lunes, 23 de octubre de 2023

Se ven superiores

La sensación de superioridad es un vector; no es posible que ninguna persona se sienta íntegramente superior. Es como si dependiendo del concepto cada cual podría sentirse superior de unos sí y otros no. Ahora bien, la idea de esa superioridad se debe reflejar en el habla, en las formas elegidas. Se debe considerar una serie de obviedades: las que empujen al individuo a no verse obligado a pararse a pensar en torno a según qué temas.

Cuando una persona dice que es consciente de algo lo que en realidad nos está diciendo es que da por obvias muchas otras consideraciones. Aquello que no es tan trivial para el entendimiento es lo que es objeto de atención. Y en ocasiones se obvian la escala de valores escogidas para centrar la atención en lo que aparentemente es más importante.

Una persona puede verse a sí misma superior a otra por uno de los siguientes cuatro motivos:

1. Razones étnicas o culturales, o por motivos fisiológicos o raciales.

2. Posesión de la mejor tecnología, o fórmulas sociales para la civilización.

3. Pertenencia a grupos que han marcado hitos históricos. Ser el centro de todo.

4. Considerar cualquier formalismo o tecnología un tecnicismo absurdo. "La ciudad no es para mí."

Cada una de esas cuatro razones son combinables, incluido la última de todas: pues tan pronto como hay quien se considere superior por ser de una raza luego podrá ser también ruralista y despreciar la evolución social colectiva. Y es que si un sujeto desprecia la educación para sus hijos porque les hace perder tiempo de granja cabe esperar que también tenga adherido alienaciones de superioridad racial.

Tener anulado cualquier factor de ese enorme vector en cada una de las cuatro categorías convierte al sujeto en lo que en otros tiempos habría sido un feminista. Hoy día la palabra feminista se ha devaluado tanto..., que habría que buscar un término más afín: quizá socialista.

Pero cuando hay preponderancia sobre las componentes de la primera categoría, por ejemplo, a esos directamente se les llama racistas. Aunque en el grupo observemos a misóginos y feministas radicales. En realidad todos los miembros se comportan como robots de la misma manera: la feminista radical tiene un comportamiento previsible como lo tiene el racista. Observamos que suelen moverse bajo una sensación de inferioridad, y proyectan todo lo malo que observan en su propio grupo sobre la "raza" inferior. Sin embargo ocurre algo paradógico: científicamente no existe tal raza, solo existe en su cabeza. Puede ser una etnia, una distinción fenotípica, una discapacidad..., y se ven obligados a tener que darle un carácter innato y, al mismo tiempo, marcado con una moralidad perversa. Los que se sienten superiores desde esta posición parten de un nacionalismo, que no es sino la perversión de su patria para enzalzarla de una manera narcisista hacia la oficialidad reconocida por todo el planeta. Estas personas necesitan sentirse reconocidas como los elegidos por la divinidad, entes de luz supremos.

La preponderancia de la segunda categoría suelen ser llamados chovinistas. En España el chovinismo se asemejó a la palabra afrancesado. Ahora bien, el término chovinismo que siempre empleo y aconsejo es el que acuñó Marx para caricaturizar el tipo de nacionalismo que describía Chauvin. La idea consiste en decir que el que tiene cultura tiene el poder y, en cierta manera, es cierto: tiene poder. Pero el problema es que se ven a sí mismos como la emanación misma de los dioses benefactores sobre la Tierra. Son los dioses colonizadores que enseñarán a los salvajes a comportarse, son los misioneros cuyo objeto será canonizar cualquier cultura que se les presente..., pero, paradógicamente, también funciona con los que ensalzan las culturas nativas como si éstas tuvieran un superpoder que no somos capaces de comprender. Resulta que quien adolece de esta categoría puede que lo sepa y se pase de frenada. De hecho, empero, sospecho que ocurre así en la mayoría de las ocasiones: los peores machistas son los que se las dan de feministas, y acaban suscribiendo las afirmaciones cínicas de las feministas radicales sucumbiendo éstos a la mezquindad.

A los de la tercera categoría se les suele llamar centristas. Creen que su grupo es el centro de la historia y que todos los grupos giran en torno a él. Puede darse en capitales de países, en la idiocia dentro de lo cosmopolita o en formas de historicismo determinista. Todas estas personas poseen un perfil común, citan libros y mucha historia; parecería que el argumento es la referencia, cuando la referencia muy probablemente les contradiga porque ha sido escogida desde la sugestión y la intencionalidad. Las citas que escogen suelen ser vagas y muy sujetas a interpretaciones de lo más variadas - para negar toda controversia. Porque lo que más se les caracteriza es que son negacionistas ¿De qué? Pues de toda una lista de afirmaciones que la comunidad de historiadores más o menos sostiene. La propia comunidad puede que sea centralista, y es que en el fondo tal comunidad no existe; pero para saber si hablamos o no de un centrista en lo que hay que centrarse es en su incapacidad para argumentar o de usar métodos objetivos que ayuden a comprender porqué sostiene lo que sostiene.

Finalmente a los de la cuarta categoría en España se les suele llamar provincianos, hay quien prefiere llamarlos paletos. Quizá el término más correcto tire hacia el outsider, pues hablamos de personas que deciden actuar contra el progreso social. Pueden ser sociópatas que enarbolan la anarquía caótica, la ley del más fuerte. El liberalismo está lleno de sujetos así, donde el rico preferirá apartarse del cosmopolita y aislarse en su propia isla, donde se montará sus propias leyes y su propia sociedad. En principio puede hacernos gracia, como el humor de Paco Martínez Soria. Pero cuando le quitamos la boina y le damos un buen fajo de billetes observamos que el mismo perfil es de lo más siniestro. Lo vemos en una de sus películas: "Don erre que erre". Que es humor mientras hablemos de pequeñas cantidades de dinero y, al mismo tiempo, todos sabemos que ese lenguaje es el que se da normalmente con grandes cantidades. La gente provinciana no reconoce vida más allá de su mundo familiar más próximo, al que gustarán de dar lecciones constantemente. Mediante ataques de humildad y falsa bondad atosigan como lo hacía la inquisición en su tiempo con aquellos que no se comportan según la moralidad que desean imponer. Si hay algo que realmente les atormenta, por encima que al resto (quizá comparable con los racistas), es a que les contradigan. Son testarudos y rabiosos.

En todos los países y en todos los conflictos siempre suele haber problemas de que alguien se siente superior por algún motivo, y esa es la razón por la cual no se puede resolver el conflicto. A pesar de lo que pueda pensar muchas personas es más fácil pillar a un mentiroso que a un cojo. Lo que pasa es que hay que saber reconocer dónde está la mentira en sí; cada grupo tiene su marcador de falsedades. Tienen sus propias debilidades y, por tanto, no superan un "tercer grado". Ante un tercero, con mirada atenta, pueden sentir vergüenza de mostrarse tal como son sin pensar, al descubrir que lo que obvian no corresponde con cómo se ven a sí mismos.

Cuando hay un proceso de mostrar a la gente tal como es suele haber grupos que, sorprendentemente, se sienten identificados con los que se sienten superiores. Estas traiciones se dan porque también se sienten superiores por otros motivos que no se han podido plasmar. Es decir, como si fuera un trasplante de corazón, no hay que verlo como un todo hasta que no se haya aislado cada una de las partes. Cuando se tenga localizado suficientemente bien todo el sistema y sus conexiones, entonces se hace el traslado.

Nunca he trasplantado a nadie un corazón. De hecho, la sangre me infunde mucha pena. Pero era el ejemplo que me parecía más adecuado para comprender que cuando se tienen a las partes aisladas y sin la influencia de las malas compañías que les devuelvan a su estado de influencia perversa entonces el proceso mediador se hace muy sencillo.


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