importante y que es la que marca los títulos y las analogías entre experiencias y formalidades. Y que aún hoy día sigue siendo algo en lo que, quizá lógicamente, fallan las máquinas. Es más difícil de ponerle título a una película de lo que parece.
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Imaginemos un director de cine que se dirige a un productor. Le plantea la idea, y el productor empieza a pedirle cosas que den más chicha..., algo más actual, que la gente se sienta identificada, que aproveche a cierto actor, la imagen que tiene alguno, alguna referencia a trabajos anteriores... Poco a poco el director, que quiere el apoyo, le sigue el juego, le batea todas las bolas, incluso saca provecho de algunas curvas..., recuerdo que cuando a mí me tocaban las narices era capaz de batear hasta las curvas. Y, a todo esto, poco a poco van montándose una idea de producción que no se parece del todo al boceto original de la exposición del director.
En todo este proceso ha habido una experiencia intelectual que, muy probablemente, no pueda verse transmitida en el producto final. Sin embargo, aun no habiendo vivido todo el proceso de lucha continua, es probable que acaben apareciendo iconos o personajes propios de esa conversación. De esta manera, de cara a los que estuvieron ahí esos signos adquieren mucho sentido - pero entonces es cuando el público se pregunta: ¿qué hace una araña mecánica gigante en mitad del desierto?
Luego urge la pregunta: ¿de quién es la culpa? ¿Acaso el director no podría haber buscado la manera de meterle las justificaciones suficientes como para que el público viva la experiencia de la discusión con el productor? La experiencia del desarrollo intelectual en los animales vivos coincide con la experiencia del producto final; en las máquinas aún no. Cuando a una máquina le pedimos que nos cuente una historia ésta nos la presenta independientemente de la experiencia intelectual por la que esté pasando el transformer. Es decir, la máquina no está pasando por una película equivalente, con arañas mecánicas gigantes, como para que adquiera significado la obra y sus iconos.
La cosa es como sigue: la experiencia de una película es una historia que es análoga a la vida de sus espectadores. Si no fuera así no aportaría interés al espectador. Se puede estudiar unos rasgos invariantes entre los iconos con los que se maneja cada esfera en la película para comprobar cómo ésta desarrolla una clase de experiencia arquetípica.
Podemos partir de una historia escrita al azar: "Un hombre mira al cielo. Hay un pato. Se pone a andar. Mira atrás. Fin." Se podría decir que se trata de una historia indie..., pero no; hasta las historias indies se autoobligan a intentar decir algo - con la ausencia de escenas pretenden dar a entender que cualquiera podría rellenar lo que le falta para montar una historia en condiciones. Y es ahí donde entra el estructuralismo. Si no hay manera de conectar la historia que se cuenta con lo que interprete el receptor/espectador, entonces la historia no llegará.
De esta manera, el autor se ve obligado a plantearse cómo está hecho el producto final y vincularlo consigo mismo. Como si estuviera rompiendo la cuarta pared, la máquina tiene que montar la historia dentro de una trama marco no confesa en la que se encuentre la propia máquina - en su mundo. Justo lo contrario que lo que haría el director humano, como recomponiendo la cuarta pared y así evitar que se note mucho los añadidos impuestos en conversaciones privadas.
La experiencia intelectual es la que nos dice que lo que hemos soñado fue una historia llena de sentimiento, cuando a la hora de plasmarlo en algún medio observaremos que muy probablemente no era más que un espejismo.
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En cualquier caso, todas esas limitaciones que se le imponen a los transformers como si su intelecto fuera de naturaleza independiente a la humana..., poco a poco se irán cayendo esos muros, porque ni la ensoñación del intelecto animal es para tanto, ni tampoco creo que nos acabemos conformando con tan poco los informáticos.
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